La Gualdra 616

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“Podría decir que mi mayor influencia literaria de la infancia fue el chisme. Y no sólo se limita a la infancia. Sigo siendo un paciente escuchador porque comparto la idea rulfiana de escribir historias que me cuentan”. Rodrigo Ramírez del Ángel, autor del libro Dinero para cruzar el pueblo, ganador del Premio Nuevo León de Literatura 2020, en entrevista con Beatriz Pérez Pereda

SUPLEMENTO CULTURAL NO. 616 / 8 DE ABRIL DE 2024 / AÑO 13 DIR. JÁNEA ESTRADA LAZARÍN
Rodrigo Ramírez del Ángel. Foto de Virginia Secone.

616 La Gualdra No.

Contenido Editorial

El Festival Cultural Zacatecas 2024 llegó a su fin el sábado 6 de abril tras dos semanas de actividades ininterrumpidas en varios escenarios; durante estos días pudimos ser testigos de que todo se llevó a cabo de manera ordenada y con tranquilidad. Tanto las personas que vivimos aquí como quienes nos visitaron durante la temporada vacacional tuvimos la oportunidad de elegir, entre las muchas opciones que hubo, a qué espectáculo, concierto, obra de teatro o de danza, cine y exposiciones asistir. El balance, en términos generales, es bueno en muchos sentidos, no sólo porque hubo calidad en lo programado, sino porque quedó comprobado una vez más que el arte y la divulgación de la cultura tienen ese poder armonizador del que tanto hemos hablado.

Asistimos a varios de esos eventos durante estos días, no todos a los que hubiéramos querido porque tuvimos que priorizar y hacer una selección, pero no hubo ni uno solo de ellos que no fuera satisfactorio. En Plaza de Armas se pudo observar que la programación se hizo considerando a diferentes sectores del público; y fue quizá el conformado por jóvenes el que más me sorprendió. El concierto de Enjambre, el grupo originario de Fresnillo, me gustó mucho por esa cohesión que lograron los artistas zacatecanos con su público local; me alegró sobre todo porque fueron acogidos cálidamente por los espectadores y porque los artistas recibieron un reconocimiento muy emotivo de quienes los siguen y los escuchan desde hace más de una década.

Postnecrum y Therion reunieron también a un público muy especial que no sólo disfrutó su concierto, sino que sigue -muchos días después- comentando que ha sido uno de los mejores que ha habido en ese lugar. A mí me gustó, de manera particular, el del artista chihuahuense Kevin Kaarl; su actuación fue impecable, pero la del público que asistió lo fue aún más.

El martes 2 de abril los primeros espectadores que hicieron fila para ingresar a Plaza de Armas llegaron a las 6 de la mañana, según pudimos escuchar en algunos videos que circularon en redes sociales; a medio día las filas daban vuelta a la cuadra completa y cuando dieron las 8 de la noche la plaza estaba llena y la gente

que ya no pudo entrar inundó la Avenida Hidalgo para presenciar el concierto en las pantallas que fueron instaladas con ese fin. Desde el área que nos fue designada a las personas de prensa, veía cómo miles de jóvenes -sobre todo- esperaban que iniciara el concierto y era tal la cantidad de personas que por un momento temí que fuera a salirse de control, cosa que afortunadamente no ocurrió porque todo el concierto transcurrió de manera impecable.

Kevin Kaarl es un joven de 23 años que apenas hace 6 sacó su primer sencillo y el año pasado recibió el Premio Rolling Stone en español al Artista Promesa del Año en 2023. Su música es sencilla, su voz potente y le canta al amor; y me tocó ver que ese público que lo esperó durante horas a que iniciara, además de joven es un público que se sabe de memoria sus canciones, incluso “las más viejitas, las de hace 6 años”, como dijo este artista que, apelando a la parte más buena de los seres humanos, esa parte que sabe generar “amor del bueno” y “amar desde las entrañas”, logró congregar a más de veinte mil personas y hacerlas cantar.

Ese concierto fue para mí el más emocionante porque me devolvió la esperanza que a ratos parece diluirse entre tantas malas noticias. No hubo una sola canción que hablara de violencia, ni de venganza, ni tampoco alguna que hiciera apología de esa vida de excesos y descontrol promovida por otros grupos; hombres y mujeres que asistieron ese día a escucharlo disfrutaron de un concierto que terminó justo como empezó: con orden y mucha alegría.

Hago énfasis en este concierto porque quedó demostrado que los jóvenes tienen una posibilidad transformadora encaminada también a generar la pacificación de nuestra sociedad; no sólo tienen la fuerza de hacer que la vida sea mejor para ellos, sino para que nosotros, los no tan jóvenes, tomemos su ejemplo de civilidad. Que disfrute su lectura.

Jánea Estrada Lazarín lagualdra@hotmail.com

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Premio, premio, premio [capítulo 2 de la novela Dinero para cruzar el pueblo] Por Rodrigo Ramírez del Ángel

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Rodrigo Ramírez del Ángel [Entrevista al autor de Dinero para cruzar el pueblo] Por Beatriz Pérez Pereda

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Zacatecanas en el devenir de la historia. Siglos XVIII, XIX, XX de Emilia Recéndez Guerrero Por Luis Miranda Rudecino

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The iron claw / Garra de hierro, de Sean Durkin Por Adolfo Núñez J.

