La Gualdra 619

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SUPLEMENTO

“[Gabriel García Márquez] dijo sobre En agosto nos vemos: ‘Este libro no sirve. Hay que destruirlo’. La familia heredera no lo quemó ni lo tiró, desde luego; decidió guardarlo y a diez años del fallecimiento del novelista optó por publicarlo. La justificación fue que había más méritos que ‘baches y pequeñas contradicciones’. No importó que la novela careciera de las revisiones precisas y exigentes que eran propias del autor, puesto que en ella -según señalaron sus dos hijos- se sigue apreciando lo más sobresaliente de la literatura del Premio Nobel 1982…”. Salvador Camacho Sandoval.

[“Mi encuentro con la literatura de Gabo. A 10 años del fallecimiento de Gabriel García Márquez”, por Salvador Camacho Sandoval, en esta edición]

Foto de Rodolfo Márquez
CULTURAL NO. 619 /// 29 DE ABRIL DE 2024 /// AÑO 13
JÁNEA ESTRADA LAZARÍN
DIR.

La Gualdra No.

José Arturo Castillo Ramírez es autor del libro Leyendas de Río Grande; un ejemplar llegó a mis manos la semana pasada gracias a Marlén Salas -integrante del colectivo Parches-, a quien agradezco el regalo que alegró mi día; primero porque siempre me da gusto que haya producciones editoriales en los municipios, y segundo, porque es del municipio en el que viví cuando era niña. Cuando vivía allá nunca supe de leyendas de ese lugar y ahora, años después, las estoy conociendo y disfrutando mucho. El libro de Castillo Ramírez terminó de imprimirse en octubre del 2023 en Agli Editorial en la ciudad de Durango y tiene un tiraje de apenas 300 ejemplares. Me permito compartir las palabras de presentación del autor, quien dice lo siguiente:

“Las leyendas que en este libro se narran, representan un modelo de nuestra esencia popular, de ninguna manera agotan el acervo que la ingenuidad y mitología han creado en el curso del tiempo. La intención es solo registrar varios de los textos y anécdotas que han forjado la gran cultura popular de los riograndenses.

Con el libro ‘Leyendas de Río Grande’, damos vida a una página de las tradiciones y costumbres, contribuyendo de esta forma la necesaria relación entre los estudiantes y su gente, en el quehacer diario o cotidiano de nuestro pueblo. Esta vez, un servidor juega el papel de compilador, ya que los cuentos que se describen fueron rescatados en el mismo lugar que sucedieron o acontecieron en las diferentes comunidades; tratamos de integrar con sensibilidad, toda la magia y atmósfera de lo sobrenatural, con un particular estilo de nuestra cultura popular, el cual nos nutre y explica de forma amena el estilo de cada uno de los textos.

Las leyendas nos permiten, además de llevarnos de la mano de lo tenebroso, conocer las formas de vida de las comunidades, sus perspectivas sociales, religiosas, económicas y políticas, lo cual se convierte en un punto de partida para el conocimiento total de un pueblo en su

labor cotidiana; conocimiento que conducirá hacia una observación más objetiva de nuestro pueblo”.

El libro en cuestión tiene un formato muy peculiar, mide 10 x 10 cm., y está ilustrado por Benjamín Muñoz Fernández y Roberto Castillo C. -este último es autor también de la portada-, intervino en el color Daira Castillo Canales y la maquetación estuvo a cargo de Oliver Alexander Anderson Huerta. Aparecen en los créditos el Ayuntamiento de Río Grande y la Crónica Municipal de ese municipio; llama la atención que carece de ISBN, ojalá en una próxima edición lo consideren.

Ignoro dónde se puede conseguir, pero supongo que si contacta al autor, o bien, se comunica a la presidencia municipal le pueden dar informes precisos; desde ya le recomiendo obtenerlo si está usted interesado en el tema y, si es originario del Río, con mayor razón.

En este libro encontrará 39 leyendas entre las que destacan, por ejemplo, “El caballo enamorado”, una historia de la colonia Morones en la que se aborda el tema de la migración y que bien podría ser el tema de un corrido; también la del “Cristo de la misericordia”, que cuenta lo que sucedió en la comunidad del Fuerte en 1870; o la de “La Virgen de Loretito” una historia de la época de la Revolución en Loreto, otra comunidad de Río Grande. Son 39 leyendas en total y se leen “de corridito”, las 169 páginas están redactadas de forma amena por el compilador de estas historias quien se dio a la tarea de reunirlas y consignar, además, a quién corresponde cada una de las versiones.

