Nueva Grecia nº 1, Otoño 2012

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hasta finales del siglo XVII, e incluso más tarde. Baste recordar que Molière, célebre en Francia por su compañía ambulante, tuvo que ceder parte de su independencia en aras de la estabilidad que le brindaba el mecenazgo de Luis XIV. Pero los actores, al independizarse, fueron agrupándose en troupes o compañías, que funcionaban de facto como una empresa, ya que los hombres primero y luego también las mujeres, podían trabajar en calidad de simples asalariados o de socios capitalistas. En ese sentido, conviene aclarar que Italia y España tuvieron ya actrices a finales del XVI; Francia, en la segunda decena del XVII; Inglaterra, a partir de 1660. El siguiente paso sería adquirir o alquilar locales públicos a los que se pudiera acceder mediante el pago de una entrada. De ese modo, surgieron en Londres los famosos playhouses, que tuvieron su correspondencia en Sevilla, Madrid, Valencia, Valladolid o Toledo en los corrales de comedias; todos ellos eran teatros amplios pero descubiertos, es decir, carentes de techo, mientras que los franceses optarían desde un principio por locales techados, aunque más pequeños. Poco a poco, en el transcurso del siglo XVII y a lo largo del XVIII, las compañías profesionales de toda Europa caminarían hacia su total independencia, funcionando como sociedades mercantiles cuyos ingresos dependían únicamente de la recaudación en taquilla, hasta llegar a la edad de oro de la industria teatral europea, que es sin duda el siglo XIX, aunque esa pujanza se prolongaría en países como España hasta principios del siglo XX. A partir de la segunda guerra mundial la tendencia comenzaría a invertirse, quizá por culpa de la competencia que presentaban cine y televisión, hasta iniciar peligrosamente en los años 70 y 80 del pasado siglo una carrera imparable hacia la subvención estatal, de modo que en la actualidad, las artes escénicas han vuelto a depender exclusivamente de los poderes públicos, con lo que se ha retomado la situación vigente en la Edad Media y en los albores del Renacimiento. Sin embargo, cuando el teatro tuvo su pujanza fue precisamente durante ese periodo de casi tres siglos en que se aburguesó y funcionó como empresa mercantil e independiente, pues fue durante ese tiempo cuando el teatro se convirtió en una poderosa industria que producía pingües dividendos y de la que se beneficiaban compañías, autores dramáticos, personal técnico y, por supuesto, un público ávido de novedades. No parece casual que fuera durante esos siglos cuando surgieran dramaturgos de la talla de Shakespeare, Marlowe, Jonson, Webster, Etherege, Wycherley, Lope, Rojas Zorrilla, Tirso,


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