Provocación Covid-19 / Segunda edición

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ESTU D IA NT E S DE A RTES MU S I C A L E S , D R A M ÁT I C A S , C I ENC I A S D E L A C OMUNI C A C I ÓN C O L E C T I VA , F I L OL OGÍ A L I NG Ü Í S T I C A Y L I T E R AT U R A

SE UNEN PARA EXPRESARSE ARTÍSTICAMENTE DESDE LA PANDEMIA

SEGUNDA MUESTRA!

3 DIC 7:00 2020 PM

TRAN SMI SI ÓN POR FACE B OOK L I V E CONCI ERTOS EAM


La pandemia otorga una libertad caótica a la realidad y cualquier intento de aprisionarla analíticamente está condenado al fracaso, ya que la realidad siempre va por delante de lo que pensamos o sentimos sobre ella. Teorizar o escribir sobre ella es poner nuestras categorías y nuestro lenguaje al borde del abismo. Como diría André Gide, es concebir a la sociedad contemporánea y su cultura dominante como una «puesta en abismo».


Solo mediante una nueva articulación entre los procesos políticos y civilizadores será posible comenzar a pensar en una sociedad en la que la humanidad asuma una posición más humilde en el planeta en el que habita. Una humanidad que se acostumbre a dos ideas básicas: hay mucha más vida en el planeta que la vida humana, ya que representa solo el 0,01 % de la vida en el planeta; la defensa de la vida del planeta en su conjunto es la condición para la continuidad de la vida humana. De lo contrario, si la vida humana continúa cuestionando y destruyendo todas las demás vidas que conforman el planeta Tierra, es de esperar que estas otras vidas se defiendan de la agresión causada por la vida humana y lo hagan de maneras cada vez más letales. En ese caso, el futuro de esta cuarentena será un breve intervalo previo a las cuarentenas futuras. Boaventura de Sousa Santos, Doctor en sociología, catedrático de la Facultad de Economía y Director del Centro de Estudios Sociales de la Universidad de Coímbra Portugal.

Fuente: De Sousa Santos, B. (2020). La cruel pedagogía del virus, Ciudad Autónoma de Buenos Aires: CLACSO. Tomado de: http://biblioteca.clacso.edu.ar/clacso/ se/20200430083046/La-cruel-pedagogiadel-virus.pdf


P IE S DE SCALZ OS Da n ie l a N av ar ro M o ra Soy agua sepia de sus ojos, alma veneno de magnolia y dolor. Libre modestia de fantasía e ilusión, pues vivo como tormenta frágil que abarca el cielo, consume el aire. Eran cielo azul de marinas tierras, que recorrían mis entrañas y daban paz a la mañana. Alondra, ven a mí, mañana de porvenir, golondrina de suerte que vienes hoy que extraño el toque de la luz sin la ventana quiero salir a sentir el sol sin pecado y que estático nos da vida para avanzar una vez más.

Eras estrella azul de fugaces sirenas que se fueron hoy sin intenciones y para apreciar tu luz fue tarde. Seré lirio del agua verde en laguna profunda donde nadar cada día, bebiendo de su libre correr inexorable. Sabías nutrir esa garganta hoy seca que extraña en gris poder salir a caminar a pies descalzos.

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S O N H UMANO S Isabella Zamora Carrillo Si hay algo que he aprendido en los meses que he vivido en la tierra, es que los humanos son seres muy curiosos, están llenos de emociones y sentimientos. Hay sentimientos y emociones generales que cada humano siente, pero cada uno los vive de una manera tan diferente. Realmente es curioso como la raza humana es tan igual pero tan diferente; creo que en realidad nunca los voy a entender por completo. En cambio yo, un simple virus, solo existo y vivo. Se puede decir que hay cosas que “siento”, pero jamás tan complejo o profundo como ellos; me siento feliz y libre viajando por todo el mundo, especialmente cuando logro reproducirme y expandir; me siento algo triste y asustado cuando tengo que dejar uno de mis nuevos hogares, pero me consuelo en saber que hay muchos más que me esperan. No importa en que parte del mundo estoy, siempre me encuentro a los humanos totalmente llenos de emociones y sentimientos; debe ser cansado vivir así, tan inundados de como se sienten. Me alegro de ser un virus porque aunque soy bastante complejo soy bien sencillo con la manera en que me “siento”. Me he encontrado con muchos humanos que tienen miedo de que los elija como hogar o de que ellos me introduzcan a otras personas. Noté que me temen más entre las personas que puedo dañar más, creo que los llaman “factor de riesgo”. Se asustan cuando piensan en la posibilidad de que yo nunca me controle y de no encontrar una manera de deshacerse me mí. Cuando pasé un tiempo con unas personas en sus casas, me di cuenta de que algunos no tenían tanto miedo de mí, sino que estaban asustados de tener que quedarse en sus casas para evitarme o evitar contagiar a otros. Yo no entendí esto muy bien hasta que una noche vi como abusaban del humano en que vivía. Lo peor es que pude ver esto en varias personas alrededor del mundo. En otros humanos vi un sentimiento tan opuesto a este:

los noté con mucha calma o incluso paz. Algunos están tranquilos porque confían de que todo sucede por una razón y tienen fe de que esto se arregle y que yo me vaya. Es curioso como dentro de un mismo sentimiento hay tantas variaciones porque otros humanos sentían calma porque no creen en todo lo que yo puedo hacer e incluso dudan de mi existencia. Que humanos más extraños en serio, no entiendo como pueden pensar esto si yo estoy aquí, vivo y activo. En mis viajes alrededor del mundo, noté una gran cantidad de humanos muy preocupados por muchas razones distintas. La mayoría estaban preocupados que yo les hiciera algún daño a sus seres queridos. Me encontré con personas mucho más preocupados por los seres queridos que tenían en otros países, especialmente si están en países mucho más afectados y de una manera más grave por mi presencia. También vi que muchas veces en estos países, los gobiernos más bien empeoran un poco la situación, pero yo solo aprovecho lo fácil que es encontrar un hogar en esos lugares. En general observé un sentimiento de preocupación por el trabajo, la economía, la salud, y por la manera en que la sociedad va a seguir cambiando drásticamente. Un montón de humanos se sienten muy inciertos, parece que yo los pongo un poco nerviosos del futuro. No saben cuándo van a poder trabajar de nuevo, por ende, no saben cuándo van a recibir su salario normal. Gracias a esto, no saben si el dinero les va alcanzar para pagar las cuentas y comprar comida. Me di cuenta de que en muchos países a nivel nacional, hay una gran incertidumbre sobre cómo el país va a volver a funcionar normalmente, si es que se puede regresar a lo que era la normalidad. El mundo entero se sorprendió cuando yo aparecí, especialmente con lo rápido que me moví y me apoderé del mundo y la magnitud de mis repercusiones. Las personas se sorprenden al ver las medidas que se han tenido que tomar para controlarme y de ver al mundo


entero en una situación de crisis tan lamentable. Pude notar en unas personas que se sorprendieron al ver cómo aquellos supuestos países superiores y poderosos caen ante mi presencia y se revelan todos los problemas que realmente tienen. Grandes potencias mundiales no se han visto capaces de manejar esta situación: no están tomando las medidas necesarias, sus hospitales están colapsado, las personas no siguen las indicaciones y lamentablemente les importa más la economía que la vida humana. La máscara de ser una gran potencia y con el sistema de salud más avanzado, se cayó por completo. Incluso se sorprendieron al ver los pequeños países sobresalir con su manejo de la situación. Costa Rica es uno de esos pequeños países que está sobresaliendo por su increíble habilidad de manejar la crisis sanitaria. Costa Rica está siendo reconocida mundialmente por sus esfuerzos y aportes para investigarme y por el excelente control y prevención de mi contaminación; los costarricenses realmente están orgullosos. Muchos humanos se sienten muy tristes de estar separados de sus seres queridos, de no poder verlos, abrazarlos, besarlos. Esto lo noté mucho en una señora mayor, no poder ver y abrazar a su familia tanto como antes le duele mucho; ella incluso dijo que no puede vivir bien sin los cariños de su familia. Otras personas se sienten tristes cuando ven toda la muerte y sufrimiento alrededor del mundo que mi existencia (y el mal manejo de mi existencia) ha causado. Percibí un sentimiento muy feo en muchos humanos, estaban muy ansiosos porque se sienten encerrados y atrapados. Me di cuenta de que habían unos que ya luchaban día a día con la ansiedad que ahora se encuentran más ansiosos de lo normal por todo lo que implica estar en cuarentena y cumplir con el distanciamiento social. Me puedo imaginar lo feo que debe ser para ellos este cambio drástico: de la nada ya no pueden hacer todo aquello que los ayudaba lidiar con la ansiedad. Pensar que la crisis nunca se va a controlar también los hace muy ansiosos. Algunos incluso sienten ansiedad cada vez que tienen que salir, porque no saben si yo los puedo infectar.

