Nueva grecia nº3 verano 2013

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NUEVA GRECIA

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Por entre los vericuetos de los departamentos, en el calor sofocante de finales de junio, buscó a sus profesores, a aquellos que la habían suspendido en las actas y aprobado en las listas. No fue fácil hablar con ellos; uno la acompañó amablemente a la secretaría, rebuscó sus papeles, encontró el error y modificó la nota; el otro la hizo examinarse en la siguiente convocatoria. Le costó un año más con un contrato en prácticas, una nueva matrícula que tuvo que pagar porque ya no la cubría la beca y un montón de idas y venidas a una facultad de la que estaba a más de quinientos kilómetros de distancia. Poco después descubrió qué había provocado tan perversa equivocación; ella misma; fue sorprendente. En aquella enorme ciudad del centro del país a la que Manuela había llegado desde un pequeño pueblo del sur, recorriendo los mismos y enredados pasillos de la misma facultad, existía una chica que llevaba el mismo nombre y los mismos apellidos que ella. Nadie había reparado en los números que diferenciaban sus carnés de identidad y las calificaciones habían bailado en la lista. Le tocó el perder. Nunca la conoció, nunca supo nada más de ella que su nombre. Años después descubrí que Tertuliano Máximo Alfonso, el protagonista de El hombre duplicado de Saramago, debió sentir lo mismo que Manuela cuando se da cuenta de que en su misma ciudad vive un hombre que es una copia exacta de él. Señas de identidad, nombres que nos hacen únicos e irrepetibles frente a una realidad que nos uniforma convirtiéndonos casi en clones. Dice Vasili Grossman que las agrupaciones humanas tienen un propósito principal: conquistar el derecho de todo hombre a ser diferente, especial, a vivir su vida a su manera. Sin embargo, un día, un error en un documento, un descuido burocrático, una coincidencia azarosa se cruza en nuestro camino y nos encontramos que alguien está viviendo una pequeñita porción de nuestra vida. Hoy, Manuela está sentada frente a la pantalla de su ordenador y observa inmóvil el enlace directo a su blog; nunca ha usado un buscador para llegar hasta él. Nunca hasta ahora. Un compañero del trabajo le preguntó esta mañana, con una sonrisa burlona y mirada pícara, si alguna vez había puesto su nombre en Google. Manuela acaba de hacerlo y, para su sorpresa, una chica venezolana en bikini aparece ante sus ojos incrédulos. De nuevo el mismo nombre, los mismos apellidos. De nuevo, siente que le usurpan su identidad aunque, esta vez, reconoce que tiene un culo bastante mejor que el suyo.

Ángela Gutiérrez - Licenciada en Ciencias de la Información, sección Periodismo, por la Universidad Complutense de Madrid. Durante tres años formé parte de la redacción del diario ABC de Sevilla. En la actualidad trabajo como profesora de Lengua y Literatura en el IES Azahar de Sevilla. He publicado algunos artículos y relatos en diversas revistas y blog literarios. Colaboro con la revista digital Insevilla. Mis artículos pueden verse en mi blog: angelagutiérrezjimenez.blogspot.com


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