ERRATA# 0, El lugar del arte en lo político

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una forma de relación que no se restringe a los victimarios y las víctimas, sino que se desborda y es compartido por toda la sociedad. Ante este panorama, los organismos internacionales de derechos humanos vienen señalando varios elementos que procuran cambiar la orientación del debate. En especial, el hecho de que los derechos civiles y políticos con los que hoy en día más o menos todo el mundo parece estar de acuerdo no pueden existir sin el respeto, promoción y protección de los derechos económicos, sociales y culturales, esos «hermanos menores» del derecho que fueron ignorados durante varias décadas de la mano de la Guerra Fría. El epígrafe de esta sección es revelador en ese sentido; se podría suponer que Wilson habla de las enormes dificultades que los Estados pueden encontrar para promover, respetar y hacer posibles los derechos en países pobres, con graves niveles de analfabetismo, enfrentados a corporaciones económicas y a imperialismos insaciables. No obstante, el epígrafe muestra un grave y generalizado desconocimiento acerca de que los derechos humanos son los derechos civiles y políticos, y no los otros. Esos otros que tienen que ver con la pobreza, con el derecho a un ambiente sano y saludable son, como en este caso, condiciones que deben alcanzarse para que los derechos sean respetados. Muy al contrario de este planteamiento, los organismos de derechos humanos luchan contra la inversión de fines y medios, subrayando que es el respeto por los derechos humanos la única alternativa para construir condiciones políticas, económicas y culturales que permitan su realización permanente. Otro caso notable tiene que ver con el análisis del respeto a los derechos humanos de las personas que se encuentran en situación de pobreza. Los Estados, orientados por la fórmula del «cumplimiento progresivo», han encontrado la coartada perfecta para postergar la situación de tres mil millones de personas que duermen con hambre en todo el mundo. En muchas situaciones, los Estados pueden llegar a demostrar avances, aun cuando estos sean mínimos. Por el contrario, los organismos de derechos humanos movimientos sociales

y mucho antes los

han subrayado que la pobreza en la que se encuentran millones de

personas es en sí una violación, o más bien el resultado y la consecuencia de una serie de violaciones de los derechos humanos, constituyendo un círculo del que es imposible salir (Khan 2009). En la arena de la discusión abundan malentendidos como este: los derechos humanos, en tanto acción comunicativa, son un escenario complejo en el que se requiere del trabajo colectivo y de las audiencias masivas, y que exige comunicar con eficacia y por medio de mensajes claros y explícitos que interpelen al sentido común de sociedades en las que los derechos humanos como tales no suelen ser la preocupación principal. De este modo, los productos comunicativos de los derechos humanos se insertan en los mismos canales del consumo capitalista. En los medios, compiten con artículos y prácticas de consumo ligadas al placer y la experiencia; en calles y espectáculos, con otras performancias; en las consciencias, con los discursos fáciles que son muchas veces producto de todos los anteriores. Y no existe allí ninguna paradoja: los organismos de derechos humanos han sido 116


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