El hecho de que no tienen nada seguro o garantizado ahorita es un gran motivo de ansiedad. Además vi que varios humanos se sienten estresados con sus trabajos o sus estudios por tener que cambiar totalmente la manera que trabajan y estudian. Esto les causa estrés porque la carga académica y laboral simplemente no es la misma, lo sienten mucho más pesado. Pasé tiempo con personas que se sentían enojadas o frustradas por tener que estar encerrados. Incluso me encontré en la calle unas personas que salieron porque estaban molestos de tener que verse limitados, por la necesidad del cambio de su realidad. En unos países estaban enojados con la manera que sus gobernantes manejan la crisis. Otros se enojaron al ver la gran cantidad de personas irresponsables que no obedecen las restricciones y que ponen en peligro el bienestar y la vida de las personas por ser egoístas. Vi, desde afuera, a unas personas que esto los frustraba porque ellos cumplían con lo que se les pide pero otros no hacen de su parte para bajar lo que llaman “la curva”. Gracias al hecho de que mandé a todos para la casa, la especie humana se vio obligada a ver la manera en que la naturaleza se comporta sin ellos. Varias personas están entrando en un proceso de consciencia y reflexión ambiental al ver como el planeta está respirando y reparándose en su ausencia. Se están dando cuenta de lo mucho que la raza humana ha dañado el planeta. También los obligué a entrar en un espacio de reflexión sobre su modo de vivir y de ver lo que realmente es importante. Por dicha los humanos se están haciendo conscientes de todo aquello que deben mejorar y cambiar a nivel personal, nacional e incluso global. Realmente es bonito ver como los humanos están siendo solidarios con aquellos que realmente la están pasando mal y luchando mucho con esta crisis; están brindando ayuda a quienes lo necesitan. Hay una gran cantidad de personas que se sienten solidarios con todos los trabajadores del área de salud que están enfrentándome a primera mano y prácticamente dando sus vidas por los demás para ayudar a los que infecté y


están en búsqueda de la mejor manera para tratarme. Nunca voy a olvidar cuando en un hospital vi a enfermeras y doctores llorar de la felicidad cuando llegaron cartas de apoyo y agradecimiento y diferentes cosas que podían necesitar como meriendas, máscaras y guantes. Si bien los humanos tienen mucho defectos, también tienen cualidades excelentes, no saben la enorme diferencia que hace un poco de solidaridad y apoyo. Otro sentimiento increíble que percibí en los hospitales es el alivio de personas cuando se dieron cuenta que decidí irme de ellos y desde lejos vi el alivio de sus seres queridos al verlos recuperados. Me encanta tener un humano como hogar, pero no les puedo mentir, también es bonito ver sus reacciones cuando decido irme. Incluso he visto alivio en las personas cuando ven la curva y las restricciones bajar. Me puedo imaginar que experimentar tantas emociones diferentes y pensar en tantas cosas debe ser abrumador, pero es interesante porque vi que todas las personas intentan hacer algo para lidiar con la situación que causé de la mejor manera posible. Algunos vuelven hacia la productividad para mantenerse ocupados o aprovechar el tiempo, como por ejemplo, sumergirse en su trabajo y en sus estudios; aprender una habilidad nueva; hacer sus actividades recreativas favoritas; hacer oficios caseros; cocinar; o hacer ejercicio. Otros simplemente deciden intentar relajarse lo más posible y ven películas o series y se enfocan en su bienestar mental. También hay personas que hacen todo lo posible para ayudar a los demás, para sentir que están haciendo algo para contribuir al mejoramiento de la situación. Sé que ya dije que los humanos me parecen muy curiosos por sentir y pensar tanto, especialmente con lo cansado que debe ser, pero también me parece que es algo que se puede considerar bueno hasta cierto punto. Ellos pueden vivir y realmente experimentar el mundo a su totalidad y en diferentes niveles. No puedo decir que entiendo sus miles de sentimientos y emociones, pero, sí puedo decir con certeza que cada uno de esos es válido porque es su propia realidad y no hay uno por encima de

otro. Incluso la manera en que cada persona enfrenta todo lo que yo he causado y lidia con la situación es adecuada para ellos. Pude observar muchas situaciones y realidades diferentes y puedo decir que cada persona se siente así por una razón. A pesar de este huracán de emociones y pensamientos, puedo decir con total confianza que los seres humanos han mostrado un valor muy importante: la superación. De alguna manera están superando, poco a poco, cada obstáculo que se les ha presentado como consecuencia de mi existencia; están aprendiendo de los errores y buscando las mejores maneras para salir adelante. Esto en realidad me inquieta un poco y sinceramente me hace sentir un poco triste. No me gusta pensar que un día voy a dejar de existir. Los humanos me parecen muy curiosos y son buena compañía, realmente sería una lástima no poder interactuar tanto con ellos. Por el momento yo no pienso irme de la Tierra, pero sé que de alguna forma van a salir adelante, puede ser que tome tiempo y sigan necesitando muchos cambios, pero lo van a lograr.

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U N A FA C HA D A PARA HACER OTRA COS A Alí Víq u ez Ji m énez Me pareció raro que el propio cliente llamara durante la noche: no es un buen momento para mostrar una propiedad y la mayoría no quiere. Por bien iluminada que esté, quedan detalles que no se aprecian, sobre todo en las zonas verdes, y en este caso eran abundantes, la parte de más valor: cipreses de una indudable alcurnia poblaban los muchos metros cuadrados que se vendían y, hay que decirlo, ese patio agreste, que alguna vez fue un jardín primoroso, tenía más valor que la casa, una cabaña apenas, de otra época, resistente sí, hecha de maderas sólidas, de cuando las construcciones no se realizaban a toda prisa para venderse igualmente a toda prisa, pero muy descuidada, sin mantenimiento. Este es el trópico, la humedad hace lo suyo, los insectos se incorporan, el sol da todavía más brutal en la cima de las montañas. El negocio de bienes raíces anda mal desde que inició la pandemia. Mucha gente se ha quedado sin trabajo y en lo que menos piensa ahora es en adquirir un préstamo para comprar casa: mis colegas y yo dependemos casi exclusivamente de que surjan gangas, propiedades que alguien, con el agua hasta el cuello, deba vender para sortear esta tormenta del virus con corona que ha postrado al mundo. Estábamos acostumbrados a creer que la medicina moderna podía con todo y aparece de pronto un viejo rey en forma de partícula microscópica que dice: “señores, he venido a retomar posesión de mis dominios, soy la peste de estos tiempos”. Un virus nada vistoso, si me lo preguntan: los bubones de otra época sí que eran escalofriantes, la negritud con que se asomaba la muerte provocaba un terror a la altura de las circunstancias. En cambio, ahora: una gripecita tonta, una tos que ni siquiera alcanza a proporcionar años de languidez como una minuciosa tuberculosis lo hizo antes de matar a genios de la talla de Chopin o Kafka. A toda prisa un salivazo te conduce al hospital, como mucho

un mes y listo, estás curado o ya te fuiste a ver crecer el zacate desde abajo. Qué manera tan poco elegante de morir, en la soledad del aislamiento, con un tubo pegado en la boca, uno más en las estadísticas con que a diario te aturden los medios, sin la oportunidad de hacer una salida dramática porque no hay público presente, sin un lugar más que en el olvido, sin más testigos del horror que un personal sanitario completamente impersonal. Son malos tiempos, hemos perdido hasta la capacidad del terror sin máscaras y casi debo decir “sin mascarillas” cuando veo a la gente en las calles cubierta como si... —Sin digresiones, ve al punto –me dice Guillermina, que está leyendo esto mientras lo escribo. Mi querida esposa es implacable cuando de detener mi verborrea se trata, sobre todo si me dedico a los lamentos por esta época tremenda. Soy un viejo y a todos nos da por ahí; esa es mi disculpa. Ya debería estar retirado, pero no tengo los medios; quien trabaja por su cuenta no toma esas previsiones. Admito que me gusta lo que, bien que a trompicones, sigo haciendo; aunque pudiera permitírmelo, no me veo guardado en casa, tumbado a todas horas, sin ya siquiera un pequeño reto, una escapada de negocios, sea de vez en cuando. Decía yo que el cliente me llamó para que le mostrara la propiedad tarde en la noche y así se hizo. Mejor que mejor pues. —Fuiste contra mi voluntad –me dice Guillermina, que temió lo peor: una treta para asaltarme, una jugada para llevar a un anciano a un sitio alejado y ahí robarme. No sería de extrañar, ya se han dado muchos casos: malhechores que citan a los vendedores de bienes raíces y los despluman, hampones que se hacen pasar por compradores como fachada para hacer otra cosa. Pero la necesidad tiene cara de perro; ya he dicho que el negocio no anda bien y no puede uno darse el lujo de


perder oportunidades. En todo caso, ¿qué me robarían a mí? ¿El carro que apenas camina, mientras hace un ruido infernal, como si fuera un carruaje tirado por caballos? ¿La escasa plata que llevo en la bolsa? ¿Este traje negro, pasado de moda, bueno ya tan solo para yacer en la... —Otra vez lamentándote –me dice Guillermina, con razón. La melancolía me daña y lo cierto es que no tengo motivos suficientes para dejar que me carcoma: mi esposa y yo estamos viejos, sí, pero saludables. Vivimos con estrecheces, mas el tesoro de cargar tantos años y no verse sucumbir a las miserias del cuerpo no se compara con ningún otro; además, estamos juntos, quizá demasiado juntos, eso tiene el matrimonio… Oh, Guillermina, bien sabés que es una broma: yo no sabría dar un paso sin vos, te amo como el primer... —Más te vale –me dice Guillermina, y le arranco una sonrisa–. ¿No sería hora de que continuaras contando lo que te pasó con el fulano? Por supuesto, por supuesto, la idea es esa. El tipo llegó con retraso, pero es parte de la idiosincrasia costarricense. Ya eran casi las doce. —Don Boris, pase usted, qué gusto saludarlo, qué bueno verlo. ¿No se perdió? Qué va, ya nadie se pierde, el celular te indica adonde llegar y por el mejor camino. Qué maravilla, verdad que sí, esa tecnología es infalible, qué maravilla que viniera usted. En mi negocio la confianza que los clientes desarrollan hacia uno es fundamental. Por eso, desde el inicio, hay que tratarlos como si fueran viejos amigos. Ya no estrecho manos ni doy palmadas en el hombro, por causa del virus, pero antes lo hacía. Lo cierto es que no tenía nada de maravilloso ver a este individuo: su cara demacrada parecía salida de una película de horror; medía casi dos metros y daba la impresión de estar muy débil, como si fuera un enorme edificio a punto de derrumbarse; la voz, cuando por fin respondió a mi saludo, sonó como venida de ultratumba.

