Sin brújula y sin prisa

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Impregnarse la piel de

arena y sal

Está tan cerca del mar que las olas con frecuencia invaden la terraza. Durante el último temporal –me cuenta Arsenio, su propietario– el agua rompió la puerta, entró con fuerza en el interior del hotel y rebasó, incluso, el mostrador de recepción. Afectado por la ley de costas, el Hostal Galicia tiene los días contados, pero hace unas décadas su situación no era la misma. Basta ver unas postales antiguas para darse cuenta de que la distancia entre el hotel y el mar era mucho mayor. ¿Cambio climático o acción directa del hombre sobre el entorno? Arsenio no me sabe responder, pero recuerda los camiones que venían a cargar arena y trasladarla a las playas de Benidorm y Santa Pola. Tampoco sabe cuánto tiempo más podrán seguir aquí. –Estamos ocupando un terreno público en mitad de las dunas de Pinet, un paraje protegido en la marina d’Elx. Pero el hotel no rompe en absoluto con el entorno, más bien al contrario, lo enriquece, se integra en él. En sus inicios fue una tienda de ultramarinos que daba servicio a las familias de los carabineros destinados en un cuartel cercano del que sólo quedan las ruinas. Arsenio Gallego, el abuelo, fue uno de los guardias destinados en este apartado lugar hasta que el azul del Mediterráneo y los ojos de una mujer ilicitana le atraparon para siempre. En los años cuarenta decidió montar su pequeño negocio, lo fue ampliando y convertido después en hospedería, ofrecía alojamiento y comida a los pescadores, marineros y contrabandistas

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