ERRATA# 0, El lugar del arte en lo político

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de los circuitos, las circulaciones y las conexiones que subyacen a la evidencia. Y al hacerlo, Latour cortaba en diagonal una realidad que parece estática, normalizada por lo cotidiano, en una sinfonía de cosas y personas moviéndose solas. En el trabajo de Latour (2006), reconfiguraciones cada vez. Partiendo de una posición más humilde con el contexto en el que se sitúa, el creador no está haciendo concesiones demagógicas a la polifonía de voces y prácticas en un mundo vital y dinámico; está siendo coherente con una realidad. Los trabajos fotográficos de Orlando Lara nos muestran otra de las formas en que las prácticas estéticas pueden desplegarse de manera efectiva. Haciendo eco de la situación de los indocumentados, que deciden cruzar la frontera entre México y Estados Unidos y quienes a menudo se convierten en asunto de seguridad nacional, en número estadístico, en masa anónima de gente en busca de esperanza, las fotografías reducen el marco visual para concentrarse en botellas de agua en medio del desierto. Como objetos, ellas condensan lo grave de los sufrimientos de hombres y mujeres, pero también dan cuenta de la acción solidaria de personas que, del otro lado de la frontera, deciden dejar esas botellas para el que las necesita, botes de emergencia en medio de un itinerario en el que hay que ir liviano para huir de la patrulla fronteriza y de los escuadrones de ciudadanos responsables y armados que deciden proteger sus límites territoriales. Lo notable de este trabajo es que habla de lo más básico, de eso que toda la parafernalia de la globalización y de los inmigrantes económicos a veces oculta. Otra de las vetas más ricas para las prácticas estéticas contemporáneas es el ejercicio del arqueólogo. La siguiente es la ironía. Una cuarta es la memoria. Todas ellas se combinan en varios trabajos de Daniel Santoro, quien navega en las aguas de esa construcción situada a medio camino entre la religión y la política que fue y es el peronismo. Santoro nos ofrece fábulas y, con gran sarcasmo, interpela a Juanito Laguna, el niño de la calle que Berni creó. Y en la fábula aparece Evita, ataviada como hada que rescata del bosque a Juanito y a su madre, en una narración que implícita y delicadamente nos deja sentir algo de esa aura de esperanza mística de justicia social con que hombres y mujeres rodearon al peronismo. Con su prolífico trabajo, Santoro se burla de los discursos «gorilas», de aquellos que desarrollaron un odio visceral hacia el peronismo y que veían en el acceso de las clases populares a la ciudadanía un peligro inminente. Hablemos de dos obras en particular: la del descamisado gigante que destruye la ciudad capitalista en una clara alusión a la venganza de las clases trabajadoras contra la burguesía; y otra, en el mismo sentido, la de la «negra cabeza» que no solamente se come al hijo del patrón sino que nos ofrece las instrucciones para prepararlo. Aquí la práctica artística navega en la ironía de los miedos de «gorilas» y «burgueses», en la memoria de un movimiento social y político que partió en dos la historia de Argentina, y en el oficio del arqueólogo que señala, descubre y rescata del pasado la complejidad de la tercera vía, teoría máxima del peronismo expresada con claridad a través de Evita que nalguea por igual al niño gorila y al niño marxista leninista.

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Daniel Santoro, El descamisado gigante arrasando a la ciudad capitalista, tinta sobre papel, 1998-2006. Cortesía del artista

París es una serie de vínculos, redes, nodos que se juntan y se alejan produciendo nuevas


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