—Buenas –dijo únicamente. Escondía la mirada, pero aun así le noté los ojos vidriosos y muy enrojecidos. El asunto no tenía bonita pinta: por el auto en que se transportaba, una de esas monstruosidades de doble tracción con el tamaño para servir de carro funerario, y por la ropa de marca (nunca entenderé a esa gente dispuesta a convertirse en publicidad gratis para una prenda por la que han pagado un dineral) deduje que no era un pobre diablo. Pero el tipo estaba acabado: de entrada, le calculé unos cincuenta años; luego de verlo con mejor luz, me di cuenta de que exageraba. A lo sumo, tendría unos treinta y cinco. El caso con él se me aclaró de pronto: un drogadicto. Las sustancias que se meten les deterioran el cuerpo; los carcomen como un furioso comején; les van chupando la sangre, cual vampiros. Decidí mostrarle la propiedad. Después de todo, un adicto adinerado bien podría querer comprar esa casa decrépita en las alturas de San José de la Montaña para proveerse de un escondite donde entregarse al vicio. Además, estaba ahí: eso era lo importante. Si yo hiciera negocios solo con personas respetables, hace rato habría muerto de hambre. En el instante en que entró, se desató una tormenta con fuerte rayería. “Lo que me faltaba”, pensé. “Este monstruo viene hasta con efectos especiales.” La cabaña se iluminaba con relámpagos y los truenos casi no me dejaban hablar. La lluvia azotaba el techo y, el horror, una gotera comenzó a inundar la sala, prácticamente en nuestras narices. Pero el tipo no pareció darse cuenta y me lo llevé a que viera la chimenea, en el único dormitorio. —Mire cuán acogedor es este rincón. Aquí usted enciende el fuego, se mete a la cama y se dedica a lo que más le guste, calentito, mientras está en… sus cosas de esas cosas así. —¿De verdad dijiste eso: “sus cosas de esas cosas así”? –me dice Guillermina, con expresión de burla. ¿Y qué quiere? No tengo experiencia en el mundo de


las drogas, no sé qué palabras se usan para hablar del asunto. Ni siquiera tomo licor.

no se ve desde el exterior; este lugar es perfecto para consumir sustancias. Relájese, amigo, siéntese un rato.

—Además, aquí no hay quien moleste. Cero vecinos cercanos y un patio gigantesco, todo es aroma a ciprés, de manera que cualquier olor se disimula, usted sabe, y los intrusos por aquí no llegan.

Relajado estaba, pero no hizo ademán de sentarse y eso era imperativo. Su cavernosa voz de muerto en vida mencionó el nombre de una droga, algo que ni siquiera puedo recordar ahora, algo como.

Agregué, en son de una de esas bromas en las que la verdad se asoma:

—Te había pasado antes –me dice Guillermina–. Hay un vendedor de esas porquerías que usa la fachada de los bienes raíces para contactar con la clientela. Te confundieron con él hace dos años también.

—Ni la policía se aparece. El tal Boris no me prestaba mucha atención. No solo era un adicto; estaba drogado en ese momento o, más probablemente, se le estaba pasando el efecto mientras yo le conversaba. Como dije, poseo cero experiencia en el asunto, pero esa forma de estar sin estar, como si la mente le se hubiera escapado a otro mundo, esa pereza con que movía los miembros en cámara lenta, parecía llegar a su fase final. “Este amigo se regresa de Saturno y yo aquí hablándole del jardín”, pensé mientras en efecto oía mi propia voz que ponderaba las bellezas de las zonas verdes, las mismas fórmulas de vendedor especializado, como lo soy, en las propiedades retiradas del mundanal ruido. Siempre digo lo mismo, viejas cantaletas con las que voy generando el interés y la confianza de los compradores hasta que se sientan relajados, se acomoden a sus anchas y, si tengo suerte, sucumban. Tengo buen colmillo, pero esta vez me parecía estar perdiendo el tiempo: Boris no me escuchaba, no se sentaba en la cama, el único mueble de esa cabaña en penumbras que solo se encendía por instantes de zozobra a causa de los rayos que en cualquier momento podían achicharrar alguno de los cipreses tan bien ponderados en mi discurso. Decidí cambiar de táctica. Mandé al carajo el distanciamiento social impuesto por el dichoso virus y me le acerqué. Lo tomé de los brazos, le clavé la mirada: solo así conseguiría su atención. —Llueve demasiado para salir, pero, en el momento en que escampe, lo llevaré afuera, don Boris. La cabaña

Tal cual. —Bueno, conque eso vino a comprar usted. Mi tono amable se había esfumado. Perdí la paciencia. —Siéntese de una buena vez. Estuve a punto de empujarlo a la cama, pero no fue preciso. Apenas le toqué el pecho y cayó. Tampoco me hizo falta prudencia alguna para alcanzar su yugular: saboreé esa sangre asquerosa de los drogadictos que la necesidad me ha obligado a consumir ya demasiadas veces en estos tiempos aciagos. ¡Oh, Mina, mi hermosa Mina! No te traje ni un sorbo. Sé cuánto te repugna el sabor de los viciosos.

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C O N F I NA D O EN LIBERTAD Da n ie l B et ancour t Qu iró s Hoy asistí a la escuela. Como era habitual, me desperté con el apabullante estruendo de la alarma. Aquel artefacto inundaba mis oídos con su fabuloso “quiquiriquí”. Los primeros rayos del sol se divisaban ya adheridos a la pared de mi colorida habitación; parecían pintados, tal y como lo vi una vez en mi caricatura preferida. En la sala, junto a mi padre, me esperaba una modesta, pero deliciosa, rebanada de pan cubierta con la clásica mermelada de piña que siempre me ha deleitado. El poquito de café que bebí estuvo exquisito; el quemar mi lengua tan temprano me pareció algo insignificante comparado con el rico sabor de aquella bebida. Mi madre me ayudó corrigiendo los pequeños detalles en mi uniforme que, según ella, me harían parecer ante los demás como un “pobre niño descuidado por la haragana de su mamá”. La contundente orden de lavarme los dientes tampoco pudo faltar. De camino, por las calles de mi barrio, los demás niños transitaban sonrientes mientras sujetaban las abrigadoras manos de sus padres. En la escuela todo aconteció con placentera normalidad: energía que se agotaba en copiar lo que escribía la maestra en el pizarrón; manos levantadas unánimemente ante una retadora interrogante; recreos que gozábamos como si fuesen el último instante de nuestras breves vidas, innumerables risas entre cada grupo de amigos… Posteriormente, el timbre sonó, y con ello se anunciaba la conclusión, por ese día, de mi dichosa estancia

en la escuela. Al regresar a mi casa, comencé entusiasmado a realizar las entretenidas tareas que se nos habían asignado para el día siguiente. Pasé de reclamar numerosas palabras para doña Aguda, Grave y Esdrújula a resolver problemas matemáticos. En uno de ellos debía ayudar a don Ricardo a obtener la medida del perímetro del terreno que recientemente había adquirido. Más tarde, el arribo del ocaso escoltaba a mi padre que regresaba de su trabajo. Mis hermanos y yo lo esperábamos ávidamente, puesto que nos llevaría a visitar a nuestro abuelo por motivo de su cumpleaños número setenta y siete. Con prontitud llegamos a la celebración; todos estaban reunidos en la casa del abuelo. Desde la tía Sara, la cual visita a mi madre casi todos los fines de semana, hasta el extraviado tío Roberto que se deja ver como mucho una vez al año. En esa ocasión, aquella ancestral vivienda se encontraba repleta. Los niños corríamos felices en el patio. Los adultos, a su vez, recordaban con mucha alegría la fiesta en la que el tío Miguel se cayó de su motocicleta mientras deseaba impresionar, según él, a todos los presentes. El abuelo, por su parte, lució risueño durante todo el convivio. Aquel genial viejito entre risas y abrazos emanaba gran complacencia melancólica. Luego de que se repartiera la última rebanada de pastel, llegó el momento de marcharnos y despedirnos del abuelo Luis. De vuelta en mi casa, pensé en que a pesar


de que había sido un día en el que la pasé con mucha calma y en el que estuve guiado por la rutina que se le atribuye a un chico como yo, podía considerar a aquel como un día sensacional… Ahora, en este momento, mientras le relato a mi mamá lo fascinante de mi día, ella me contempla con una mirada que se humedece, cada vez más, por lágrimas cautivas de añoranza y enternecimiento. Como suele hacerlo, mi madre remueve las lágrimas de sus ojos y empieza a sonreír con inigualable fulgor. En su sonrisa se vislumbra esperanza, entusiasmo y calidez. Gracias a mi sencilla historia su día se torna distinto, y eso genera en mí una felicidad inconmensurable. Desde que toda esta larga travesía casera empezó, no dejo de esperar el momento de cada mañana en el que mi mamá me llama para que me siente junto a ella y le narre todo lo que soñé la noche anterior… Día 50 ya: Covid ha apagado la sonrisa de los adultos, ha generado en ellos dolor, miedo, angustia y desesperación… A mí me ha quitado la oportunidad de ir a la escuela, de ver a mis amigos y de estar con mi abuelito para festejar su cumpleaños. Sin embargo, desde mi hogar continúo aprendiendo, a la distancia permanezco recordando con mucha alegría a mis amigos, el cariño que tengo por mi abuelito solo se fortalece cada vez más; y mientras no me quite la posibilidad de poder seguir soñando con el día en que todo esto finalice, Covid no logrará aprisionarme... No podrá conmigo…