Identidad y uniformes Por Monika Malgorzata Gabrys

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Lago y volcán. Abstracciones en Michoacán y Jalisco en diálogo con la colección del MAAMF

[Conferencia de Juan Carlos Jiménez Abarca] Por MAAMF

LA GUALDRA NO. 616 /// 8 DE ABRIL DE 2024 /// AÑO 13 La Gualdra es una coproducción de Jánea Estrada
y La Jornada Zacatecas.
semanal, distribuída e impresa por Información para la Democracia S.A. de C.V. Prohibida la reproducción total o parcial del contenido de esta publicación, por cualquier medio sin permiso de los editores.
Lazarín
Publicación
Carmen Lira Saade Dir. General Raymundo Cárdenas Vargas Dir. La Jornada de Zacatecas direccion.zac@infodem.com.mx Jánea Estrada Lazarín Dir. La Gualdra lagualdra@hotmail.com Sandra Andrade Diseño Editorial Juan Carlos Villegas Ilustraciones jvampiro71@hotmail.com
Directorio 2

Premio, premio, premio

[capítulo 2 de la novela Dinero para cruzar el pueblo]

6 Por Rodrigo Ramírez del Ángel

Hay ruido en mi cabeza, el de un taladro constante contra mi cráneo: abro los ojos y lo escucho, prendo la televisión, infomerciales, sigue, huelo a cigarro, entro a la regadera: sigue, todo sigue. Un respiro. Otra vez inicia. En el espejo tengo ojeras, manchas en mis manos, una quijada que se parece a la de Esmeralda. Maquillaje, veo la hora, crema rejuvenecedora, son las doce de la tarde. Desde la ventana: un parque, un niño andando en bicicleta, el nieto del vecino. Sirvientas barriendo las entradas, ese debía ser mi lugar. El ruido. Eusebio toca la puerta, mamá, me dice, tengo hambre y no hay nada. No, no hay nada, quiero responder: y no importa que no lo haya. Le sonrío, vamos al súper, digo. Escarbo mi bolsa Louis Vuitton, de entre cajetillas de Benson mentolados aplastadas sale un billete de doscientos, ¿por qué me sobró?, me pregunto; ¿por qué no lo metí?, pude haber recuperado todo. Un taladro en mi cráneo. Empujo el carrito del supermercado. No necesito a ningún marido. Somos un hijo y su madre caminando por el pasillo del pan. Mi hijo da un paso. Ruido. Da otro. Premio. Se detiene y toma un pan de hamburguesa. Ruido. Eso está muy caro, le digo, agarra del otro. Me ve extrañado: esas palabras nunca salían de mi boca. A Bernardo le gustaba el abulón de quinientos pesos el kilo. Nunca dije que era caro: no era mi dinero. Eusebio jamás comerá eso, aunque sea un adulto, él sería feliz con mantecadas y cuernitos. ¿Él sería feliz? Necesito descansar, le digo después de comer. De qué, sé que me quiere preguntar, pero no dice nada. Es buen muchacho. Hay ruido en toda mi recámara, enciendo la televisión y pongo el canal español: gachupinas güeras hablando seseado sobre la duquesa de Alba y algún gitano que quiere su fortuna. Ya está muerta le digo a la televisión, déjenla descansar. Parezco loca. Enseñan una foto de la duquesa: ¿me parezco a ella?; me veo como ella, me digo. Cierro los ojos. Ruido. Los abro de nuevo. Suena mi teléfono. Está anocheciendo. Son los del banco. Quieren su dinero. Yo también. Los ignoro. Para todo hay orden: hasta para tirar tu vida a la basura. Mi última propiedad: el terreno en Tepoloa lo vendí hace un mes. He modulado mi dinero, ya casi lo acabo. Me veo al espejo y siguen esas ojeras, será que hoy, tal vez hoy, no salga y me quede aquí viendo a esas españolas, que esta noche sea la que no vea a la señora que vende tamales en la ca-

lle, a mi lado apostando peso a peso, cartón por cartón, picándole con su mano arrugada, correosa, con mugre en las uñas. No es culpa de ella, no es culpa mía, somos hermanas, somos iguales, yo soy ella. Eus, grito. Aparezco con agua en la cara en el espejo, arrugada, prieta, con manchas, llevaba años sin verme así, ¿alguna vez me vi así? Qué pasó, ma, me dice mi hijo desde del umbral de la puerta del baño. Ruido. Me ve preocupado, pero no dice nada. La luz blanca le remarca sus senos. Voy a salir, le digo, ¿tú te preparas de cenar? No hay nada. ¿Nada?, pregunto de nuevo. Bueno. Ruido. Hay sobras de la comida.

