ERRATA# 0, El lugar del arte en lo político

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simplemente los lugares (Ortega 2000, 37 y ss) sino el espacio como producto social, tal y como han señalado Henri Lefebvre y David Harvey.10 Existe una gran diversidad de trabajos

que en este punto no sirve traer al caso , más

o menos recientes, realizados desde distintos enfoques que articulan problemáticas en torno al espacio público con prácticas artísticas y culturales en contextos específicos; estos trabajos, en general, han señalado que los espacios públicos en las ciudades actuales son esenciales en las transacciones y negociaciones entre la sociedad y el Estado, entre comunidades específicas y las administraciones en turno; es decir, afirman la dimensión política de la ciudad. Esas propuestas también hacen evidente que en tales negociaciones se ponen en juego la producción de representaciones estratégicas de esos espacios, las condiciones y las posibilidades

materiales, económicas, sociales, étnicas, etc.

que los

sustentan y las comunidades e individuos que los habitan y producen, entre otros. En una de las reflexiones seminales al respecto, al menos para el campo de las prácticas artísticas y culturales involucradas en la visibilización, producción y apropiación del espacio público,

Páginas siguientes: Barrio Moravia, Comuna 4, Medellín, 1983 (izquierda) y 2004 (derecha). © IGAC

Rosalyn Deutsche afirma: El modo en que definimos el espacio público se encuentra íntimamente ligado a nuestras ideas relativas al significado de lo humano, la naturaleza de la sociedad y el tipo de comunidad política que anhelamos. A pesar de que existen claras divisiones a propósito de estas ideas, casi todo el mundo está de acuerdo en un punto: apoyar las cosas públicas contribuye a la supervivencia y expansión de la cultura democrática. Por lo tanto, a juzgar por el número de referencias al espacio público que encontramos en el discurso estético contemporáneo, se diría que el mundo del arte se toma la democracia en serio. (Deutsche 2001, 289).

Conclusiones Quizás el modo como Rosalyn Deutsche plantea la problemática existente entre urbanismo, prácticas culturales y procesos sociales sea el apropiado para explicar que el «espacio público» se haya venido afirmando como una variable central para abordar análisis socioespaciales urbanos. Sin embargo, como ella misma advierte, en su estudio es posible desviarse y coadyuvar a la transformación del espacio público apropiadamente, ocupándolo, enunciándolo o representándolo por medio de «obras de arte público», por ejemplo, como una «unidad orgánica», armoniosa, resultado de un entendimiento pleno entre todos los actores sociales y las instituciones involucradas en su producción, lo cual termina reduciéndolo, o al menos negando su dimensión política que lo mantiene como «algo» en conflicto y pugna permanentes. Como ya se ha señalado, la discusión sobre el espacio público en las ciudades ha venido ocupando cada vez más la agenda de expertos, políticos, académicos, gestores y ciudadanos. Las experiencias que sobre su producción y derecho se han acumulado

por ejemplo, las

que han dejado las discusiones acerca de la presencia de minorías étnicas y de indigentes (homeless) en ciudades estadounidenses como Nueva York (Deutsche 1998, 3), del fenómeno 10 Si bien esta afirmación la plantearon en varias de sus obras, en este caso en particular hago referencia a Harvey 2000, y Lefebvre 1991.

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