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VE R SOS E N CUA R ENTENA Yo rd a n A r roy o C ar v a ja l Sé que te duele sentir un vacío mientras respiras, seguir amando la dureza de las rocas y la intimidad del océano de tus ojos sobre la soledad de tu almohada. También sé que te duele estar presente para quien vive ausente, escuchar los gritos del silencio y ver cómo los tambores te golpean cada que palpitan con rapidez. Sé lo que duele vivir un hoy sin abrazos por miedo a morir asfixiado. Todo lo sé porque soy el poeta. Mis pétalos nacieron en invierno y florecieron en verano, así como hoy al mundo se le congela el alma y a mí me asfixian las ganas de sanarte a versos.

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I N T E RSTIC IO M a rí a A nnet t e M or a C a lvo El agua se ha mezclado con el sudor y el olor recuerda al invierno que ya llega, las calles inundadas de Chepe, los chorros de las cañerías, de las alcantarillas que arrastran botellas de Montano y bolsas de chucherías. Marta ya tiene listas las tortas de carne, el arroz y frijoles en la mesa. Mientras se desenjabona las manos, sigue con los ojos a Osvaldo quien saluda con un monosílabo sin levantar la vista. Ha tirado los tiliches sucios de la venta en el corredor, y las prendas empapadas en el suelo de la habitación, vuelve, se desparrama en el sillón y toma el control remoto. —¿Cuántos casos hubieron hoy? — Pregunta. Marta no contesta porque la muda el nudo en la garganta de la preocupación. Dos niños, uno más pequeño que el otro, corren alrededor de la mesa, interrumpen las noticias con gritos y chillidos. Los mira y se remarcan el par de arrugas diagonales del entrecejo; se pregunta dónde está Cristian, pero no se atreve a hacerlo en voz alta porque sabe que Osvaldo ignora para “no amargarse la vida como ella”. Más tarde la habitación está a oscuras, o eso parece desde el pasillo pues no se nota luz de entre las tablillas de madera gastada. La manilla se agita, la puerta rechina y Laura mete el celular lo más rápido que puede entre las cobijas. Don Osvaldo debe suponer que está dormida, así lo dice la puerta que retrocede. Hace calor entre esas sábanas de poliéster, pero es para que se disimule la luz. La pantalla es un blanco y reluciente pozo, con el agua hasta el tope, llena de brillos de

colores. Es perfecto y dan ganas de meter la mano, lo que pasa es que está bloqueado por una superficie invisible, pero más resistente que un muro de cemento. Aun así, le dirige el gusto por el calidez de los dedos humanos y le resulta familiar la huella dactilar. Son muchos y muchos espejismos en sucesivo orden precipitado. Imágenes bellas, sabrosas, apetecibles, le hacen la boca agua a Laura, que hace apenas dos meses tiene smartphone, y ya tiene 106 seguidores. Aparece de pronto la imagen de Camila, tiene una cara tierna pero no hay sonrisa, tampoco hay reconocimiento, no, no la conoce. Like, y un corazón caduco expandiéndose en el pozo de destellos fugaces. … Extiende la mano y no encuentra a Pablo, aprovecha para sentir la suavidad en las sábanas de algodón, de la almohada en su cara, el alivio. Mas conforme se despierta el cuerpo, así también el dolor. Especialmente lo resiente en el vientre, un poco en el brazo izquierdo. Se sienta en la cama y se avalancha sobre ella el olor a café, otra vez siente el miedo que le provoca la presencia humana. Camina sobre vidrio, no falta mucho para que se rompa, se rasgue ella, se vea ensangrentada. Trata de pasar desapercibida, pero Pablo la ha escuchado desde que se movió en la cama. Tiene instinto de perro, y una sonrisa con la que parece uno arrepentido. Entonces se acerca cautelosamente, y le toca la mejilla. Olivia se paraliza, se pueden ver sus ojos fijos vueltos cristal. La sangre se ha vuelto hielo, y


en un impulso por sobrevivir corre de nuevo al cuarto, a ponerse la bata del uniforme, luego hacia el carro. Logra huir. Y el cristal de los ojos se quiebra en pedazos diminutos que le rasgan las mejillas.

sale lo más rápido que puede, la reciben sin esfuerzo la voz del profesor como un eco incómodo y la pantalla de la portátil que da vueltas. El reloj no se ha detenido. Otro guiño, pero este sí es real. Es de Olivia.

No quiere que llegue el fin de semana, veinticuatro horas de cautiverio en una caja invisible; van a tener que hablar y si dice algo mal, algo que lo exalte, la cara se le va volver de un golpe.

En una búsqueda desesperada por evadirse, lo toma de nuevo y en Facebook “Humberto Matarrita está transmitiendo en vivo”. El sonido de un piano la salva por unos minutos. Vuelve la concentración a la clase.

En el semáforo un joven con cara de desesperación se acerca a vender, entre otros tiliches, mascarillas de alguna tela inservible. Qué inútil el esfuerzo. Qué inútil el dinero. Más aún cuando se trata de la “Pink Matters Face Mask”. Ayer Camila le ha enviado una publicación de insta con publicidad de una de estas mascarillas de telas estampadas, diseñadas por una tal marca nacional. ¿Era sarcasmo o en serio se le ocurrió pensar que ella debía preocuparse por lucir “fashion” en el caos de una sala de emergencias? ¿En la incertidumbre de una pandemia? … El corazón le llega a Camila convertido en notificación. El celular pestañea por undécima vez en el día, y ella lo toma como un guiño. Se evade por completo de la clase, y como si se sumergiera lentamente en el agua intocable del pozo, deja de escuchar al profesor. En Instagram: “A Laura Ramirez y 117 personas más les gustó tu foto”. Recuerda que no hay ningún comentario, vuelve el reloj de los minutos fríos y desérticos. Entonces un pie se resbala en la pantalla que ya es hielo, su mente se paraliza en un trajín de pensamientos. Se ahoga, la superficie del pozo se ha quebrado sin hacer ruido. Pero

… En un grito hacia el jardín: — Diay Matty, yo tengo que bretear, ni modo que le voy a quitar la pensión a ustedes —. Matty lo persigna en el aire oloroso a lirio y humedad, porque por supuesto le es imposible alcanzarlo. Por detrás se acerca abuelo Blas que trata de reconfortarla: —Matty, tranquila. Yo antes leí en Face que a los carajillos nada les pasa, solo nosotros los viejos peligramos —. Pedalear se siente casi como si se pudiera tomar impulso para volar. Por un instante olvidó a lo que iba pero pronto vibró el celular. Vió la pantalla que con el movimiento parecía una espiral con algo de magnético, rápidamente, pero no lo suficiente para advertir a tiempo que ya el semáforo estaba en verde y evitar el estruendo de pitos y puteadas. Cleteó, cleteó, cleteó. Llegó al Mc, recogió. Cleteó, cleteó y entregó a “Humberto Matarrita”. El celular otra vez: “Cris: Mae Jorge donde está” …


“Your courier has your food and is on the way” Son las dos de la tarde y esa es la primera y probablemente la única comida del día. Todavía anda en pantalones de dormir, dormir más para no sentir el hambre. Con el mismo camisón de ayer, saluda brevemente, ataja la comida. Con una sonora inhalación, también la primera vez en la semana, respira aire externo empapado de smog mientras camina, únicamente con ayuda de su bastón, de vuelta al encierro. Ve las alacenas casi vacías, al igual que la cuenta del banco. Esta comida es patrocinio de la inminente jarana por la tarjeta de crédito. Frente a la compu da voraces mordiscos a la hamburguesa, da medias vueltas en la silla y mueve el índice ligeramente, scrolling. En Facebook “Alguien está transmitiendo en vivo.” En la pantalla figuran dos jóvenes idénticos a los otros quince que ha visto en la semana, las mismas guitarras y se atrevería a decir que las mismas armonías. Si se presentan veinte por semana, el cálculo dice que solo falta él en hacerlo. En un impulso eléctrico se levanta del asiento y se lleva a la boca el último bocado. En la ducha siente otra primerísima vez, la del agua caliente tocando todo su cuerpo al mismo tiempo. Lo más cercano a una caricia que ha recibido en meses, ¿o años? Aroma a Rosa muerta. Hoy va a tocar el reseco piano vestigio de una gloria caduca. … Cansado tras todo el día bajo el sol de la mañana y la tentativa de lluvia en la tarde, se sienta en el poyo de siempre. Tose, por el

cigarro. La bicicleta de Jorge cae a sus pies y miente sin pensarlo: —Mi papá me dejó sin trabajo, necesito plata al chile —. El otro se sienta a su lado y al parecer ignorándolo revisa su celular por un rato. — ¿Por qué tres rojos? —. Un largo silencio y se responde a sí mismo: — No le voy a prestar para esa cochinada, Cris —. Lo abraza y siente el aliento fermentado. No importa el olor, el sudor, por la mente ni pasa el virus. No lo han pensado en todo el día. Jorge se sube de un brinco a la bici. Cristian lo ve alejarse. El aire caliente, oloroso a tierra mojada y basura, le cerrará los párpados. Entrará con pasos silenciosos a la casa, para no despertar a Blas. Matty estará en la cocina como siempre y lo esperará con un tamal mudo recién recalentado; en señal de agradecimiento Jorge le plantará un beso en la mejilla y ella cerrará también sus párpados.