Una blusa Adolfo Domínguez, con unos flats Tory Burch, bolsa Fendi y ya estoy en la camioneta. No huelo a cigarro. Premio. Cuánto dinero me queda, hago cuentas en el camino. Veinte mil, será; más lo que depositó Bernardo de la casa. Ruido. Me tiene que durar de aquí a que gane. El casino me recibe y el ruido de mi cabeza ahora son las chicharras y gritos y murmullos y música. Me siento y es la primera vez que descanso en el día, prendo un cigarro. Le metes dos mil, le digo a una chica con chaleco rojo, y al rato regresa con una tarjeta y mi tarjeta y un váucher. Pico la pantalla con la goma de un lápiz. Hace un sonido discreto, apenas distinguible entre todo el barullo del casino. Tum. Premio, premio, premio, se escucha de una de las máquinas cerca de mí, el acumulado, gritan algunos, felicitaciones. Tum. Muerdo la boquilla de mi porta cigarro, no es envidia, me digo, pero ese acumulado me podría sacar de muchos apuros. El contador que dice

créditos que en verdad es mi dinero desciende y desciende. Le llamo a la chica del chaleco rojo, otros dos mil, por favor, gracias. Y espero. ¿Qué hora será? Tum. El contador baja.

Treasure Island gritan unas máquinas, un señor pelón se me sienta a un lado, ve, discretamente, cómo muevo mis manos. Me va a hablar, yo lo sé, viejos ligones hay muchos. Disculpe, bella dama, dijo el ridículo. Tum. Veía sus manos, porque sabe una mujer se puede ver bella de la cara, pero su verdadera belleza recae en sus manos y las de usted son inigualables. Tum. Gracias, digo sin verlo. Me permitiría invitarle una copa, señora. Prendo otro cigarro, lo veo a los ojos, no me interesa, le digo. Tum. Recibo un premio de diez mil pesos. Siento unas burbujas en mi estómago y recuerdo cómo jugaba solitario mi padre. Tum. Triple apuesta, con treinta mil podría sacar lo suficiente para unos meses, quitarme al banco de encima, sería dinero mío, yo lo gané, es un trabajo, sería dinero mío, no de un exmarido, mío. Tum. Qué hora es. El dinero baja. ¿Tan rápido se acabó? Otros dos mil, por favor. Tengo hambre. Señora, disculpe, me dice la del chaleco rojo, declinaron la tarjeta, si gusta me puede dar otra o… Sonrío, debe de haber algún error, busco entre mis cosas, pero no está mi otra tarjeta, déjame llamo al banco. Me levanto del asiento y camino entre las filas de máquinas y máquinas, de señoras canosas con un reflejo neón en sus lentes, chamacos que apenas tienen dieciocho agarrándose los pelos preocupados por acabarse su domingo, yo busco al señor de la copa, estiro mis manos. Lo veo

sentado en una máquina que tiene un faraón en su letrero. Me acerco. Hola, le digo, fui grosera hace rato. Y le veo la cara, sus ojos entrecerrados, quijada tensa y la lengua sobre sus dientes, he visto esa cara, en el espejo, sobre todo, es mi cara de ayer en la noche, es la cara que voy a tener en un rato. No tengo dinero, me responde. No tengo dinero yo tampoco. Mis cuentas estaban equivocadas. Afuera del casino hay norte. El ruido regresa a mi cráneo. Está el triciclo de la vendedora de tamales estacionado afuera del casino. Son las tres de la mañana. No vi a la señora adentro. Camino hacia la camioneta. Siento frío. Estoy perdida. De entre los carros escucho gemidos, los sigo, y ahí está la señora de los tamales, sentada en el asfalto, con un pene en su mano derecha y un señor panzón a su lado, con una mirada que podría provenir del mismo infierno. Corrijo, estamos en el infierno. ¿Cuánto habrá cobrado? Trescientos pesos, mil, ¿cuánto cobraría yo?, con dos mil apenas y me alcanza. Nadie quiere cogerse a una señora. Ruido, ruido, ruido. Estoy en mi camioneta, la carretera está oscura, el norte mece las palmeras, parecen bailar, van y vienen, todo está vacío, me siento en una ciudad fantasma, gris, muerta, no esquivo hoyos, sueño con caer en ellos, y recuerdo una moneda en el aire: águila o sol, mi estómago estrujado, revoloteando por primera vez. Un carro viene en sentido contrario.

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Literatura
* Este texto se publica con la autorización del autor y por cortesía de www.editorialgatoblanco.com

Rodrigo Ramírez del Ángel

[Entrevista al autor de Dinero para cruzar el pueblo

]

Literatura

Beatriz Pérez Pereda: Me llamó la atención la construcción de los personajes femeninos en Dinero para cruzar el pueblo, son estupendos (muy Madame Bovary de tu parte), en los agradecimientos dices las mujeres en tu familia te dejaban escuchar sus conversaciones, platícanos un poco de la creación de estos personajes.