Enhorabuena a quienes participaron en la edición de Leyendas de Río Grande; sería muy bueno que este tipo de ejercicios, enfocados al rescate de la memoria colectiva y la tradición oral, se retomara en todos los municipios de nuestro Estado, como lo hizo también hace casi tres décadas en Vetagrande quien entonces fuera su cronista, Raymundo de Lira Quiroz; si usted conoce de más publicaciones similares le agradeceríamos nos compartiera la información; por lo pronto, le recomiendo que busque este libro y se haga de un ejemplar.

Que disfrute su lectura.

Jánea Estrada Lazarín lagualdra@hotmail.com

El lenguaje después del derrumbe Tristera de Fernando Trejo Por Adriana Ventura

Mi encuentro con la literatura de Gabo [a 10 años del fallecimiento de Gabriel García Márquez] Por Salvador Camacho Sandoval

La construcción de la Nueva España borbónica, el papel de los ingenieros militares Por Pedro Gómez Molina

Lolita, de Vladimir Nabokov Por Miguel Ángel de Ávila González

Volver a la filosofía política hoy Por David Valerio Miranda

Postura wixárika ante cambio climático, contraria al pensamiento apocalíptico euro-occidental: Johannes Neurath Por Dirección de medios / INAH

2 LA GUALDRA NO. 619 /// 29 DE ABRIL DE 2024 /// AÑO 13 619 La Gualdra es una coproducción de Ediciones Culturales y La Jornada Zacatecas. Publicación semanal, distribuída e impresa por Información para la Democracia S.A. de C.V. Prohibida la reproducción total o parcial del contenido de esta publicación, por cualquier medio sin permiso de los editores.
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Jánea Estrada Lazarín Dir. La Gualdra
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Juan Carlos Villegas Ilustraciones
Directorio
Editorial 6 3 4 5 7 8 Contenido

AEl lenguaje después del derrumbe Tristera de Fernando Trejo Libros

caso sea la imposibilidad de nombrar la muerte una de las explicaciones más potentes para justificar la existencia de la poesía. Son las palabras, su armoniosa reunión, algún tipo de pócima que nos alivia, que nos rescata del desconsuelo y nos coloca de nuevo en el mundo. De esto trata el libro que ahora comento. Tristera, de Fernando Trejo, un trabajo excepcional y entrañable. Un texto que se consuma en la época actual, pues fue escrito en el contexto de la pandemia, cuando la humanidad entera experimentó la falta de aliento para decir y nombrar las penas. Un libro valiente que asoma sus versos al abismo terrible de la muerte. El libro en cuestión mereció el Premio Nacional de Poesía Tijuana 2022 debido a su carácter decididamente íntimo al bordear el tema de la muerte, de acuerdo al acta resolutiva del concurso.

Aunque lo intente, es imposible definir Tristera con un puñado de palabras. Cada uno de los poemas que contiene este libro es una invitación a la experiencia, a palpar la pérdida. El poemario es una elegía en torno a la ausencia. A lo largo de cinco apartados, la capacidad lírica de Fernando Trejo nos invita a evocar con sus palabras distintos instantes de la memoria, a sentir la presencia de su padre. A través de esta remembranza vamos a su lado mientras nos presenta a su padre desde sus ojos opacados por la muerte.

Me atrevo a mencionar aquí la palabra duelo. Entiendo este concepto como la intención de aprender a convivir con lo que se pierde. Y se pregona que es un aprendizaje que no termina nunca. La voz lírica de este libro ha perdido a un hombre, no a cualquier hombre; se trata del padre venerado. Los poemas de la primera sección “Algunas fotografías” representan el deseo de reconstruir el retrato del padre ausente a través de las postales. Al revisitar fotografías, el poeta se apoya en la palabra para delinear la presencia del ausente en el propio cuerpo, y el pasado se encarna en la misma imagen de quien escribe.

