ERRATA# 0, El lugar del arte en lo político

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las yuxtaposiciones temporales a través de las materialidades; y también en el olor del banano en conjunto con imágenes de archivo resignificadas, que permiten una concepción de la historia como montaje por medio de fragmentos y asociaciones tanto formales como conceptuales, a diferencia de una historia lineal con cierres perversos. Estas imágenes cargadas de tiempo permiten una relación dialéctica tanto con el pasado como con el llegar a ser, y dan paso a una concepción de la historia no como hecho, sino como experiencia encarnada que se puede evocar, convocar y provocar principalmente desde la cotidianidad, las corporalidades, los lugares, los objetos y las sustancias. Frente a la institucionalización de la memoria y las múltiples tácticas empleadas para encerrarla y determinarla, la función de este tipo de trabajos es la de hacer estallar el presente como tal, evocando y haciendo visibles las ausencias, los espectros, los silencios, los deseos y los rumores de estos escenarios de violencia; esto es, un presente espectral más que un presente caracterizado y nítido (Das 2008). En este sentido, el arte crítico abre la posibilidad de explorar lenguajes y formas que crean un distanciamiento de la «realidad», es decir, hace ver desde otras perspectivas situaciones, objetos, cuerpos, sustancias, etc., que han sido cubiertos por la «anestesia cultural», y, que gracias a la imaginación, los lleva fuera del sentido común al crear diferentes relaciones y correspondencias. Con la imaginación, estas formas de interrupción crean posibilidades de nuevos significados y formas de conocimiento, y nos conducen también a pensar sobre las implicaciones epistemológicas y metodológicas que traen consigo estas prácticas, ya que están permitiendo otras formas de transmisión y aproximación a esas memorias, dejando ver la historia a través de sus espectros (Derrida 1994). Nuestra función como historiadores, antropólogos, artistas, geógrafos, literatos, etc., es realizar, desde diferentes perspectivas, una aproximación crítica, reflexiva y dialógica a la historia del presente, abriendo un espacio que articule reflexiones teóricas interdisciplinarias, investigación histórico-antropológica y formas de intervención y creación. Quiero aclarar que con «historia del presente» (Foucault 1976) me refiero al resultado de las relaciones de poder, las luchas y los acontecimientos pasados, pero también a inexploradas posibilidades que han construido nuestras más comunes y naturalizadas formas de relacionarnos con nosotros y con los otros. Es decir, la historia del presente está conformada por un presente heterogéneo donde coexisten diferentes temporalidades (Benjamin 1997). Esto nos permite estudiar la manera en que las prácticas cotidianas están infiltradas por la historia o, dicho de otra forma, el modo en que la historia está inscrita en la cotidianidad. La relación imprescindible entre estética, ética y política, y entre arte crítico, ciencias sociales y crítica cultural, está ligada a la relación entre decisiones estéticas y políticas de la forma y el contenido. Así, entonces, es crucial resaltar la crítica cultural hecha por estos trabajos y sus articulaciones políticas a través de las diferentes formas que abren espacios para moverse entre pasado y presente, «realidad» y ficción, adentro y afuera, «público» y «privado». Estos espacios «entre» son los que permiten trabajar, en el intervalo, lo que Trinh Minh-ha (1999) llama «el tercer espacio»: precisamente el espacio de la 160


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