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CUARE NT E NA

Ro n a l d C am pos Lóp e z Y sucedió entonces que los bólidos hallaron los senderos del aire. Las bocinas guardaron los trajes tumorosos. Detuvieron los trajes su histeria de tarjetas. Las tarjetas pudieron finalmente llorar, porque ya no lograron salvar ni distinguir ahogos entre cuerpos. ¡Los cuerpos que temidos aún vencen estertores, aún recuerdan un nombre, aún son llevados entre largas y largas, largas sábanas o camiones…! Pero entre gritos huelen las calles revenares. Y de cristal recuerdan su paloma embebida los canales. La casa

no iluminada del día sus carbunclos sacó de nuevo en la ciudad. Sus grillos también suenan. Y al jolgorio salitre ya se acercan corneando la espuma los venados. Ya sin redes ni hélices los manatíes crearon de nuevo hasta el asombro, cuando el puma entreburla las cercas que su sombra estrangulaban… Rítmicas oleadas de aire nítido… Por un instante el cielo al polumo de alambres fue mayor… Es mayor… Sucedió entonces esto. Pero el cielo aún mayor incluso a un virus. A un virus como yo…

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NO H AY VI NO NI A ZÚC A R Ale j a n dro Sabor í o Bla n c o CAPÍTULO I FORTUNA

- Escoge tu última carta.- Me dijo Alba contemplándome con sus ojos miel enrojecidos por la marihuana-. Yo tomé una carta del mazo, ella y Catalina se veían tan asombradas y emocionadas; para mí, en cambio, podían decirme que esa carta era lo mismo que un naipe de cinco corazones y lo hubiese creído. - Mi amor, sos una visionaria. La Rueda de la Fortuna, esto dice mucho de tu vida en este momento.- Me indicó Alba para después fumar de su pipa-. - ¿Ah, sí? ¿Qué significa? - Es el ciclo de la vida. Todo lo que hacés en tu vida se te devuelve, es una carta llena de sorpresas imprevistas del destino. Si antes estuviste abajo, ahora estarás en la cima… hay mucha buena fortuna en tu vida. Eso, por lo que tanto has luchado estos años, se cumplirá o estará cerca de completarse para este 2020. - ¡Oí! Vas a ser bendecida este 2020, Nadia. ¡Es capaz que este año quedás panzona!-Carcajeó Catalina mientras terminaba su cerveza-. - ¡Estúpida! ¡No me echés la sal encima! Ay, ojalá que sea ese puesto en Panamá. Me he quebrado tanto la espalda estos cuatro años como para que no me den el ascenso. - A mí me huele que pronto estarás bronceándote con las tetas peladas en Bocas del Toro de aquí en un año, ¡ya verás! Además, acordate que también te salió La Estrella. ¡Ay, amiga! Yo podré estar muy pijeada, pero aún así veo claramente que tendrás

muchos éxitos y que finalmente te desprenderás de las amarguras y de lo que te ata a las penas… ¡Ah, no puede ser!- Gritó Alba de pronto haciendo que todos voltearan a verla con sobresalto-. - ¡Dios mío, Alba! ¡No me asustés así! ¿Qué pasa? ¿Qué ves?- Pregunté nerviosa-. - Veo, veo… ¡veo una orgía con cinco panameños nalgones en Bocas del Toro! De verdad te van a surtir de bendiciones.- Me pronosticó mi amiga, la más transcendental y alternativa-. - ¡Quiero fortuna, no quedar en silla de ruedas!Estallé en risotadas pintadas con vino y cerveza, ellas dos me secundaban con sus risas adormiladas por el dulce humo-. - Yo solo espero tener mejor culo que esos panameños.- Agregó Adán mientras reía al rodearme con sus brazos llenos de tatuajes, cuyos significados siempre olvido porque sinceramente nunca los he encontrado interesantes o tan siquiera bonitos-. - Obvio, amor. Tu espalda recta me robó el corazón desde que me sacaste a bailar aquella vez en Fitos.Reí mientras él besaba mis labios, los suyos sabían a ron con Dr. Pepper -. - Adán, ¿no querés que te lea las cartas?- Le preguntó Alba a mi novio-. - Yo con esas mierdas no me meto y vos lo sabés. Cuando el pizuicas venga a jalarte las patas yo no quiero tener nada que ver. - El que la debe la teme, papi.- Aclaró Alba rodeada del humo que expedía Catalina de su boca adornada con argollas doradas-. - Yo tengo la conciencia tranquila, al menos no ando


creyéndome brujo o santero.- Replicó Adán entre risas, sabía que él pretendía sonar despreocupado, pero a mí no me engañaba… sé muy bien que siempre a considerado que yo solo me junto con payasos y locos sin oficio-. - ¡Ay, Adán! No andés provocando poderes que no comprendés.- Le advirtió mi amiga frotándose los anillos-. - ¡Mirá quién habla! La que hace amarres y embrujos. - ¡Yo no hago magia negra, perro estúpido! Ya ambos se estaban acalorando y yo me veía venir una riña de lo más incoherente en la cual ambos iban a decirse groserías y a empezar a sacarse los trapos sucios como si fueran puñales, por lo que me acerqué a Adán y lo tranquilicé dulcemente para que desistiera en seguirle la corriente a Alba. - No vale la pena, amor. Vení, jale por unos chicharrones.- Le dije casi en murmuros. Luego, lo tomé de la mano y me dispuse a guiarlo afuera de la casa donde estaban asando las carnes y aperitivos.

- Ya dejá lo que pasó atrás, Adán. Además, ellos ya no siguen juntos y él está muy contento ahora con su nueva novia… no te estresés. Sé que no querés estar acá, pero es el cumpleaños de Alba, yo no iba a faltar. Gracias por acompañarme.- Le dije sonriendo mientras hacia mi mejor imitación de los ojos del gato con botas-. - En serio no entiendo por qué te cae tan bien esta gente… - Son buenas personas, corazón. A veces la bondad no viene con alas y una aureola. - Sos increíble, ¿lo sabés?- Me dijo él mientras me acariciaba y besaba, era como sentir una seda cálida recorriéndome el cuerpo y el alma-. - Te amo.- Le dije sintiendo de verdad que todo había valido la pena-. - No más de lo que te amo a vos.- Sonrió él para luego abundarme con sus besos-.

- Ay, no le hagás caso. Ella tiene sus cosas y, bueno, ya sabés que no es todo el mundo quien se la aguanta tampoco. Entonces no es que ella sea un pan de Dios…

Adán y yo nos conocimos esa noche de copas, cervezas y Soda Stereo, mientras yo estaba despechada junto a los hippies que siempre me atajan entre marihuana, naturalismo y amor, amor del bueno. Sentía que nunca más me iban a volver a amar o que en realidad nunca nadie me había amado y juraba que a nadie más volvería a abrirme como lo había hecho. Estaba convencida que no podría desenamorarme y volver a empezar de cero… y apareció Adán. Me sacó a bailar borracho y realmente la pasé bien, fui más feliz de lo que había sido durante esos dos años y sin darme cuenta lo empecé a amar y hasta ahora no he podido ser más feliz. Sí, tendrá sus cosas y será medio odioso, pero a veces siento que yo soy peor y no he encontrado una excusa que me convenza de que esté mejor sola. Lo amo.

- ¡Esa mae es el mismo demonio! ¡Ya se te olvidó lo que le hizo a Yiyo!

