ERRATA# 0, El lugar del arte en lo político

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profesionales de la artista en medicina. Tampoco se sabía que, en su mayoría, las mujeres habían sido contactadas por medio de la Corporación Mujeres que Crean

donde la artista

trabajó un seminario sobre el tema , y que no solo compartían todas una historia relacionada directa o indirectamente con el maltrato, sino que luego darían razón de las diversas reacciones de la gente. Hubo solidaridad en la universidad, indiferencia en el banco, curiosidad en el centro comercial y cuchicheos en los vagones del metro. «Por puta sería que le dieron tan duro», fue uno de los comentarios que las personas hicieron al ver a las mujeres golpeadas, según se lee en la página web de la Revista Arcadia. En esta obra fue fundamental la inserción en el espacio social; es decir, la escenificación llevó a los diferentes lugares espectros de las violencias que sufren muchas mujeres en el país, así como las complicidades con tales violencias, como lo confirmaron algunos comentarios. La presencia de esas violencias «invisibles» forma parte de muchas cotidianidades, por lo que, al hacerse pública, se afectan los lugares y las miradas recordándonos cómo el cuerpo individual está inscrito y conformado dentro de lo social y lo político. De esta manera, Evidencia clínica también nos hace reflexionar sobre los diferentes niveles de las violencias, pues se aproxima a ellas desde lo material y lo simbólico dejando ver cómo la experiencia de la violencia opera a través de dimensiones estructurales y cotidianas. El situar lo cotidiano y lo íntimo en espacios públicos nos revela el cuerpo como mediador entre el «adentro» y el «afuera», siendo la vida cotidiana el lugar principal donde su intersección se genera. Así, el espacio de la vida cotidiana termina siendo uno de los principales lugares en los que se ejerce el poder sobre los cuerpos, al tiempo que se convierte en un espacio de resignificación y resistencia por parte de ellos mismos.

Vitrina (1989), de María Teresa Hincapié, nos convoca también a entrar en ese espacio entre lo público y lo privado donde el cuerpo habita, es determinado y se resignifica. En

escaparate de un espacio comercial. La vitrina daba contra un andén muy transitado, con lo cual el gesto personal se catapultaba, de manera directa y cruda, hacia la esfera de lo urbano. Su tiempo de ejecución eran ocho horas diarias (Roca 2000). Acá, tanto el cuerpo presente de la artista como la evocación del cuerpo de muchas otras mujeres, hace ver y sentir de forma diferente esas prácticas ordinarias, banales y fugitivas que muchas veces pasan desapercibidas y que son la sustancia misma de lo social, lo histórico y lo cultural; por medio de ellas se conforman subjetividades, y nos hablan al mismo tiempo de relaciones de género, de poder, de jerarquías familiares, etc. Hincapié convierte lo ordinario en algo extraordinario al pasarlo a la esfera pública e introducirlo dentro de un performance cuya sustancia es la cotidianidad y la corporalidad mediante la cual conocemos y nos relacionamos con el mundo y con los demás. La continuación del proyecto de Libia Posada, Evidencia clínica II, plantea «un ejercicio de inversión entre lo público y lo privado, entre lo que se dice y lo que se oculta, entre lo que se reconoce como producción cultural y lo que se niega como tal» (Museo Nacional). 156

María Teresa Hincapié, Vitrina, registro de acción, 1989, Bogotá. Foto cortesía de Santiago Zuluaga y Galería Casas Reigner

este performance la artista realizó una serie de actividades tradicionalmente asociadas a la condición femenina, como limpiar, barrer, maquillarse, peinarse, etc., en el interior del


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