Revista EXACTAmente 57

Page 31

Tanto en las cercanías del Polo Norte como del Polo Sur, Sahade estudia los organismos que habitan las profundidades oceánicas, la ecología bentónica. “Bentos –explica– es la parte del mar que está en el fondo. Analizo cómo son sus interacciones, qué cambios se vienen observando a causa del cambio climático”.

Era la temporada del verano 1994-1995 cuando debutó en las aguas australes con temperaturas que van de -2° grados bajo cero a un máximo de 2°. “Me puse la máscara, el tanque, me até el cabo de vida, que es una cuerda que te une a la superficie, porque para trabajar generalmente se desciende solo”, describe. Del bote que lo llevó a cumplir su sueño, saltó al mar y... “Fue sorprendente. Impacta el contraste, porque afuera no hay prácticamente nada, en cambio cuando bajás, uno encuentra una cantidad de vida enorme con animales muy grandes y variados colores”, cuenta. Divisó ascidias o papas de mar y esponjas; y tocó, como tanto había ansiado, el fondo que era su cielo. Y también contaba con estrellas sol “amarillas y marroncitas como con anillos que llegan a tener un metro de diámetro”, detalla. No se cansa de repetir. “Es muy lindo estar solo ahí abajo. En el fondo marino hay un silencio abrumador. Solo se escucha tu respiración, las burbujas saliendo del tanque y como a lo lejos el ruido de animales, que no se identifica bien qué es”, relata. Aunque, a veces ha

tenido sorpresas, como le ocurrió en las antípodas de la Antártida, en el fondo del mar Ártico, mientras intentaba con esfuerzo armar unos marcos de metal para instalar un experimento. No es fácil con guantes y toda la parafernalia del equipo de buzo ajustar con pinzas los tornillos, ensamblar partes en un ambiente como el acuático. Además, a 30 metros de profundidad, los tiempos son breves, por ejemplo, no se puede permanecer más de 12 a 15 minutos y “hay 50 tareas para realizar”. Absorto, en plena tarea, algo lo molesta. “Sentí que me tiraban para atrás. ¿Qué era? Una foquita que se estaba divirtiendo con mis patas de rana. Estaba jugando. Después me robó unos tornillos”, sonríe al recordar la visita inesperada, aunque no tan sorpresiva como cuando vio en sus primeras zambullidas antárticas una araña de mar enorme que lo dejó sin aliento. “Tenía como 50 centímetros de diámetro y lo que había estudiado en la Facultad era que esos animales son muy pequeños. Cuando la ví, dejé lo que estaba haciendo y la empecé a seguir. Cuando subí y le conté a mis compañeros, me decían que

exageraba”, narra. Él mismo también dudaba si era o no. Ni bien llegó a la base, fue a la biblioteca del laboratorio a consultar un libro de fauna marina y allí estaba. “Efectivamente, los pantópodos en la Antártida son gigantes. Tuve la suerte de verlo. Fue el primero y el último”, menciona, aunque no pierde esperanzas de hallar otro. Lo mismo que dar de nuevo con una ballena azul como le ocurrió en una oportunidad, aunque muy de lejos. “Es increíble. Nos quisimos acercar, pero se fue muy veloz”, indica, cómplice, sobre el animal más grande que existe sobre la Tierra, que llega a medir hasta 30 metros de largo y puede nadar a más de 30 kilómetros por hora cuando está inquieto. El Ártico y la Antártida no sólo son antípodas geográficas, sino también difieren mucho en su diversidad. “El Ártico es un ecosistema nuevo que tiene unos 15 a 20 mil años desde la última glaciación en el planeta. Se observa menos abundancia y diversidad de organismos que en la Antártida, donde la evolución tiene unos 20 a 25 millones de años ininterrumpidos.

31


Issuu converts static files into: digital portfolios, online yearbooks, online catalogs, digital photo albums and more. Sign up and create your flipbook.