- ¡Hola, corazón! ¡Tanto tiempo de no verte! Vos te perdés y uno no vuelve a saber de vos hasta

- ¡Hey, Adán! Pinche diablo le fuiste a salir a esa pobre mae.- Le dijo mi amiga a mi novio mientras le agitaba la carta del Diablo en la cara. - ¡Siempre es la misma mierda con esa mae! “Uy, Adán es el diablo en persona”, “Adán es esto”, “Adán es aquello”. ¡Te juro que no la soporto!Me decía él fúrico tirando su lata de cerveza a la basura-.


un año después.- Saludé a Lilieth cuando me la encontré en la cocina mientras fui a buscar otra copa de vino. - Ay, mi vida, es que vos sabés que paso muy socada con todo y diay todavía estoy ahorrando para el viaje, entonces no paro.- Me explicó ella, ese viaje es más castillos en el aire que otra cosa-. - Me imagino, más te vale que te vayás a Dubái porque vos ni salís. - Ay ojalá, una nunca sabe y ¿cómo va todo? ¿Qué tal el brete? - ¡Muy bien! Ya van a ser cuatro años trabajando para la planeadora de proyectos de arte en mi empresa y pues, me ha ido muy bien, aunque no ha sido fácil. Mi esperanza es que muy pronto me promuevan. Lilieth es esa amiga que es tu polo a tierra, la más sensata y la que siempre te alegra con solo que sonría. Es simplemente la mejor compañía y con quien he crecido a lo largo de los años. A pesar de que somos tan distintas y nunca se apunta a mis loqueras, siempre me ha apoyado a sentir que soy invencible, no sé cómo ha aguantado todos mis dramas y mis tragedias. Ella fue la que me acompañó tantas veces a ver a mi ex por la ventana de su departamento porque me era imposible superarlo y fue quién se durmió conmigo cuando no aguantaba la soledad y ahora aplaudíamos a su hermana que apagaba las velas del queque. - Me hacías mucha falta.- Sonreí al verla tan contenta como siempre-. - Vos siempre me hacés falta. Más vale que este 2020 nos traiga más salidas. - Y más vino, ¡salud!- Reíamos ambas mientras nos abrazábamos estando muy borrachas-. Quizá no habré hecho las cosas muy bien en estos

años que han pasado, pero aquí estoy… lo tengo todo. Un buen trabajo, excelente salud, amigos maravillosos y un novio perfecto. La verdad es que, mientras hacía el amor con Adán esa noche a escondidas en el cuarto de pilas de Alba, no podía sentirme más diosa y para eso no necesité de ninguna carta del tarot. CAPÍTULO II ANSIEDAD

Tal como llegó mi buena fortuna, esta me abandonó. No tuvimos chance de que nos rindiera enero y febrero en paz sin que hubiese una amenaza eminente sobre una posible tercera guerra mundial y luego que un virus de la chingada se esparciera por todo China y luego todo Asia y después Europa y Oceanía y Estados Unidos también… nos está devorando a todos como si fuéramos papas fritas o palomitas. La única buena noticia es que dicho virus se ha mantenido lejos de Latinoamérica, somos tan tercermundistas que ni a las pandemias le interesamos… - ¿Viste que ya detectaron el primer caso de Coronavirus en Brasil?- Me contó Catalina por videollamada mientras se pintaba las uñas-. Bueno, hablé muy rápido, ¡me lleva puta! - Ay, no puede ser. Yo solo espero que esa vara se contenga y no llegue a Centroamérica porque si no vamos a estar jodidos. - Ni lo invoqués, yo me pedí unos estuches divinos para el celular por Wish y creo que esta semana voy a mandar a comprarme unos vestidos de baño y si esa mierda sigue propagándose esos pedidos me van a llegar en navidad. - Debería aprovechar ahora para irme a cortar el pelo.- Le dije a mi amiga mientras contemplaba las puntas dañadas por el último tinte-.


- ¡No inventés! Te has dejado el pelo largo todos estos años, no vayás a experimentar con cortes raros a estas alturas.- Me advirtió Catalina mientras me enseñaba los diseños que se acababa de hacer con los esmaltes-. - ¿Vos creés que el virus llegue al país? - No, esas son tonterías. - Pero vos misma me acabás de decir que ya llegó a Brasil y en Estados Unidos ya hay más de 90 000 casos confirmados. - Sí, pero eso es porque la gente es loca y no se queda en sus casas. Ya verás, cierran las fronteras y los aeropuertos y vamos a estar como si nada. - No creo que sea así de fácil, Cata. - ¿Y nosotras qué podemos saber? No somos doctoras, Nadia. Somos dos chavalas que ocupan coger, así que al menos vos aprovechá que tenés a un hombre enredado en tu cama. - Como si vos ocuparas estar ennoviada para estar cogiendo a cada rato.- Reí por la ironía-. - Sinceramente no puedo negar la lógica de tu comentario.- Rió ella conmigo-. - ¿Sabés? Ahora que veo el calendario, ya casi se cumplen seis años sin papi.- Dije mientras recordaba a mi viejo al ver su foto a la par del helecho y el mini cactus con su flor púrpura en la punta en la sala-. - Lo siento, querida. Sé que lo extrañás. - No pasa un día sin que lo recuerde. - Vos y tu mamá gozaron de tener un buen hombre por mucho tiempo. - Él siempre será el mejor papá del mundo. - En eso ni te lo discuto, porque el mío le dijo a mi mama que iría por cigarros y aquí estamos esperando a que regrese el hijueputa.

- Vos no tenés remedio, Catalina.- Reí por las salidas de mi amiga-. - ¡Es la verdad!- Reía ella conmigo-. - Quizá deba pintar el apartamento. Pintar de verde la sala y que el cuarto sea lila, como si fuera la paleta de colores de una orquídea… - Yo tengo ganas de perforarme los pezones. - Catalina, ¿me estás escuchando? - Ay sí, querés que tu casa parezca una orquídea. - Sería lindo. ¿Sabías que amo las flores? Adán me prometió hace tiempos que un día iríamos al jardín Else Kientzler en Sarchí y nunca ha hecho el propio por llevarme. Ahí debe haber flores tan bellas… - Yo nunca entendí por qué a la gente le gustan tanto las flores. Si lo analizás bien son un nido de bichos. Además, son tan pasivo agresivas: si les das mucho sol, se mueren; si les das poco sol, se mueren; si las riegas mucho, se mueren; si no las riegas, se mueren… para esa gracia me compró una pintura para verlas y ya. - A mí siempre me han gustado. Mami, solía tener su jardín lleno de geranios y rosas, me parece estar viendo la veranera y las chinas del patio. - Hay una flor más linda que todas esas.- Opinó Cata mientras ponía a calentar un té de jengibre-. - Vos.- Me dijo ella y así de fácil morí de la ternura-. - ¿En serio lo creés?- Pregunté muy conmovida-. - Esa es mi única convicción, de hecho. - Sos un sol, Cata. - Un sol muy hijueputa, pero algo es algo.- Rió ella fumándose un puro-. Ese día sentía mucha ansiedad, me encontraba inquieta por todo. No sabía porque estos días


me estaba sintiendo como una niña que le teme a los truenos cuando empieza a llover. Estaba decaída de sentir tanta presión a mi alrededor. Entonces aproveché y me dispuse a grabarle un audio a mami. Ella desde siempre me ha hecho sentir mejor. Recuerdo cuando de adolescente me calentaba paños húmedos para el dolor de ovarios y se sentaba conmigo a ver novelas hasta la madrugada. - Hola, mami. Espero que estés bien, sé que no te he ido a ver mucho últimamente… aún así sigo pensando mucho en vos como siempre. No sé si estés al tanto, pero las cosas están un toque, pues yo diría que muy jodidas. Hay un virus que anda haciendo estragos por todo lado y hay un montón de muertos en China, Estados Unidos y prácticamente que por todo el mundo y eso me asusta, ¿sabés? Es feo sentir que estás en un apocalipsis. Creo que no te conté, ¡adopté una gata! La llamé Eunice, como vos. No creás que, porque no te he ido a ver, no me hacés falta, mami. Hoy me di cuenta de que ya casi van a ser seis años sin papi y eso me pone aún más triste de lo que ya de por sí estoy. Mami… no quiero estar sola, o sea, sé que Adán pasa aquí metido, pero me estoy sintiendo un tanto abandonada y solo quisiera que me abrazaras. Prometo irte a ver pronto, en serio, gracias por escucharme. Sos la mejor, te amo mucho, ma… Justo en ese momento llegó Adán (hablando del rey de Roma). Mandé el audio y lo ayudé a ordenar la comedera en la alacena y el refri. - ¿Trajiste la comida para Eunice?- Le pregunté-. - Sí, viene en la bolsa con las latas de atún. - ¿Compraste azúcar? Vos le ponés tanta a tu café que me la gastás en dos toques. - Obvio, la azúcar no puede faltar.

