ERRATA# 0, El lugar del arte en lo político

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demás familiares de desaparecidos, ante la sociedad argentina y ante la comunidad internacional. A diferencia de las rondas que todos los jueves realizan las Madres en torno a

Grupo de Arte Callejero (GAC), escrache, 1997-2001, Avda. Dr. Honorio Pueyrredón, Buenos Aires. Foto: Carolina Golder, integrante del colectivo

la pirámide de la Plaza de Mayo

punto nodal de la ciudad alrededor del que se concentran

los edificios que condensan el poder simbólico político, religioso y económico de la nación , los escraches constituyen una práctica deslocalizada y dispersa; pueden ocurrir de improviso en cualquier parte del país

«a donde vayan los iremos a encontrar», se

coreaba en las marchas . Al mismo tiempo, si las estrategias simbólicas de las Madres de Plaza de Mayo habían apuntado a dar visibilidad a las víctimas de la dictadura, los Hijos desplazan su énfasis a evidenciar la existencia de victimarios, buscando expandir la «condena social» ante la legislada impunidad («Si no hay justicia, hay escrache» era la consigna). En coincidencia con la dimensión carnavalesca y creativa que asumieron los nuevos movimientos de protesta que emergieron en esos mismos años en muchas partes del mundo, y cuyos puntos de inicio pueden ser la rebelión zapatista en Chiapas en 1995 y, un poco más tarde, la «anticumbre» en Seattle en 1999, los escraches propiciaron la conformación de un cuerpo colectivo y festivo que dio lugar a otras formas de la política. La segunda coyuntura del activismo artístico reciente tiene lugar entre diciembre del 2001 y la asunción del presidente Néstor Kirchner, a mediados del 2003, periodo marcado por un clima de inédita inestabilidad institucional y continua agitación callejera, así como por la emergencia de lo que se llamó «nuevos protagonismos sociales». Al calor de la revuelta desatada los días 19 y 20 de diciembre del 2001, cuando en medio del estado de sitio y de una cruenta represión que ocasionó treinta y cinco muertes renunciaba el presidente Fernando de la Rúa, vieron la luz nuevas formas de intervención vinculadas a los acontecimientos y movimientos sociales con la expectativa de cambiar la existencia en Argentina: asambleas populares, piquetes o cortes de ruta, fábricas recuperadas por sus trabajadores, movimientos de desocupados, clubes de trueque, etc. Grupos tales como Taller Popular de Serigrafía (tps), Argentina Arde (luego escindido en Arde! Arte) y muchos otros, formaron parte de la emergencia de un renovado activismo y se vieron interpelados por la aparición de nuevos sujetos colectivos que reclamaban un cambio radical en el sistema político al grito de «¡que se vayan todos!». En esos tiempos agitados surgieron nuevos modos de activismo social y cultural que involucraron a una cantidad notable de grupos de artistas visuales, cineastas y realizadores audiovisuales, poetas, periodistas alternativos y pensadores. Muchos artistas se integraron a las nacientes organizaciones, entonces, interpelados por este clima de reevaluación y transformación de la idea de lo político, y se propusieron articular sus prácticas con la revitalizada praxis social, imaginando formas de intervenir en los nuevos movimientos. Las prácticas de activismo artístico adoptaron desde formatos convencionales, ahora insertos en espacios no habituales

un ejemplo podrían ser los cuadros de caballete colga-

dos en una plaza pública en apoyo a las obreras de Brukman, fábrica textil porteña recuperada por sus antiguas trabajadoras en 2003 , hasta propuestas experimentales, vinculadas al arte de acción o a intervenciones gráficas urbanas (en paredes, calles, afiches, vestimentas, distintivos); desde murales que dialogan con la vieja tradición del muralismo político latinoamericano hasta exposiciones multitudinarias en espacios institucionales. La mayoría 21


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