El aprendizaje de la muerte es la última gran lección que los padres heredan cuando se marchan. Lo creo y lo confirmo al leer los versos del poema que abre la puerta de Tristera:

Entonces mi padre es también aprendizaje. Aprendimos sin él a comportarnos.

Este aprendizaje es una herencia, los ausentes nos heredan, quizá sin presentirlo ni desearlo, sus gestos, sus movimientos, sus frases, sus modos. Heredan también su ausencia, aunque nos doblega, es necesario aprenderla, para seguir en pie. Sobre este andamio se sostiene Tristera

En el poemario también nos acercamos al testimonio de un padre que aprende a serlo, que constituye su paternidad con el dolor a cuestas y, ante su propia orfandad, se despide de su infancia para encontrarse fuerte ante su hijo. Necesita mantener viva la enseñanza del amor.

Mi padre ahora era yo. Y mi hijo un pequeño que traía de golpe mis recuerdos.

A veces la muerte parece ser una sombra que se lo lleva todo. Fernando Trejo se revela, le dice a la muerte que no, que no le arrebatará a su padre, porque aquí, en estos poemas se queda, se queda el recuerdo y eso le pertenece para siempre. No sólo a él, también a nosotros, quienes leemos.

Aplaudo la cualidad del poeta para construir poemas claros, abiertos y entregados a convidar la palabra con sus lectores.

“La caja de zapatos” es el título de la segunda sección del libro. Inevitable no pensar en lo simbólico que puede ser este objeto, casi siempre un almacén improvisado para atesorar. Es esa su función en el libro. Y los objetos que pueden guardarse juegan a ser botones para activar la memoria. Por eso, quiero pensar, acudimos a

las cajas que son cofres mágicos donde se guarda aquello que nos hará sucumbir al recuerdo y de nuevo, unos versos de Trejo, que me lo confirman:

La memoria es también una forma de olvidar Pero los poetas jamás olvidan. Mantienen vivo el pasado y amasan los recuerdos para volver a levantar, en sus poemas, los mun-

dos que en el pasado edificaron. Me atrevo a declarar que Fernado Trejo ha logrado crear lenguajes propios para comunicarse con sus muertos. Lo digo por este libro y los anteriores: Solana o La abuela está en casa porque he visto su voz. En términos formales noto la sedimentación de un estilo, pero me gusta más pensar que se trata de una búsqueda personal, si la poesía es comunicación por recargarse en el lenguaje, qué mejor uso podría tener sino es como medio para hablar con quienes ya no podemos hacerlo en sentido estricto.

La magia de la poesía no sólo recae en la restitución de la comunicación con los ausentes, va más allá, nos hace atestiguar estos reencuentros y sentirlos propios.

Ilustro ahora con versos:

Como si regresar de la muerte fuera cosa fácil, mi padre se descalza a orilla de mi cama sin encender la luz.

Para que sucedan los milagros se requiere de un espacio. La casa por excelencia es el sitio donde ocurren. Así, en este libro, la casa trasciende, se convierte en el sitio de las premoniciones. La casa es el puerto de arribo de quienes parten, por ser abrigo para quienes sobrevivimos. Para Fernando Trejo, la casa se impregna de magia y sueños.

Finalmente la sección denominada “Hospital” nos invita a las crudas escenas donde la esperanza y la muerte se tomaron las manos. Ese espacio donde el filo de la vida se asoma y a veces se apaga. Es aquí donde nace la tristera, la necesidad de nombrar luego del silencio, las ganas de crear la palabra más singular para decir pérdida, dolor, ausencia. Tristera es no rendirse al silencio, es obligarse a buscar las palabras, a perseguirlas para decir, para anunciar que su padre se ha ido y entre el dolor, aunque no parezca, puede haber belleza. Este libro da testimonio.

*Funámbulo Editorial/Nuevo León, 2024.

Adriana Ventura. Escribe poesía y ensayo. Es autora de los libros  Operación doméstica,  Fuera de lugar,  Boceto de una vida sin casa y  Epístola de una madre que escribe. Su trabajo ha merecido distinciones como el Premio de poesía estatal María Luisa Ocampo y recientemente el II Premio Latinoamericano de Poesía Marta Eugenia Santamaría Marín 2022. Fue becaria del PECDA de Guerrero y del programa Jóvenes creadores del SACPC, antes Fonca, en dos ocasiones.