- ¿Conseguiste…? - ¿ Marqués de Cáceres ? Claro, admito que me vi tentado por comprar dos botellas. - ¡Gracias al cielo! Voy por mi cartera y te lo pago. - No, no, dejalo así. No hace falta. - ¡Ay, cómo creés que te voy a dejar pagarme el vicio! - Mejor lo abrimos y me pagás poniéndote esto… Me propuso él pícaramente mientras me enseñaba un conjunto de bralette con su respectiva tanguita. Yo solo sonreí y le di el sacacorchos para irme a ponérmelo-. Debo admitir que me veía fabulosa, mis pezones se percibían claramente bajo el encaje y me hacía sentir tan bella, pero igual no fue como que lo aprecié mucho tiempo porque Adán me quitó todo en dos toques, tuvimos sexo el resto de la tarde. Sexo, sexo, sexo… ese sexo que cansa, yo no veía la hora para fingir el orgasmo mientras él se extasiara con el suyo para ver tranquila Sex and The City mientras tomo vino y me como un burrito. CAPÍTULO III

DESESPERACIÓN

- Papi, tengo miedo. - Lo sé, corazón. Todo terminará pronto, no tenés de qué preocuparte. - ¿Qué pasa si no sana? - Esa heridita no es nada, mi vida. Los doctores son muy cargas y en dos toques estarás como antes. - ¿Esto me volverá a pasar? - Ya verás que no. Hay que ser positivos. - Ya no quiero más operaciones, papi… - No llorés, mi amor. Te prometo que esta será la


última vez que estemos aquí. - ¿Me lo prometés? - Prometido y te prometo comprarte todo el helado que querás después de esto. - Te amo, pa. - Y yo a ti te amo hasta el sol, la luna, las estrellas, Plutón y más allá… …

- ¿Sabés cuánto te amo, pa? - ¿Cuánto, mi niña? - Hasta el sol, la luna, las estrellas, Plutón y más allá. - Ay, yo te amo aún más. No llorés, acordate que nunca vas a estar sola, tu mamá está con vos y no importa a donde quiera que yo vaya, siempre estaré con vos… en tu corazón, en tus ojitos. Esa noche en especial me encontraba llorando desconsoladamente en el suelo hecha añicos entre una cobija y la alfombra del cuarto. No podía parar de recordar y los recuerdos queman… ya van a ser tres meses de cuarentena, tres meses sin salir y ver el sol y ya va a ser casi un mes sin trabajo. Los recuerdos son lo único que me queda en la mente cansada. Recuerdo las penurias que pasé a los nueve años cuando me diagnosticaron Vólvulo Agudo de Colon Sigmoide. Era solo una niña con su abdomen abierto y conectado a una bolsita para que su intestino evitara las obstrucciones, pasé por varias intervenciones y en cada una de ellas mis papás estuvieron conmigo. Papi estuvo en cada segundo del proceso conmigo. Once años después yo fui la que pasó por la misma entrega y el mismo sufrimiento, aunque esta vez fue distinto porque él no saldría de esa como yo lo

hice.

- Mirá, el palo que había plantado tu papá dio unos aguacatotes. - Él nunca se fue realmente. - Lo sé. A veces todavía me cuesta imaginar que no está conmigo en la cama por las noches si yo lo siento tan cerca de mí. - Quiero irle a dejar flores al cementerio. Quiero comprarle dos orquídeas, las moradas eran sus favoritas. - Fermín está muy orgulloso de vos, cariño. Donde quiera que esté… - Algún día nos llevaré a ambas a Portugal, ma. - Como él siempre quiso… siempre fue tan visionario y vos heredaste la maña, Nadia. - Dejame que te ayude a podar las rosas y luego vamos a tomar el vino que compré. - ¿Desde cuándo te gusta tanto el vino? - Como diría papi: entre más duele el corazón, más vino hace falta. Mi papá nunca se equivocó, a veces solo el vino me ha servido para secarme las penas. Hay algo en el vino tinto que no encuentro ni en la cerveza, el vodka o el whisky. Tal vez es la nostalgia y el sabor a mi hogar, a mi verdadero hogar. A él le encantaba tomar Casillero del Diablo , pero su verdadero placer era el Marqués de Cáceres. Afortunadamente, Adán había comprado dos botellas antes… antes de que dejara de venir. Me levanté de mala gana y arrastré mi cuerpo a la cocina, parecía un cadáver. Eunice fue contenta detrás de mí, lo más seguro es que pensara que le iba a dar atún. Cuando tuve la luz del refrigerador brillándome la cara en medio de la oscuridad quise llorar con más intensidad y esta vez de la cólera… ¿cómo no iba a haber vino?


¿Adán no había comprado dos botellas? Estoy casi segura de que le había dicho que comprara dos… ¿era solo una? Al final desistí y le abrí una lata de atún a Eunice. - Comé, linda.- Le dije a mi gata blanca que ronroneaba a gusto casi que apoyada en uno de mis tobillos-. - ¿Creés que debería llamarlo, Eu?- La gata me veía curiosa con su ojo verde y su ojo azul-. Aún así, no importó mucho cual fuese realmente la respuesta que tuviese Eunice para darme, ya que, de todas formas, Adán no contestó a mi llamada, ya casi ni hablábamos. Con costo me mandó tres mensajes hoy en la tarde antes de decirme que “ya casi me respondía”, tal vez era pedirle demasiado que me respondiera ahorita. Sin embargo, lo malo de la situación era que estaba al borde del desquicio y ocupaba un abrazo o una voz que me dijese que todo iba a estar bien, que no estaba sola. ¿Tanto me detestaba a mí misma que no podía soportar la idea de estar a solas con mi mente? La idea me repugnó tanto que vomité, estaba enferma, llevaba bastantes días con nauseas y vómitos. ¡No podía escoger mejor época para enfermarme que en media cuarentena! Después de vaciar el estómago en el inodoro, me sentía deshecha y solo logré desplomarme en el sillón de la sala abrazando a mi gata. - ¿Embarazada? ¿Vos te estás oyendo, Nadia?Exclamó Alba más decepcionada que impactada por lo que acababa de decirle-. - Sí, estoy panzona. Estoy panzona, sin brete y mi supuesto novio ni me contesta las llamadas… soy un asco. - Y te ves terrible para variar. ¿Yo ya te había dicho lo buenas que son las mascarillas de aguacate para humectar la piel? A ti te vendría fenomenal porque te ves muy seca.

- Alba, ¿vos sos estúpida o te hacés? ¡Te acabo de decir que estoy embarazada, mierda! - ¡Ay, pero qué te pasa yo solo te estoy tratando de ayudar! Estás siendo muy insensata, Nadia, y sinceramente malas vibras en mi vida en este momento, yo no necesito. Calmate, ¿ok? Ya es suficiente que no pueda salir a mis clases de danza aérea por el COVID-19 como para que vos te pongás así. ¿Todavía tenés los cuarzos y las amatistas que te di? Porque los cristales son buenísimos para reanimar y restablecer las energías y… - Alba, haceme un favor… - Claro, dime.- Me dijo ella con su pretensioso tonito condescendiente-. - ¡Vete a la mierda, hijueputa!- Exclamé y colgué la llamada inmediatamente-. Admito que esas fueron palabras que venían queriendo salir de mí como la erupción del Vesubio y sacarlas finalmente fue poder descansar de una constante tensión que ni me di cuenta que tenía. Creo que ya había olvidado qué era sentir, no recuerdo cuándo me había permitido sentirme enojada, decepcionada o tan siquiera molesta por lo horrible que puede ser la gente que dice ser tu “familia”. ¡Por Dios, ya no sé si tengo familia! ¡Maldita sea! - Tenés toda la razón, Nadia. Alba no debió tratarte así. La empatía nunca ha sido su fuerte realmente por más que profese “amor y paz”.- Me decía Lilieth escuchando mi amargura. - No tenés idea los meses tan mierda que he pasado como para que ella venga a decirme que me veo reseca y odio tener que descargar esto con vos. Sé que no lo merecés y me siento más mierda todavía por seguirte enredando en mis despiches, pero es que ya no sabía qué hacer… ya no sé qué


hacer con mi vida, Lilly. La viejita que vive al lado y que ninguno de sus hijueputas siete hijos la visitan me pidió azúcar en la mañana y yo no pude darle porque… ¡porque no tengo! ¡Adán era el que hacía las compras! ¡Soy una mierda!- Lloré sin pena.- Tranquila, cariño. Yo sigo aquí y yo soy y seré siempre tu familia. Está bien, no tenés por qué tener azúcar siempre, no tener azúcar es totalmente humano y es sano reconocerlo. Lamento mucho que tu cuarentena haya resultado en esto, pero te amo y haremos que esto funcione… Y así de sencillo ella, mi Lilly, supo simplemente decirme “te entiendo” por videollamada mientras a través de su pantalla veía 101 Dálmatas conmigo. Seguí llorando y amé llorar. No fue el sexo ni los cuarzos, fui yo misma la que me impulsó a llamarlo y decirle: - ¿Aló, Adán? No pasa nada, no te llamaba para eso. Estoy embarazada. CAPÍTULO IV SERENDIPIA

