La inserción de los adolescenteslatinoamericanos en España

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educado, que es más exigente en la educación. En cambio aquí un español se sorprende cuando uno le dice «usted» o «mande». Porque aquí todos dicen: «¿qué?» o «tú». Pero es distinto, porque a un adulto tenemos que tratarlo con respeto de usted, no tú. Ellos no lo entienden, lo tienen como un término de burla…” (Nicole, ecuatoriana, 17 años).

Respecto de los estudiantes latinoamericanos se señala que, en general, su comportamiento se distingue por el uso de formas sociales “educadas”, que llegan a ser consideradas “formales” en el trato con profesores. Esos jóvenes tienen como regla general un mandato familiar de que “deben comportarse bien” para ser aceptados. Parecería que los padres valoran el comportamiento en la escuela y en la sociedad porque en él hay que demostrar que ser inmigrante no debe significar ser catalogado como delincuente. Quizá los padres tienen presente la amenaza que rodea a sus hijos cuando, con relativa frecuencia, en la sociedad de acogida “los inmigrantes se representan estereotípicamente como infractores de la ley y las normas, es decir, como diferentes, desviados y una amenaza para “nosotros” (van Dijk, 2005, p. 53). Entre las pautas de crianza seguidas por madres y padres aquél aparece como uno de los valores que con mayor frecuencia se inculca a los hijos, en la creencia de que el hecho de “comportarse bien y ser educados” les permitirá alcanzar una buena integración. En esa misma línea, se transmite a los hijos como criterio de relación con los adultos el respeto y la obediencia a la autoridad, de acuerdo a los patrones con los que los padres fueron educados en sus países de origen. Los jóvenes, en su mayoría, cumplen inicialmente ese mandato adoptando una conducta que, paradójicamente, lejos de integrarlos, los exhibe como extraños a la mayoría autóctona. Los jóvenes latinoamericanos son percibidos entonces como tímidos y, portadores de un mandato que los diferencia notoriamente, probablemente se presentan en ellos rasgos de inseguridad o, cuando menos, de desconcierto ante la carencia de medios para enfrentar lo desconocido. Los profesores coinciden en señalar que los estudiantes latinoamericanos tienden a ser callados y, cuando hablan, lo hacen en voz muy baja; algunos profesores indican también que son sumisos, lentos y pasivos, mientras que otros los consideran “problemáticos”. “les veo con un ritmo como bastante lento. Incluso los alumnos que, digamos, tienen interés y, en fin, tienen allí unas metas y tal, como que todo les cae muy grande, todo les cae como que vamos muy de prisa, como que se agobian. Y son un poco tranquilos” (Pilar, profesora de química).

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