Rodrigo Ramírez del Ángel: Una de las grandes frustraciones que sentía cuando era niño era estar rodeado de mis tías y mi madre, escuchándolas hablar y que de un momento a otro alguna me pidiera que me fuera porque iban a hablar temas sólo para adultos. Me ponía furioso. Llegaba con mis primos de mi edad y sus conversaciones me pare-

cían pedestres y simplonas: era la plática que yo podía tener y si era la plática que yo podía tener, entonces era una plática que no me interesaba escuchar. Podría decir que mi mayor influencia literaria de la infancia fue el chisme. Y no sólo se limita a la infancia. Sigo siendo un paciente escuchador porque comparto la idea rulfiana de escribir historias que me cuentan. Con el tiempo, dejaron de pedirme que me fuera y poco a poco fui recolectando y creando en mi cabeza la construcción de mi familia, que, casualmente, está liderada, en su mayoría por mujeres de personalidad fuerte y reacia. Las fui conociendo a través de sus dolores, risas, partos, divorcios, aban-

Rodrigo Ramírez del Ángel (1985) es escritor, guionista amateur y catador de frijoles veracruzano. Ha sido becario del Pecda Nuevo León (2015) y del Centro de Escritores de Nuevo León (2022). Coescribió el guion del cortometraje Cómo hacer una nube, basado en un cuento de su autoría, que recibió menciones honoríficas en diversos festivales. Fue ganador del Premio Nuevo León de Literatura 2020 con la novela Dinero para cruzar el pueblo, y el Premio Nacional de Cuento Corto Eraclio Zepeda 2022 con el libro Tesis de la soledad. Después de vivir dieciocho años en Monterrey, ahora reside, de manera itinerante, en la Ciudad de México, rodeado de tres perritos que le exigen mucho.

donos, negligencias y sus búsquedas. Cuando Dinero para cruzar el pueblo estaba en sus albores y noté que el personaje de Jade cobraba cada vez más importancia, lo tomé con suma responsabilidad. No sólo porque se requiere de sensibilidad y seriedad al escribir sobre los temas tan álgidos como la adicción y violencia que toco en la novela, sino porque quería mostrarle respeto a esa especie de cofradía que mi ánimo chismosón me dio con las mujeres de mi familia. La construcción de Jade, por ende, nace de la necesidad de que no fuera, ni cerca, una villana, como se podría entender si sólo leyéramos los primeros capítulos que rodean a Eusebio. Entonces, fui creándola como capas en una cebolla que surgen de diversas historias que he ido escuchando y recolectando en mi vida. Lo mismo hice con Ámbar, con Raquel, con Wendy. También, al crear personajes para una historia de largo aliento, yo no busco que sirvan a la trama. Al contrario: cuando veo que un personaje existe sólo para eso y no se sostiene por sí mismo, trato de elimi-

narlo. A veces es imposible. Pero en general, busco crear personajes con contradicciones, en posiciones incómodas y los obligo a querer salir de ahí, sin importar su sexo o género. Creo que esa fórmula es la base de la creación de personajes bien construidos.

BPP: También me gustó esa exploración de las ciudades petroleras, toda la violencia y destrucción, decadencia social y ecológica que hay en sus asentamientos, es un tema que se ha tocado todavía poco en la literatura mexicana y del cual podría haber incluso un género “la novela del petróleo”, qué piensas de esto.

RRDA: Cuando viajábamos en carretera de Veracruz, ciudad donde nací y crecí, a Tuxpan, ciudad natal de mi madre, sabíamos que estábamos por llegar a nuestro destino cuando comenzaba un olor a caca. Pero en verdad no era caca lo que olíamos, era Poza Rica y su olor a petróleo. Recuerdo su paisaje de torres que subían y bajaban extrayendo; en Tuxpan, de casa de mi abuela se veían claramente los tanques de almacenamiento de PEMEX. Toda mi familia materna,

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Rodrigo Ramírez del Ángel. Foto de Virginia Secone

de una forma u otra fue parte de PEMEX y el petróleo. Cuando comencé Dinero para cruzar el pueblo no pensé en el petróleo como un agente externo, sino como parte del telar fundamental de la zona que quise retratar. De niño yo no veía esos chacuacos echando humo negro como una degradación ecológica, sino como parte natural del escenario en el que crecía y mi familia se desarrollaba: era un todo: la selva y el petróleo.

La identidad social del petrolero y de las ciudades petroleras es, por decirlo de un modo eufemístico y ligero, curiosa. Un ejemplo claro es el hecho que, años atrás, al ser miembro del sindicato petrolero, los hombres gozaban del privilegio de que su familia directa gozara de los beneficios laborales de PEMEX. Y también una de las amantes y sus hijos. Creo que este dato curioso ejemplifica mucho de cómo estas ciudades y pueblos fueron forjando su propia cultura. Muchas de ellas son ciudades que nacieron por la mera casualidad de los yacimientos cercanos y, esto lo asumo, saben del peligro existencial en el que viven y que la

petróleo es protagonista y que conozco es Morir en el golfo de Héctor Aguilar Camín, que fue escrita el mismo año en que nací y que, denotando ese centralismo, es desde la perspectiva de un periodista que viaja hacia el mundo salvaje de la huasteca veracruzana. Y ahora que, desde la crisis del petróleo del 2016, ciudades como Coatzacoalcos o Ciudad del Carmen han perdido su aura de progreso para convertirse en vacíos políticos y económicos, quizá la novela del petróleo que no tuvimos se convierta en la novela de la ausencia que tenemos.