- No sé qué decirte, ¿en serio estás embarazada? ¿No te habrás equivocado?- Me decía él nervioso-. - Sí, Adán, estoy muy embarazada. - Yo no estoy listo para esto, Nadia. ¡No estamos listos para nada de esta mierda! Hasta hace poco ni siquiera podía entender qué iba a ser de nosotros, no podía ni figurarme qué quería. Esto es demasiado para procesar. Sorry, pero no podés exigirme una respuesta ahorita. En este momento ni quiero saber de la gente, menos de un bebé. De verdad no podemos aceptar esta locura, mae.- Despotricó él contra mi embarazo, como si esto se tratara de él, yo simplemente esperé pacientemente a que acabara-. - Disculpá que te interrumpa, pero ¿por qué estás

hablando en plural? - ¿Ah?- Exclamó él en un tono más que ofendido-. - Sí, es que yo no te estoy pidiendo nada. Solo te conté porque, bueno, tu espermatozoide encontró a mi óvulo y resultó ser que, al igual que yo, mi óvulo también está muy pendejo y tu amiguito debe tener la misma labia tuya, así que me pareció pertinente que lo supieras. - A mí esto no me da nada de risa, Nadia. - A mí menos, Adán, dentro de poco va a parecer que llevo una sandía adentro de mí, se me van a hinchar los pies, me va a dar acné por todos lados, se me van a hacer hemorroides,voy a comer como ballena y no voy a poder dormir boca abajo en un buen tiempo y ni hablar del hecho de que la cabeza de un bebé va a desgarrarme la vagina. No, no me estoy riendo de mi embarazo, me estoy riendo de tu ego tan gigante. Adán, probablemente, si yo no insisto en llamarte hoy, vos nunca hubieses hecho el propio de contactarme ni siquiera para asegurarte si la estoy pasando bien en la cuarentena porque solo te fuiste. Literalmente, dejaste un poco de chunches en mi apartamento y te largaste, así que no te estoy pidiendo nada. No quiero que volvás, no quiero que sigás intentando acostumbrarte a alguien que no te va a hacer sentir satisfecho solo porque vas a tener sexo seguro, no quiero fingir más. Yo me metí en esto y no necesito que me salvés, lo que ocupo es comenzar a ser feliz de nuevo. - Nadia, por favor, ¡razoná! Vos no tenés brete, no contás con nadie, ¿cómo vas a mantener a ese bebé? - ¿Quién dice que sigo sin brete o que no tengo ahorros? -… - Adán, prácticamente desde que comenzó la


cuarentena vos no me volviste a hablar, solo vos sabrás por qué y sinceramente no importa ya. Yo he sabido cuidarme y lo seguiré haciendo sola, por eso no te preocupés. - Vos detestás la soledad. - Pero es mejor estar sola a estar infeliz. Además, sola estaré siempre en algún punto de mi vida y luego volveré a estar acompañada porque todo pasa, Adán. - Pero… - No, no hay nada más que hablar. En serio espero que estés bien y que descubrás dónde brilla más el sol para vos. Chao.- Le dije con la conciencia tranquila y el corazón despejado y colgué la llamada sin chistar. La cuarentena es una mierda, pero no puedo culparla por todos los desastres de mi vida y tampoco puedo responsabilizarla por no querer abrir los ojos. Esa llamada con Adán, pasó mucho después de haberle contado la primera vez que estaba embarazada, ya que en esa ocasión solo me colgó. Entonces, me di cuenta que aunque quiera simplemente pasar llorando en el suelo porque me afecta estar encerrada sola, la vida no va a parar y el COVID-19 tampoco, al menos no lo hará solo porque yo me sienta mal. Así que, responsablemente y tomando todas las medidas de precaución, salí a hacer mis compras y me decidí que definitivamente pintaría el apartamento. - Hola, doña Hemelina. No pienso quitarle mucho de su tiempo, pero ya compré azúcar, ¿todavía ocupa?- Le dije a mi vecina después de que esta abriera su puerta-. - Ay, mi chiquita, sos un amor. ¡Claro! Más ahora que no tengo a nadie que me haga las compras por lo del virus. - Claro, por eso pensé en traerle estas cositas.-

Agregué enseñándole las bolsas de las compras-. - ¡No hacía falta que te molestaras! - Para nada, por el contrario, siempre hace falta una ayuda de vez en cuando.- Sonreí-. El resto del día pasé ocupada revisando unos informes y editando unos libros que ocupaban publicarse para mi jefa. La verdad es que no pensé encontrar brete tan pronto y por eso agradezco que una profesora que tuve hace años en la U me escribiera para hablarme si me interesaba formar parte de este proyecto editorial, así que aquí estaré por un buen tiempo y eso me alegra. No es lo mismo que el puesto en Panamá en aquella empresa, pero me alegra saber que estoy siendo productiva por mi y por mi nueva familia. - Te ves radiante, Nadia. El embarazo te quedó de maravilla.- Me halagaba Lilieth por medio de la web cam-. - Gracias, Lilly. Creo que estoy entrando en otro ritmo en mi vida y eso me alegra. - Créeme que se nota. Es como estar hablando con una nueva persona totalmente. - Me gusta pensar que lo soy. Lilly, sin vos todo este proceso no hubiese sido el mismo. No existe nadie como vos en mi vida y estoy muy contenta de que así sea. - Eso mismo he pensado yo de vos desde que te conocí, guapa. - Guapa te ves vos con esa blusa, me encanta.Le dije a Lilly apreciando lo bien que se le ven los patrones florales-. - Ay, gracias, aunque creo que es por el bra… me levanta todo esto.- Me comentaba ella riendo mientras sostenía sus senos frente a la cámara de su laptop-.


-Créeme que todo eso se ve riquísimo, obviamente.- Reí también sintiendo un poco de pena por lo que le estaba diciendo-. - No sabía que tuvieras tan buen gusto.- Rió ella-. - Bueno, este es mi año de fortuna, según las cartas. - ¿Te gusta lo que estás viendo? - Sí, realmente me fascina. -¿Querésveralgomás?-Medijoellaagitadamente-. - Quiero verlo todo. - Y yo te quiero a vos, Nadia.- Me dijo ella mientras soltaba los botones de su blusa-. Mi ropa volvió a escasear, llevaba bastante sin desnudarme ante alguien y menos ante una computadora, pero me excitaba ver a Lilly desnuda y me hacía sentir deseada y cómoda con mi propio cuerpo. Mientras ocurría todo, en mi mente me decía que no podía creer que me hubiese llevado todos estos años para gozar de esta manera con ella. Sus senos redondos y blanquecinos como la luna se agitaban frente a mí y me daban quemantes ganas de mordisquearlos y de sentirla a ella suspirando y lamiendo mi piel. Mis nalgas se las exponía sin ningún pudor mientras jugaba con mi vibrador y sentía que finalmente había estrellas en el atardecer y cometas intimando en la noche. Fue el sexo virtual más anhelado con el corazón de la vida entera; no sentí que tuviese que fingir, no sentí que le debiera nada a nadie y finalmente me pude concentrar en mi placer. Si esto era el verdadero significado de aquella carta de La Rueda de la Fortuna, pues ahora lo entendía todo y no me arrepentía de nada. -Hola, mami. Te prometí que vendría, no fue nada fácil, ahora hay tener mucho cuidado por el coronavirus, pero esto te lo tenía que decir en

persona. He hecho las cosas muy mal para mí misma estos años, ma. Siento que en el fondo sabía muy bien que nada andaba bien, pero me negaba a afrontarlo y me negaba a venir aquí a que me vieras tan insatisfecha con mi vida. La pandemia ha sido muy dura y lo perdí todo, mami, pero sé que a vos nunca te perderé y poco a poco he hecho que todo vuelva a la calma de antes. Dejé a Adán… bueno, ¿él me dejó a mí? No lo sé y no importa, ya no estamos juntos y me he concentrado en reencontrarme a mí misma. Ya no quiero dejar cabos sueltos en mis sentimientos, mami, quiero hacerme responsable por mí misma y ser mejor persona, ya que ahora tengo que pensar no solo por mí. Vos y papi van a ser abuelos, es varón y se va a llamar Fermín. Este año es un completo caos, mami, pero mi amor sigue siendo el mismo y encontré lo que jamás pensé encontrar.- Le dije a la tumba de mami antes de irme del cementerio-.

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ESTUDIANTES CREADORES Y CREADORAS DE LA SEGUNDA MUESTRA Escuela de Filología, Lingüística y Literatura Alejandro Saborío Blanco, Alí Víquez Jiménez (profesor invitado), Daniel Betancourt Quirós, Daniela Navarro Mora, Isabella Zamora Carrillo, María Anette Mora Calvo, Ronald Campos López (profesor invitado) y Yordan Arroyo Carvajal. Escuela de Artes Musicales Adrián Barboza Rodríguez, Adrián González Calvo, Daniel Quesada Brenes, Derian Brenes Badilla, Eugenia Trejos Malavassi, Joel Sánchez Azofeifa, Loris Luciano Foti, María del Mar Fonseca Murillo y Zihanny Fonseca Quirós. Escuela de Artes Dramáticas Abigail Torres Castro, Francella Lizano Vargas, Guadalupe Bonilla Mora, Jeremy Arias, Melissa Castillo Gutiérrez, Michelle Almendares Loría, Silvia Vargas Barrantes y Yingry Rodriguez Jiménez.

CR É DI T O S


PRODUCCIÓN Oficina de Producción Artística de la Escuela de Artes Musicales M.Ed. Melissa Pacheco Segura Asistencia de producción: Bach. Allan Fabricio Pérez Elizondo Diseño Gráfico: Raquel Esquivel, Diana Quesada y Sofía Benavides

DOCENTES ASESORES Dr. Ronald Campos López – Escuela Filología, Lingüística y Literatura Lic. Daniel Garrigues Herrera – Escuela de Artes Musicales Lic. María Luisa Garita – Escuela de Artes Dramáticas

AGRADECIMIENTOS MA. Juan Carlos Calderón, Director de la Escuela de Artes Dramáticas y Vicedecano de la Facultad de Artes; Mag. Ernesto Rodríguez Montero, Director de la Escuela de Artes Musicales; M.L. Ivonne Robles Mohs, Directora de la Escuela de Filología, Lingüística y Literatura; M.L. Alí Víquez Jiménez, Director del departamento de literatura de la Escuela filología, Lingüística y Literatura.


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