50 escritores

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50 escritores Varios autores

Solasaldiak Solasaldiak--Tertulias Tertulias

Hernani Udal Liburutegian - 2016ko ekaina Biblioteca Municipal – junio de 2016


50 escritores1 reúne dibujos de César Fernández Arias y textos de escritores contemporáneos que recrean, de una manera central o anecdótica, el lugar donde vieron la primera luz cincuenta escritores ya desaparecidos. Artículo de opinión2 Así se titula esta magnífica edición de papeles mínimos, la editorial madrileña, y pocas veces un título describe con tanta fidelidad el contenido de un libro: 50 escritores se han reunido para hablar de otros 50 escritores. La selección, a cargo de la editorial, que dirige Imanol Bértolo, es consciente, y así lo hace constar en una nota introductoria, de que podía haberse decantado por otros autores o ampliado la nómina: 50 es un número tan arbitrario como cualquier otro. Sin embargo, todos los homenajeados —ya fallecidos— forman parte del canon de la literatura occidental: todos representan lo mejor de la literatura contemporánea universal: desde Rulfo a Pasolini; desde Chéjov a Cunqueiro; desde Austen a Woolf; y se agradece, precisamente, que haya muchas más mujeres entre las elegidas de lo que es habitual: Chacel, Dinesen, Ginzburg, Laforet, Martín Gaite, McCullers, O'Connor. También otros habrían podido ser los comentaristas, claro está. Pero me alegro de que sean los que son, diversos en edades, gustos, estilos y sexos. Y celebro, asimismo, encontrar a no pocos amigos: José Luis Cancho, que sorprende con un texto crítico con su escritor, Gabriel García Márquez, cuyas novelas reconoce no haber podido terminar nunca: "demasiada prosa-selva", dice; Sergio Gaspar, que recuerda a Carmen Laforet, nacida en una casa de la calle Aribau, de Barcelona, pero que hizo decir a Andrea, la protagonista de Nada: "De la casa de la calle de Aribau no me llevaba nada (...) la calle de Aribau y Barcelona entera quedaban detrás de mí"; Tomás Sánchez Santiago, que aporta una reflexión honda, casi filosófica, sobre el portugués Miguel Torga (del que ayer leía cosas también dichas sobre él por otro excelente escritor, Basilio Sánchez, médico y poeta 1

50 escritores está publicado por la editorial Papeles mínimos en su colección Graphica. papelesminimos.com 2

Fuente Corónicas de Ingalaterra, blog de Eduardo Moga eduardomoga.blogspot.com.es


como Torga); Mercedes Cebrián, que sitúa a Virginia Woolf, ucrónicamente, en el Londres del s. XXI: "¿Virginia, que declaró en uno de sus escritos autobiográficos no saber situar Guatemala en el mapa, cenando en un mexicano de Brixton? ¿Virginia en el mercadillo dominical de Brick Lane, hurgando entre prendas con estampados de los sesenta, ella, que detestaba comprar atuendos y que, por no hacerse con un par de ligas, renunció a tomar el té con Paul Valéry en casa de Sibyl Colefax?"; Carlos Jiménez Arribas, que describe con pictórico vigor el Lübeck de Thomas Mann; José María Cumbreño, que contribuye con un poema sobre el contradictorio Pessoa, aquel autor que "jamás salió de Lisboa. Aunque varias veces llegó al fin del mundo. Y regresó"; Miguel Casado, que evoca sus sensaciones al visitar la casa de Lu Xun en Pekín y leer los textos del antiguo letrado, "saturados de malestar, de una ansiedad casi beckettiana, un mundo donde no se puede vivir. El ahogo es la gente..."; y otros más —Juan Andrés García Román, Kirmen Uribe, José Luis Morante, Juan Marqués, Óscar Esquivias, Angélica Tanarro, Carlos Pardo, Ignacio Escuín...—, que se suman a una relación muy representativa asimismo de la pluralidad de la literatura española actual. Todos los textos son breves: textículos, en realidad, que no superan la página de extensión. Y todos acompañan a —o van acompañados por— los dibujos de César Fernández Arias, de una sencillez llena de ingenio y significado. 50 escritores es una antología radicalmente subjetiva de la literatura mundial. Pero es que no hay, no puede haber, antologías objetivas. El mérito de esta selección es, precisamente, su subjetividad —y su radicalidad—. Lo que yo quiero en un compendio, como en la gente, es saborear la personalidad que lo define, aunque sea tan plural como la de este; lo que me gusta es que tenga un color singular, un aroma especial, incluso unas rarezas y unos errores propios. Las antologías solo tienen sentido —solo enriquecen el panorama— si se dotan de un sesgo particular, si incluyen a gente que nosotros no incluiríamos jamás, si hacen descubrimientos inverosímiles o cometen errores asimismo inverosímiles. 50 escritores es respetuoso con la tradición, pero su aproximación a los autores es intensamente antiacadémica, propia de escritores que bregan cada día con la creación y con la crítica. Los textos están vivos, y eso hace que aquellos de quienes hablan también lo estén. Un ángulo de visión, una escena, un detalle, una idea: eso basta para engrandecer lo mirado. Estos textículos son pequeñas lupas de muchos aumentos y, en no pocos casos, de muchos quilates. Eduardo Moga [Nota. Eduardo Moga es el autor del textículo sobre Marcel Proust.]