borrador, que dije: creo que esto es una novela. Y entré en desesperación porque, de repente, me sentí perdido, como incapaz de poder escribir lo que prácticamente ya había escrito. Es un proceso que se borró de mi mente y que resultó en un objeto que dice mi nombre y que se supone que escribí yo. Y por alguna razón igual de contradictoria, es un proceso que decidí que quería volver a vivirlo.

supuesta ecología les recuerda constantemente: dejarán de existir en el momento que el petróleo deje de ser útil. Y sin embargo, el petróleo, para el imaginario y literatura gringa, es esta herramienta que genera millonarios, que violenta a comunidades locales, son historias de héroes, de valientes capitalistas, o de pobres pueblerinos abusados. Es el lugar de personajes enormes y violaciones prepotentes. En México, asumo que por culpa del centralismo sistemático, el petróleo se ve como algo lejano, quizá provincial, salvaje. Si hubiera pozos cerca de la Ciudad de México se asumiría como parte de la identidad nacional, como los asquerosos romeritos (que nunca vi uno, ni supe qué eran hasta hace unos meses). Pero a diferencia de ese imaginario gringo, y dispar de la idea salvajista del centralismo, en México, por muchos años el petróleo significó la promesa creación de una clase media, de un progreso colectivo, de una mejor y estandarización de la calidad de vida. Promesa que, como sucede, no llegó del todo. La única novela contemporánea mexicana en la que el

BPP: Dinero para cruzar el pueblo es una novela de mucha tensión, a veces cruel, de luminosas contradicciones, pero también muy divertida, incluso si ese humor es para atenuar el horror; cuándo dijiste “voy a escribir esta novela”… RRDA: Fue casi sin planear. Empezó como una colección de textos que, con el paso del tiempo, empecé a notar que tenían ciertas similitudes y que algunos terminaron siendo versiones muy primigenias de capítulos de la novela. Pero fue hasta que escribí lo que terminó por ser el primer capítulo y empecé a jugar con la idea de las formas espejeadas de concebir el pasado -un personaje que no lo conociera y una mujer que quisiera no conocerlo-, fue que dije: aquí puede haber algo. No me atrevía aún llamarlo novela. Lo que sí sé, es que desde su concepción la idea principal era la contradicción: al escribir, siempre ponía a personajes que estuvieran fuera de su entorno natural y creo que el humor, de ahí, surge en automático. Y en efecto, fue un proceso que tomó mesura: no quería llegar al absurdo al que era fácil recurrir al tener un personaje gargantuesco como Eusebio, ni quería jugar unas olimpiadas del dolor, opresión y violencia con Jade. Intenté caminar sobre la cuerda floja para mantener el tono de la contradicción, de los opuestos, del reflejo.

Es curioso, porque ésta fue el tercer intento de novela que he hice, la segunda que terminé (la primera está enterrada en una bóveda inaccesible debajo de la Isla de Sacrificios) y durante momentos se sentía como un parto, o como lo que supongo que podría simbolizarse un parto, pero en retrospectiva, no fue sino hasta muy avanzada la escritura, quizá ya casi terminando el primer

BPP: Cómo te sientes con esta segunda edición de tu novela, con la cual ganaste el Premio Nuevo León de Literatura 2020, y cuáles son tus planes sobre tus próximos libros, platica un poco a tus lectores qué es lo que viene.

RRDA: Mi acercamiento a la literatura viene del cuento. Y no me atrevería a decir que soy mejor cuentista que novelista, es más, no me atrevería que soy bueno en ninguna de los dos (a lo sumo, diría que se me facilita hacerlo), pero sí puedo aseverar que disfruto más escribir cuento. Y no porque sea más sencillo, ambos tienen sus complejidades y, dentro de mi cabeza, tengo más teorías y reglas para la escritura de cuento que para novela. Creo que es un trabajo más refinado y quizá, lo que me gusta a mí es sufrir. No lo sé. Confieso esto porque, pronto (espero en verdad que pronto) saldrán dos libros de cuentos de mi autoría. Uno de ellos, Tesis de la soledad, una colección de 23 cuentos cortos que ganó el Premio Nacional de cuento corto Eraclio Zepeda 2022. Y otro más, del que no quiero hablar aún porque los procesos editoriales son mañosos.

Con la reedición de Dinero para cruzar el pueblo sólo puedo sentirme alegre. El trabajo que la Editorial Gato Blanco ha hecho es magnífico, siempre atentos de mis terquedades y con una visión clara de lo que ellos buscan en sus libros. El Premio Nuevo León del 2020, para mí, fue un antes y después. Recibir un premio que ganó una de mis maestras, que tanto me enseñó, admiré y quise, Patricia Laurent Kullick, significó muchísimo. En mi proceso de considerarme escritor, siempre tendí a sentirme fracasado pese al aliento de algunos lectores. Sin embargo, desde entonces, ha requerido más y más esfuerzo mantenerme con esa baja autoestima.

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Literatura

Zacatecanas en el devenir de la historia.