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/// Fernando Trejo

Literatura

Mi encuentro con la literatura de Gabo

[a 10 años del fallecimiento de Gabriel García Márquez]

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“Dicen que yo he invitado el realismo mágico, pero sólo soy el notario de la realidad. Incluso hay cosas reales que tengo que desechar porque sé que no se pueden creer”.

G.G.M.

Recién terminé de leer En agosto nos vemos, una novela de Gabriel García Márquez, que no vio publicada y que su familia decidió darla a conocer el pasado mes de marzo, a pesar del reconocimiento de algunas debilidades en su elaboración. En el prólogo, los hijos del autor, Rodrigo y Gonzalo García Barcha, dan cuenta de que la edad y la enfermedad de su papá hicieron difícil llegar a buen puerto. La pérdida de la memoria fue un gran obstáculo para escribir la historia de una mujer madura que, en agosto de cada año, vive un erotismo singular en la clandestinidad de una bella isla. El mismo García Márquez tenía conciencia de su problema, y un día lo dijo con claridad: “La memoria es a la vez mi materia prima y mi herramienta. Sin ella, no hay nada”.

Autocrítico, en otra ocasión, dijo sobre En agosto nos vemos: “Este libro no sirve. Hay que destruirlo”. La familia heredera no lo quemó ni lo tiró, desde luego; decidió guardarlo y a diez años del fallecimiento del novelista optó por publicarlo. La justificación fue que había más méritos que “baches y pequeñas contradicciones”. No importó que la novela careciera de las revisiones precisas y exigentes que eran propias del autor, puesto que en ella -según señalaron sus dos hijos- se sigue apreciando lo más sobresaliente de la literatura del Premio Nobel 1982: “su capacidad de invención, la poesía del lenguaje, la narrativa cautivadora, su entendimiento del ser humano y su cariño por sus vivencias y sus desventuras, sobre todo en el amor. El amor, posiblemente el tema principal de toda su obra”.

1981: Nicaragua y el discurso del premiado Yolanda (ahora mi esposa) y yo, siendo estudiantes universitarios, viajamos a Nicaragua en 1981, porque queríamos estar cerca del proceso de reconstrucción del país, una vez que, en 1979, el Frente Sandinista de Liberación Nacional (FSLN) había derrocado la dictadura de Anastasio Somoza Debayle. Nos interesaba la gran campaña de alfabetización que allí se implementaba y también el proyecto que impulsaba el Ministerio de Cultura, encabezado por el poeta y religioso trapense Ernesto Cardenal.

Fue en una visita a una Casa de Cultura, que había sido residencia suntuosa de

la esposa del dictador nicaragüense, donde pudimos escuchar en voz del poeta la participación de grandes literatos del mundo en el proceso de la Revolución, entre ellos Gabriel García Márquez, quien, en esa ocasión, junto con otros literatos, nos deleitaron con la lectura de sus cuentos. Junto con Julio Cortázar, quien escribió “Nicaragua, tan violentamente dulce”, y otros escritores, García Márquez mantuvo un compromiso con un proyecto de país basado en la utopía de construir una sociedad justa, igualitaria y democrática. Como muchos, ahora estaría decepcionado de lo que el gobierno del FSLN ha estado haciendo y deshaciendo.

En 1982, la Academia Sueca entregó el Premio Nobel de Literatura a García Márquez y señaló que se le otorgaba tal distinción “por sus novelas e historias cortas, en las que lo fantástico y lo real se combinan en un mundo ricamente compuesto de imaginación, lo que refleja la vida y los conflictos de un continente”. En la ceremonia de entrega, García Márquez aprovechó la ocasión para recordar esa América Latina de tragedias históricas y problemas contemporáneos, pero también de esperanzas.