Artículo de opinión3 Los lectores tenemos escritores favoritos. Unos nos gustan mucho, a otros los idolatramos y algunos no nos laten demasiado, como dirían en tierras mexicanas. Esto es una obviedad. Sin embargo, cuando los lectores se convierten en escritores la pregunta cambia. Existe cierta obsesión por encontrar referentes en la obra de este u otro autor. Son muchas las entrevistas en las que surge la pregunta sobre en quién se ha basado o inspirado uno para crear la trama, los personajes… ¿Acaso no es interesante saber a quién leía con gusto Borges? Sin duda todos tenemos un olimpo particular de escritores. Les invito a algo: intenten recordar cuándo fue la primera vez que dieron con ellos. Quizás, incluso, fue escuchando La Milana Bonita. Esos miembros de nuestro olimpo literario han traspasado el papel pero en sentido contrario. De persona se han transformado en personajes, y deambulan por las calles de nuestra imaginación dispuestos a inspirarnos en cualquier momento. Dicha inspiración es la que llegó a los coprotagonistas del libro 50 escritores (Papeles Mínimos, 2015), una obra ilustrada con dibujos de César Fernández Arias en el que diferentes escritores contemporáneos recrean lo que es para ellos ese escritor ya fallecido que tanto les evoca. 50 escritores es una obra fresca, para leer, como un poemario, de poco en poco, tranquilamente y sin ningún tipo de camino marcado. Es un libro para disfrutar en soledad o acompañado. Una obra para iniciar una conversación entre amigos, para crear debate o para buscar inspiración en los rincones de la imaginación. Un recopilatorio para leer a un compañero de viaje o a una hija. Para leer a tu madre, con quien tan buenas tardes has pasado leyendo. O a tu padre. Para recordar nombres que, creías, descansaban en el rincón del olvido. Para descubrir escritores nuevos, otros aún más nuevos o simplemente redescubrir aquel autor que tanto te apasiona. Es un libro para buscar disfrutar de la anécdota bien narrada o para evocar tiempos mejores. Es un libro que invita al optimismo, que despierta una sonrisa y que, en el fondo, nunca acaba, porque siempre es un buen momento para volver a releer un texto. Un párrafo, una frase, una palabra… Es un libro que esconde muchos regalos, genialidad en pequeñas dosis. Gota a gota, 50, en concreto. Gustavo Martín Garzo escribiendo sobre Karen Blixen, Angélica Tanarro sobre Flannery O’Connor, José Luis García Rodríguez García sobre Dos Passos, Martín Rodríguez-Gaona sobr Chéjov… Y así otros 46. Como reza la nota preliminar, son 50 como podrían ser 60 o 70. Y son estos 50 como podrían ser otros. Mejor, que se sigan haciendo estas pequeñas joyitas cuya publicación no es tan sonora como el best-seller de turno pero cuyo lomo merece lucir en las estanterías. Páginas que, al fin y al cabo, reúnen pasado y presente. Una unión, para rematar, rubricada por el lápiz de trazo metafórico que empuña Fernández Arias.