Siglos XVIII, XIX, XX de Emilia Recéndez Guerrero

Libros

“Relatar y escribir sobre la propia vida o la de otras mujeres ha sido un anhelo largamente cultivado por muchas, en el devenir de la historia”.1 Así comienza la doctora Emilia Recéndez el libro Zacatecanas en el devenir de la historia, ¿de dónde deviene ese anhelo? ¿En qué radica la relevancia de escribir y relatar sobre las mujeres? Me pregunto, y responde la autora: “el tratar de comprender el contexto de desigualdades en que han vivido las mujeres; el transgredir las reglas y normas; el satisfacer la curiosidad y conocer más allá de los límites que la sociedad quiere imponer a las mujeres”.2 Éste es un libro necesario para comprender a las mujeres zacatecanas, la historia de mujeres zacatecanas es importantísima para comprender el Zacatecas moderno con todas las dificultades que sigue teniendo. La historia de Zacatecas no se puede comprender sin la historia de las mujeres, la historia de Zacatecas se tiene que construir de maneras distintas. El reconocimiento de los distintos roles de la mujer en la historia es fundamental en estos tiempos para visualizar el camino que se va a trazar.

El itinerario que nos muestra la doctora Emilia en este libro es muy amplio, trata de la historia de las mujeres reales, verdaderas. No habla de la romantización de las mujeres ni de los ideales que las generaciones han hecho de ellas. Trata de mujeres que tuvieron una existencia real, una vida real; bajo la premisa de Marcela Lagarde cita: “en cada una es posible descubrir a las demás y en cada proceso de su vida las mujeres plasman los procesos históricos que las conforman a todas y que dan una especificidad única a cada cual”.3 Así en cinco capítulos, nos muestra la historia de las mujeres de Zacatecas. Catalina Álvarez: una mujer insumisa;

Manuela Riveros, víctima o hechicera; Anna Josepha Gregoria García Izquierdo, entre el amor y la prohibición. La investigación sobre estas tres mujeres compone el primer capítulo, son mujeres del siglo XVIII. La doctora Emilia, refiere que busca en este capítulo hacer visibles sus historias y que tuvo algunas dificultades en el sentido de que muchos registros y archivos se encontraban dispersos, cosa que dificultó la investigación. Sin embargo, es el texto es muy preciso el contexto, la historia; al mismo tiempo, la narrativa va conduciendo a seguir leyendo sobre sus historias, de pronto el lector se encuentra tratando de entender qué pasó con ellas, por qué les pasó así, qué hicieron, cómo lo hicieron. Es decir, la lectura te atrapa y ya en cierto momento -porque me pasó-, me preocupé por sus historias, por sus vidas. La doctora Emilia hace visibles a estas mujeres, sus pasiones, acciones, situaciones y hasta pensar y ver cómo eran las relaciones amorosas por medio del género epistolar.

En el capítulo II, “Mujeres y Educación: siglos XVIII, XIX y principios del XX”, la doctora Emilia da un giro e investiga sobre la relación entre las mujeres y la educación. Nos muestra cómo era la educación de las mujeres en el colegio de San Miguel de los

Mil Ángeles Custodios de María Santísima y se cuestiona si era educación o resguardo para las mujeres. En este apartado nos muestra también el contexto de esa época, las normas y las prácticas cotidianas para saber en qué consistía la educación y cómo era esa vida de las mujeres en el siglo XIX. También compone el capítulo II la investigación sobre el Colegio Teresiano en Zacatecas: una institución educativa de fines del siglo XIX para niñas y señoritas; y en la última parte de este capítulo aborda cuál era el rol de las academias comerciales como opción de profesionalización de las mujeres zacatecanas que tanto auge tuvo en su tiempo. La doctora, en un ritmo frenético, nos lleva al capítulo III, al mundo de las mujeres en los movimientos sociales, tanto de las mujeres en movimiento independentista como las mujeres en la revolución mexicana, que tuvieron roles fundamentales para el movimiento histórico. En el capítulo IV, las mujeres y la prensa en México y Zacatecas durante los siglos XIX y XX, encontramos tres apartados por demás interesantes: Las mujeres y la prensa en el México decimonónico, a las poetas zacatecanas del siglo XIX que escriben tanto poemas de tendencia patriótico nacionalista, como poemas sobre el

1 Emilia Recéndez, Zacatecanas en el devenir de la historia. Crónica del Estado de Zacatecas, 2019. p. 7.

2 Ibidem.

3 Marcela Lagarde, Los cautiverios de las mujeres, p. 43. Citado en el libro.

dolor y la pérdida. Ya hacia el final de este apartado, se investiga sobre los estereotipos de la mujer zacatecana a través de la prensa y publicidad y nos muestra cómo eran esos estereotipos a través de imágenes que ahora resultan muy peculiares pero que tenían un alto grado de carga heteropatriarcal. La presencia de las mujeres en el siglo XIX es el tema que compone el capítulo V, los orígenes de la relación entre el exvoto y la migración. La participación de las mujeres en la política y la inclusión de las mujeres en las elecciones.

