42
NUEVA GRECIA convulsión, esplendor, cáliz, herida.
Sella Antonio la voz. Calla la vida. Como acero de sal quema Granada. ¡Qué calvero de fuego en la nevada! ¡Qué glaciares de púrpura encendida!
Dios en la soledad, tigre en la sombra, freza mi corazón, muerde el deseo, dame a beber el agua que me escombra.
Dueño de la amistad que no poseo, trémulo en la palabra que me nombra, salvado por tu voz y, en ella, reo.
Keats nos legaba un adagio abstruso: La belleza es verdad y la verdad belleza. Podría afirmarlo. Con palabras sencillas puede escribirse el himno más solemne. Todo depende de saber hallarlas domando el rebelde, el mezquino idioma. Y, sin duda, Carvajal es un domador más que avezado.