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Fuente La Milana Bonita (portal que incluye programa temáticos radiofónicos) lamilanabonita.com


Entrevista Imanol Bértolo, editor de la editorial Papeles mínimos Desde hace casi tres lustros y sobre tierra abonada por artistas y poetas, Imanol Bértolo ha ido consolidando el lúcido catálogo de Papeles mínimos. Su último brote, una colección de libros que dará muchas alegrías Por Gorka Elorrieta. Fuente: Madriz.com Febrero 2014

¿Cuándo empezaste en esto de la edición? ¿Por qué te hiciste editor? Empezamos con unas plaquettes que hacíamos, y hacemos, con artistas y escritores que por la razón que fuese nos interesaban sus trabajos: Mercedes Cebrián, Ana Juan, Matz Mainka, César Fernández Arias, Martín López-Vega, Jordi Teixidor, Luis Muñoz… ¿Y en qué año creaste Papeles mínimos? Creamos Papeles mínimos el año 2000-2001. Echábamos en falta este tipo de publicaciones, y eso fue lo que nos animó (a Montse Lago y a mí) a dedidicarle atención cuando teníamos tiempo y algo de dinero extra. ¿Por qué ese nombre? El nombre procede de esas plaquettes de las que te hablaba. Las primeras que editamos llevaban el nombre de duplex papeles mínimos, porque eran dos personas las que colaboraban (un escritor y un artista) y se trataba de un papel plegado en cruz, algo mínimo. Del primer número (el nº 0) sacamos 300 ejemplares impresos por las dos caras a una tinta, y la mancheta en color la serigrafiamos en el taller de un amigo, Manolo Gordillo. Después pasamos a sacar 500 ejemplares, a dos tintas, pero ya sin la mancheta serigrafiada, que realmente era un lujo pero llevaba su tiempo de elaboración. Más tarde empezamos a editar Los monos de duplex, en tamaño todavía más pequeño que el duplex, justo la mitad, un A-4 (folio) plegado en dos, y que está dedicado en exclusiva a un solo escritor, de ahí lo de monos. [Por cierto, lo de duplex sin acento es porque lo queríamos lo más limpio posible, flotante, sin viseras]. ¿Cuáles son vuestras señas de identidad? Las señas de identidad, si éstas existiesen, las van dando las publicaciones en sí mismas. Algo imprescindible es el disfrute y el colaborar con escritores y artistas cuyo trabajo nos guste, apostar por algo que veamos que puede ser interesante, que pueda aportar algo. Editar, sinónimo de… Entender al escritor, de apasionarse por una obra, eso es lo que nos mueve. En tiempos de Goethe era como el mismísimo diablo, que esquilmaba a los autores…

En el catálogo hay un título de narrativa, un poemario y un libro de dibujos.