El libro Zacatecanas en el devenir de la historia. Siglos XVIII, XIX, XX es un trabajo de investigación excepcional por sus fuentes archivísticas, hemerográficas, las publicaciones periódicas e imágenes por apartados y capítulos; además, las fuentes bibliográficas, tesis doctorales, entrevistas presenciales y apoyo en páginas virtuales, dan cuenta que es una investigación exhaustiva, bien elaborada y con gran rigor académico. Además, como mencioné anteriormente, también la narración hace que el lector se interese por cada una de las historias de las mujeres zacatecanas.

Como algunos de ustedes, también me pregunto por qué yo escribo esto y no una mujer… Tal vez por una sencilla razón, soy hijo de una mujer que también tuvo sus luchas y su insurgencia en la Universidad Autónoma de Zacatecas y que también tuvo que luchar y transgredir los roles en los 70´s y 80´s. Yo sólo fui educado por una mujer feminista, Araceli Rudecino Villa, quien buscó formarme con una nueva mirada. Sin más les invitamos a adquirir el libro de la Dra. Emilia Recéndez: Zacatecanas en el devenir de la historia. Siglos XVIII, XIX, XX, editado por la Crónica del Estado de Zacatecas.

* Docente investigador, UAZ.

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6 Por Luis Miranda Rudecino*

The iron claw / Garra de hierro, de Sean Durkin

Dentro de la historia de la lucha libre profesional en Estados Unidos, la familia Von Erich es recordada por haber dejado un legado imborrable y, para algunos, quizá desconocido. The iron claw / Garra de hierro (2023) cinta dirigida por Sean Durkin (The nest, 2020) centra su atención en el drama íntimo de esta familia, cuyo auge se dio a finales de los 70

e inicios de los 80. Se trata de un relato de la vida real impulsado por el deseo del triunfo y marcado por la tragedia más desoladora.

Fritz Von Erich (Holt McCallany), el aguerrido líder y patriarca de este clan, ha logrado inculcarle la pasión por la lucha libre a sus hijos Kevin (Zac Efron), David (Harris Dickinson), Kerry (Jeremy Allen White) y Mike (Stanley

Simmons). Aunque algunos tienen más talento en la música o el fútbol americano, todos y cada uno son sometidos a las exigencias de su padre, cuyo rigor, casi patológico, los obliga a dar hasta el último gramo de su esfuerzo. Sólo siendo los más fuertes y disciplinados, lograrán volverse campeones mundiales y cumplirán con las expectativas de su padre. De esa forma también lograrán alejarse de una maldición que, según creen, ha acosado a su familia durante varias generaciones.

Durkin utiliza elementos de la clásica fórmula del ascenso, gloria, y eventual decadencia de las figuras deportivas cuya sangre, sudor y lágrimas son indispensables para alcanzar el éxito. Lo que a primera vista salta como una biopic deportiva en el formato tradicional, o una película sobre superación personal, en realidad se trata de un interesante análisis sobre la masculinidad tóxica dentro de los entornos de competencia, más en tono con lo retratado en la estupenda The wrestler (2008) de Darren Aronofsky.

La película logra mezclar de manera efectiva el drama personal con algunas secuencias de lucha en el ring bien logradas; escenas que son matizadas, además, con inesperados momentos de humor negro. Todos estos elemen-

tos funcionan, gracias a la acertada dirección de Durkin y a las excelentes interpretaciones de los actores, destacando, por encima de todos, el trabajo de Efron, en su papel más transformativo y exigente a la fecha.

Dentro de su llamativa propuesta, el director reflexiona en torno a las relaciones humanas, enfocándose en los daños colaterales de la meritocracia y el trauma generacional. En ese sentido, el filme de Durkin es una valiosa exploración sobre las nociones alrededor de la masculinidad hegemónica, heredadas por un sistema patriarcal y capitalista que no permite la debilidad ni el fracaso.

En última instancia, el director utiliza el drama de los Von Erich para cuestionar dichas nociones conservadoras. Al final, The iron claw es un retrato sobre hombres de su tiempo, víctimas de una cultura de desensibilización de la que les fue imposible escapar. Si los Von Erich fueron afectados durante muchos años por una maldición, tal vez no fue la que ellos creían. Con todo, Durkin logra que su película sea una historia de redención, sobre identificar estas conductas dañinas y encontrar la fortaleza suficiente para romper con el patrón de violencia antes de que sea tarde.

Identidad y uniformes Cine

“¿Cómo hacen estas mujeres para hacer con lo terrible literatura?

Literatura y no una enumeración de hechos”, leemos en el prólogo escrito por Gabriela Aguirre.

Lo terrible y el horror definitivamente nos asechan en varios momentos del poemario. Es aterrador ver pasar toda una vida como si fuera el mismo día.

“De los cuerpos conoce el abandono. el grito de los pájaros fugaces al caer la tarde. mi madre conoce sus manos. una serie de caminos hacia el paracetamol a altas horas de la noche”, leemos, y se hace evidente el cansancio, el agotamiento, la monotonía y la inevitabilidad abrumadora. Es un orden impuesto al sinsentido para fingir un sentido aparente, kafkiano y burocrático.

“Una chica se duerme con el uniforme puesto cuando despierta ha envejecido

lo único que reconoce frente al espejo es su uniforme impecable”

Para mí, nacida en Polonia socialis-

ta, es un recuerdo de la pesadilla de la visión de la vida uniformada y gris. Aquí tenemos a los empleados bien uniformados saliendo del trabajo en las tiendas departamentales, caminando por las calles mojadas por la lluvia tropical.