Las décadas de los años sesenta y setenta y los primeros años de los ochenta del siglo XX constituyeron un periodo importante en Latinoamérica, toda vez que se vivió una lucha constante en contra de las dictaduras y gobiernos autoritarios en varios países y del intervencionismo norteamericano en la

región, todo ello en un contexto de pobreza económica, explotación social y una cultura de contradicciones. Por esto no fue casualidad que su discurso lo titulara “La soledad de América Latina”. Por su relevancia, transcribo unas líneas. Abre su exposición recuperando un libro extraordinario que quizás sea, ciertamente, parte del germen de una corriente novelística latinoamericana:

“Antonio Pigafetta, un navegante florentino que acompañó a Magallanes en el primer viaje alrededor del mundo, escribió a su paso por nuestra América meridional una crónica rigurosa que sin embargo parece una aventura de la imaginación. Contó que había visto cerdos con el ombligo en el lomo, y unos pájaros sin patas cuyas hembras empollaban en las espaldas del macho”… Las narraciones sobre esta región del mundo -dice García Márquez- fueron producto del asombro de cronistas de indias y de los deseos de encontrar aquí lo que no tenían en Europa. En un recorrido rápido por nuestra historia, mencionó que América Latina ha sido “esa patria inmensa de hombres alucinados y mujeres históricas, cuya terquedad sin fin se confunde con la

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/// Gabriel García Márquez (6 de marzo de 1927-17 de abril de 2014).

leyenda”. Y de entonces al presente -afirmó categórico- “no hemos tenido un instante de sosiego”.

Para mí, en mis clases de posgrado sobre algún tema de América Latina este discurso es muy atractivo para iniciar un diálogo con los estudiantes. Y es que hay afirmaciones que son provocadoras, tales como las siguientes: “América Latina no quiere ni tiene por qué ser un alfil sin albedrío, ni tiene nada de quimérico que sus designios de independencia y originalidad se conviertan en una aspiración occidental”. Y luego pregunta: “¿Por qué la originalidad que se nos admite sin reservas en la literatura se nos niega con toda clase de suspicacias en nuestras tentativas tan difíciles de cambio social? ¿Por qué pensar que la justicia social que los europeos de avanzada tratan de imponer en sus países no pueden ser también un objetivo latinoamericano con métodos distintos en condiciones diferentes?”. Para él, “la violencia y el dolor desmesurados de nuestra historia son el resultado de injusticias seculares y amarguras sin cuento”. Por todo, esto se negaba, como lo señalaba William Faulkner, a perder la esperanza y admitir “el fin del hombre”. Cierto que su literatura refiere a tragedias y dolor, pero también a momentos fantásticos de luz, en donde la alegría y el amor cumplen su razón de ser en hombres y mujeres, en niños y viejos.

1991: Chicago y Cien años de soledad Al iniciar la década de los años noventa fui invitado a estudiar un doctorado en Historia de América Latina en la Universidad de Illinois en Chicago, gracias al apoyo de una generosa y extraordinaria maestra. Se abría un mundo nuevo en mi vida académica y familiar: fueron años de estudio intenso y de experiencias extraordinarias. En 1991 nació mi hijo Adán, un maravilloso acontecimiento. La geografía política en el mundo estaba cambiando de manera abrupta: en noviembre de 1989 se derrumbó el Muro de Berlín de manera pacífica y luego, como un “castillo de naipes”, fueron cayendo los países del bloque socialista. En 1991 la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas dejó de existir y en su lugar nacieron 15 países independientes.

En 1990 inició la “Guerra del Golfo”, a raíz de la invasión y anexión de Irak del Estado de Kuwait. Fue un conflicto bélico librado por una coalición de 34 países, encabezada por Estados Unidos y autorizada por las Naciones Unidas. Viviendo en Chicago, tuve un interés especial en cómo la sociedad y los medios norteamericanos se veían inmersos en este acontecimiento internacional. Fui escribiendo mis impresiones y al final publiqué un artículo con el título “Carta desde Chicago. Crónica de una guerra de cien horas”. Se liberó a Kuwait, pero la guerra en contra del gobierno irakí continuó hasta 1995.

En este contexto, Estados Unidos se convertía en país líder y las ideas liberales y neoliberales se posicionaban como alternativas para comprender y actuar sobre la economía, la política y la sociedad. En América Latina, la democracia comenzó a derrotar dictaduras y las izquierdas dejaron de presentar la lucha armada como alternativa para el cambio. Particularmente, las guerrillas en El Salvador y Guatemala desa-

parecieron dando pie a que sus grupos dirigentes optaran por una lucha a través de las urnas.

