Revista EXACTAmente 57

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Ejemplo de ello sería el Mundial de los Datos, herramienta de Educ.ar que conjuga la información pública sobre diversos países del mundo a partir de la situación del Mundial de Fútbol. Con este recurso online es posible reproducir la secuencia de partidos del campeonato mundial pero enfrentando países para comparar otras variables, más allá de las deportivas, como desarrollo económico, países centrales y periféricos, cuidado del medio ambiente, inclusión de tecnologías, comunicaciones, entre otras. La aplicación se nutre de las bases de libre acceso del Banco Mundial, con información sobre el desarrollo de cada nación(http:// www.opengovpartnership.org). “Paulatinamente uno podría implementar este trabajo con datos en actividades prácticas escolares y ver cómo funciona. Por ejemplo, indagar la producción agrícola argentina en la última década, disponible en múltiples fuentes digitales. A través de un recurso de investigación se pueden descubrir cosas y formularse nuevas preguntas. Los temas a tratar están en los límites de la imaginación”, remarca Eduardo Poggi. Para Manuel Aristarán, desarrollador de software especializado en datos abiertos y Magíster del MIT Media Lab, sumergirse en las bases de datos abordando problemas de la vida real es posible. “Existen muchísimas oportunidades para la educación. Investigar las variables del censo nacional sobre hogares, población y vivienda sería una posibilidad para aprender estadística básica”, explica en su charla TED x Río de la Plata –Cambiando el mundo de a una línea de código por vez– que se ha vuelto sumamente popular en las redes.

Nosotros también producimos Pero no sólo los organismos de gobierno, instituciones públicas y privadas y medios de comunicación generan información. En el camino de la educación, las iniciativas de Open Data pueden surgir, al mismo tiempo, de información producida por las propias comunidades. Aristarán enfatiza con cierta fascinación que existen proyectos de educación en

ciencia donde los estudiantes no sólo se apropian de información científica existente sino que generan información ellos mismos. “En las salidas de campo, los alumnos van a parques o reservas naturales de su comunidad y hacen relevamientos ecológicos de flora o fauna o miden indicadores del ecosistema como la humedad en suelo o el clima. Este es un claro ejemplo para enseñar herramientas científicas básicas de recolección y análisis de información, pudiendo seguir un experimento de datos a través del tiempo”. Por su parte, Yamila García considera que la educación de la ciudadanía en su conjunto es inexorable en este proceso. “En el proyecto Escuela de Datos utilizamos una metodología de integración entre la búsqueda de datos y los ciudadanos, denominada Expedición de Datos, que consiste en talleres donde se forma una suerte de campamento integrado por un grupo multidisciplinario de personas de diferentes profesiones, que resuelven problemas de manera entretenida con datos abiertos”, concluye.

Metodologías antes que herramientas Por último, los especialistas coinciden en que enseñar y aprender con Open Data implica más un problema de metodologías que de herramientas tecnológicas. “No se requieren mayores conocimientos que el manejo básico de una planilla de cálculo. Sin embargo, encontrar las fuentes, poder discernir cuáles son las que sirven para seleccionarlas y depurar esos datos para que sean comprensibles por otros no es un proceso lineal

sino que implica muchas idas y vueltas. El trabajo metodológico nos ayuda a administrar los datos, agregando, al mismo tiempo, un valor sustancial a la información obtenida”, argumenta Poggi. “Si bien el tema de la metodología puede ser complejo, especialmente en alumnos de secundario, es esencial transmitir el concepto de que no se puede juntar un censo de población con una encuesta permanente de hogares, porque estaríamos mezclando un conjunto de datos con otro. También dudar de la información me parece crucial, saber cómo se construye esa información y para qué, es el objetivo de cualquier investigación basada en datos”, resume Aristarán. Ocuparse de lo que ocurre previamente a la utilización de las herramientas, incentivando a los estudiantes sobre cómo formular buenas preguntas, a darse cuenta si las preguntas que se formulan son posibles de ser respondidas con los datos que tienen a su disposición, como así también a buscar nueva información y, si no existe, a generarla, parecen ser algunas de las claves del desafío metodológico que proponen llevar las tecnologías de datos abiertos hacia el ámbito del aula. Después de todo, Open Data sería un medio más para mejorar la educación, no un fin en sí mismo. Mientras tanto, restaría preguntarnos si en un futuro próximo los datos abiertos significarán para la educación una herramienta didáctica que complemente el uso intensivo de tecnologías o una idea auxiliar de la teoría pedagógica para proponer cambios en las formas de enseñar y aprender. Pero esa disquisición quedará para otro momento.

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