La multitud no es igual que la masa. La multitud preserva todavía a los individuos; los individuos en la multitud todavía son diversos, parecidos, pero no iguales. La masa, sin embargo, ya es tibia y uniforme, y pastosamente gris. Max Stirner nos advertía que los individuos cuando se homologan, se vuelven una masa, la que luego llamamos la humanidad, más esa “humanidad” sigue siendo una fantasmagoría. Sin embargo, lo uniformado, lo que tiende a desindividualizarnos, siendo una amenaza a la vez, nos protege ¿quién soy?

Indudablemente no es mi libro, empero lo considero tan cercano, tan importante y tan trascendental que me siento en el deber de darle la mejor bienvenida posible, inclusive alentar a todos ustedes, a que se dejen llevar por la magia de la poesía de Ileana Garma-Estrella.

Libros

8 DE ABRIL DE 2024 7
6 Por Adolfo Nuñez J. 6 Por Monika Malgorzata Gabrys

Lago y volcán. Abstracciones en Michoacán y Jalisco en diálogo con la colección del MAAMF

[Conferencia de Juan Carlos Jiménez Abarca]

La conferencia Lago y volcán. Abstracciones en Michoacán y Jalisco en diálogo con la colección del MAAMF, de Juan Carlos Jiménez Abarca, será impartida el próximo jueves 11 de abril, a las 12:00 horas en el Auditorio del Museo de Arte Abstracto Manuel Felguérez, en el marco de las actividades programadas para celebrar el Día Internacional de los Museos.

De acuerdo con Jiménez Abarca, la conferencia tratará sobre “un ensayo sobre la interacción de prácticas artísticas –modernas y contemporáneas– y áreas naturales, con énfasis en obras abstractas en espacios públicos en Michoacán y Jalisco. El tema parte de las experiencias obtenidas con el proyecto Abstracción. Conceptos y trayectorias hacia el arte contemporáneo en Michoacán (PECDA 2018–19), documentando la formación de artistas y colecciones en museos públicos, así como también en áreas urbanas y naturales de ese Estado. Se exploran aspectos sobre artistas vinculados a la generación de La Ruptura y los proyectos con los que vincularon lo grande y lo pequeño: la escultura monumental en espacio público y las obras para galería. Se profundizará sobre Marta Palau y su labor de gestión nacional e internacional.

Vincular este escenario estatal con sitios urbanos y rurales en Jalisco y su documentación –dada la circulación de obras y artistas en galerías y espacios públicos– permite concebir una geografía artística vinculada con el Eje Neovolcánico Transversal, sus cuencas, y las transformaciones que experimenta ese territorio en lo urbano, las memorias hídricas y los proyectos culturales.

Se explorará el caso del lago de Cuitzeo, el proyecto Itsï. Una llamada de alerta como plan de desarrollo de obra de escultura monumental –predominantemente abstraccionista– y otras obras contemporáneas que abordan la crisis de la cuenca de manera crítica. El debate se abre hacia el análisis de cierto espiritualismo activo en la manera de comprender al arte abstracto y su agencia en el entorno. Esta parte de la presentación ya se ha publicado en un artículo titulado ‘[no son] Las formas del agua’, en el libro Las islas también se desplazan. Diálogos sobre arte, política y territorio (Islario edicio-

nes, 2024). Durante toda la exposición se establecen diálogos con artistas y obras pertenecientes a la colección del MAAMF”.

Juan Carlos Jiménez Abarca (CDMX, México, 1981) es historiador de arte, editor y curador; Maestro en Historia del Arte por la Universidad de Morelia, con estudios en Psicología en la UNAM y la Universidad Intercontinental. Ha orientado su trabajo hacia la investigación y gestión en escenas locales de arte, prácticas artísticas en espacio público y diálogos interdisciplinarios entre ciencias ambientales e investigación artística.

Se ha desempeñado como Curador Local en la XIV Bienal FEMSA, Director del Museo de Arte Contemporáneo Alfredo Zalce, tutor de proyectos de investigación artística en la plataforma Uberbau_haus (Sao Paulo, Brasil), profesor universitario en instituciones públicas y privadas, así como crítico y editor independiente. Entre sus proyectos más recientes se encuentran Una imagen llama otra, obra de Fernando y Samuel Cedillo, Florence Malfatto (MRM INAH, 2024); Oponer. Completar. Desplegar (Centro Cultural Clavijero, 2023); Todo es Feroz, de Israel Martínez (Proyecto CAIMAN 2023); Sol Interior. Seis décadas de trayectoria. Alfonso Villanueva (UMSNH 2023); Herencia y Diseño. Seis caminos cerámicos en Mata Ortiz (Arte Marakame 2023, investigación/museografía) y [‘rios] vida, resonancia y cuerpos de agua (2022-actual).

LA GUALDRA NO. 616 // 8 DE ABRIL DE 2024 8 Arte 6 Por MAAMF
Juan Carlos Jiménez Abarca
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