ERRATA# 0, El lugar del arte en lo político

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Las prácticas de articulación entre producción artística y acción política tienen una larga y vasta historia en Argentina, que se remonta al menos a fines del siglo XIX. De ninguna manera se trata de un vínculo pacífico sino de un territorio de tensiones, desencuentros y proposiciones utópicas, polémicas públicas y adhesiones secretas. Algunos de sus episodios, en particular el cruce entre vanguardia artística y radicalización política que dio lugar al vertiginoso «itinerario de 1968», cuya culminación fue la reconocida realización colectiva Tucumán Arde, han sido profusamente revisitados en los últimos años, por lo que han adquirido una densidad documental e interpretativa notable que contrasta con lo poco que se sabe acerca de otros momentos menos estudiados pero sin duda iluminadores respecto de las derivas de ese vínculo.1 Me interesa aquí referirme a la vitalidad contemporánea de ciertas prácticas que llamaré de modo genérico (y concientemente problemático) «activismo artístico», retomando la vieja autodefinición propuesta por el dadaísmo alemán. Agrupo bajo esta definición producciones y acciones, muchas veces colectivas, que abrevan en recursos artísticos con la voluntad de tomar posición e incidir de alguna forma en el territorio de lo político. Iniciaré trazando a grandes rasgos el horizonte en el que se inscriben, posicionan e intervienen estas prácticas desde los años noventa para luego centrarme en varias producciones recientes que, a partir de recursos muy distintos, comparten la insistencia en tomar posición ante la desaparición de una persona: Jorge Julio López. Finalmente, propondré algunos interrogantes en torno a la capacidad del activismo artístico de afectar o modificar las situaciones o condiciones de existencia en que se manifiesta. Coyunturas Dos coyunturas son cruciales en la aparición, la multiplicación y la vitalidad de grupos de activismo artístico surgidos en toda Argentina muchos puntos del interior del país

no solo en Buenos Aires sino también en

a lo largo de la última década.

La primera coyuntura está signada por el surgimiento de Hijos (Hijos por la Identidad y la Justicia contra el Olvido y el Silencio), agrupación nacida en 1996 que reúne a hijos de detenidos-desaparecidos durante la última dictadura militar (ocurrida entre 1976 y 1983). No puede pasarse por alto la hostil situación reinante cuando esta generación ingresa a la vida adulta (y a la intervención política): la década de los noventa estuvo marcada por el auge privatizador y el desguace neoliberal del Estado, así como por la consolidación de la impunidad obtenida gracias a las llamadas Leyes del Perdón y el otorgamiento de indultos a los militares responsables del genocidio contra opositores políticos que tuvo lugar durante la dictadura. A contrapelo de la tendencia dominante que encomiaba la impunidad, el auge del individualismo y el repliegue en el ámbito privado, emergieron en esos años algunos grupos de artistas que promovían acciones callejeras e intervenciones en el espacio público. Entre ellos: 1 Reconstruimos dicho itinerario en Longoni y Mestman 2008.

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