¿Se sumarán nuevas obras pronto? Sí, alrededor de la primavera sacaremos un libro de poesía, Siempre es de noche en los bolsillos, de Tomás Salvador González, y sacaremos la 2ª edición de la novela Lento proceso, de José Luis Cancho. También tenemos pendiente en gráfica un libro con estarcidos de escritores, de Damián Flores. ¿Te marcas un número de publicaciones al año o depende principalmente de una cuestión económica? Tenemos como idea sacar cinco o seis títulos al año, siempre y cuando demos con obras que podamos defender totalmente. Y sí, la parte económica también tiene su peso. Háblanos de esos “libros” de artistas más exclusivos… A veces, con algunos artistas con los que hacemos los duplex surge la oportunidad de editar algo más: troqueles, serigrafías, esculturas… Así surgen esas ediciones de las que me hablas. Un libro que guardas con celo o al que le tienes especial cariño en tu biblioteca personal. El Primer libro de tapas de Luis Seoane, un opúsculo sobre tipografía, La copa de cristal, de Beatrice Warde, alguna primera edición del poeta Ángel González… Libros variopintos. Coméntanos algunos pros y contras de la edición independiente. Contras ninguno. Y a favor todo, tienen ganas, oxigenan el ambiente. Enfrente están las grandes editoriales que acaparan toda la visibilidad. Cubren esos espacios que no olfatean los grandes grupos, aunque sean inmediatamente absorbidos. Tienen más de apuesta personal que corporativa. De cualquier manera siempre han existido, de una manera o de otra. Ante una posición hegemónica y dominante surge una respuesta para cuestionarla. El vivir en los intersticios, como Peter Handke. Salirse del foco, crear otros. ¿Qué dos o tres pequeñas editoriales destacarías por su trabajo? No me gustaría hablar de ninguna en particular, porque en su mayoría el estar ahí ya es un logro, con mucho esfuerzo y seguro que ilusiones. Hablaría más de abrir nuevos focos no hegemónicos, creo que por ahí van un poco los tiros. Y todas contribuyen a ello, con más o menos fortuna, la realidad es obstinada. Imagino que os llegan muchas propuestas pero… ¿lo que tenéis ahora en catálogo mayoritariamente nace de una apuesta personal? Es cierto que llegan muchas propuestas e intentamos atender a todas, y no siempre es posible. También intentamos que las cosas que nos van llegando las lean otras personas, además de nosotros. En la colección de poesía y en la de gráfica no hay problema, hay unos poetas maravillosos en este país y unos artistas estupendos. Donde más dificultad encontramos es en narrativa. Y sí, lo que tenemos ahora en catálogo es una apuesta personal.


¿Cuántas personas forman actualmente la editorial? Podemos decir que el núcleo duro lo llevamos Montse Lago y yo, pero a partir de ahí hay muchas personas alrededor del proyecto, apoyándolo, en Madrid, en Donostia… Brevemente… ¿cómo se hace un libro en Papeles mínimos? Por ejemplo, el muy recomendable ‘Retrovisor’, de Martín López-Vega. Mira, por casualidad la imprenta con la que trabajamos prefiere que encarguemos por nuestra cuenta el papel, así que los papeles del interior, las cubiertas y sobrecubiertas los gestionamos directamente. Las sobrecubiertas las sacamos de la imprenta para serigrafiarlas en un taller y de ahí salen otra vez para ir a la encuadernadora. Las tipografías las vas sopesando, pruebas con unas y con otras, hasta que das con una que pueda funcionar con todas las colecciones, y eso nos ocurrió con la tipografía norteamericana Eames. Nos gustaría utilizar una hecha aquí, que hay unos tipógrafos estupendos, pero por un problema o por otro no fue posible, pero no cejamos, si surge alguna que se pueda adaptar a nuestros libros… Todo el proceso de maquetación y diseño también lo hacemos nosotros. Tenemos un pequeño equipo con el que colaboramos en la corrección de textos. La distribución también la llevamos nosotros, trabajamos con algo más de sesenta librerías. Este viene siendo el proceso de nuestros libros. Antes están los encuentros con los autores, la alegría de dar con un buen material, las discusiones, los puntos de vista, los peros, el título, la vuelta a corregir… Con Martín López-Vega siempre es fácil trabajar, es rápido, generoso, dispuesto y como poeta una debilidad mía y creo, por lo que dices, de otras muchas personas. Personalmente he sido feliz editando Retrovisor. Soñando… ¿qué te gustaría haber editado? A bote pronto, dos escritores muertos, uno norteamericano, Raymond Carver, y otro del país, el poeta Ángel González. ¿Qué es lo que peor llevas del trabajo de editor? No sabría que decirte, te podría decir la parte administrativa, pero teniendo buenos textos, buenos libros, se eclipsa cualquier otra consideración. ¿Y cuándo te has sentido inmensamente satisfecho? Personalmente siempre tengo algún pero que normalmente me callo, algo que mejorar en el próximo, y siempre es así. La posible satisfacción viene por poner un buen texto, una buena obra, en circulación. El contenedor, el continente, no sirve, como mucho acompaña. Lo importante es el texto, la obra, la tripa.



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