Todo esto se discutía en mi universidad y en las universidades en las que me fui involucrando, como en la Universidad de Chicago, a donde también iba a tomar clases, y en la Universidad de Loyola, perteneciente a la orden religiosa de los jesuitas, algunos de los cuales estaban involucrados en los procesos de paz en Centroamérica.

Varias de mis materias del doctorado esta-

Tal acontecimiento cultural trajo consigo nuevos y viejos debates sobre el pensamiento y vida de este brillante y polémico intelectual. Se habló de su literatura, pero también de su posicionamiento ideológico y político. Entonces, recordé su libro Tiempo nublado, escrito en 1986, en el que hace una crítica severa al socialismo prosoviético y a la izquierda dogmática de políticos e intelectuales latinoamericanos.

En este contexto de discusiones y lecturas, el arte formaba parte de mi vida cultural y académica. Recuerdo a un investigador de Puerto Rico que asistió a una fiesta y se lamentó porque no había baile. Algo imposible en su país, dijo. La música nueva de América Latina se escuchaba entre el grupo de amigos. Seguí cantando y escuchando Trova cubana y a la Nueva Canción Latinoamericana, pero también fui receptivo al blues y al jazz de Chicago, junto al reggae que, si bien se había originado en Jamaica, volvía con nuevo ímpetu a esta ciudad de amplia población afroamericana.

En aquella “Ciudad de los Vientos” hice amigos y con ellos salía de vez en vez a olvidarnos un rato del mundo del estudio. Recuerdo a una compañera de República Dominicana, con quien solía hablar de literatura, en especial del “Boom latinoamericano”. Recordé mis primeras lecturas, varias de ellas recomendadas desde el bachillerato por mi amigo Benjamín Valdivia y mi hermano Fernando: textos de Neruda, Cortázar, Vargas Llosa, Allende, Monterroso, Benedetti, Dalton, Storni, Fuentes, Vallejo, Martí… y en la charla salió, desde luego, el nombre de García Márquez y su gran obra Cien años de soledad. Ella hablaba con emoción de esta novela y yo me quedaba callado. Hubo un momento en que no puede seguir en silencio y tuve que decirle que no la había leído. “No es posible”, me dijo, como si yo hubiera cometido una gran falta. Días después, llegó con el libro y me lo prestó. La manera como comencé a leerlo no tenía precedente en mis lecturas.

Fue una noche de invierno cuando varios compañeros salimos a cenar a un restaurante indonesio, creo. No era tarde y algunos de ellos, después de comer, decidieron ir a un bar en donde estaría un famoso comediante. Yo preferí regresar a casa e iniciar la lectura de la novela de García Márquez. Como pocas veces en mi vida, vi la luz del amanecer y yo no dejaba de leer. Literalmente, su contenido era fantástico.

ban relacionadas con el estudio y análisis del pasado, el presente y el futuro de América Latina. El ambiente académico era de efervescencia y mis compañeros sabían y gustaban discutir.

Estando en Chicago también viví la noticia del Premio Nobel de Literatura otorgado en 1990 al poeta y ensayista mexicano Octavio Paz. A él le daban este reconocimiento “por su escritura apasionada y de amplios horizontes, caracterizada por la inteligencia sensorial y la integridad humanística”.

Tuve una sensación extraña: por un lado, yo estaba acostado y solo en una noche de nieve y frío, en un departamento pequeño en esa ciudad cosmopolita, mientras que, por otro lado, con mi lectura yo viajaba en días luminosos y cálidos a un lugar de verdes diversos que daban vida a un pueblo sudamericano aislado con personajes mágicos y mariposas amarillas. Como bien se ha dicho, “Macondo, es un lugar que contiene todos los lugares” y en donde “palpitan experiencias universales de humanidad”.

García Márquez había hecho de la suyas conmigo. Esa fría noche de invierno, me atrapó con Cien años de Soledad, una obra que ha sido leída por millones de personas y traducida a más de cuarenta lenguas.

Que esta conmemoración de una década de su partida nos invite a la lectura de su obra, a la lectura en general, que tanto nos hace falta.

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/// Gabriel García Márquez en 1982 cuando recibió el Premio Nobel de Literatura. Foto de Ap publicada en La Jornada.
Literatura
/// Caricatura @operamundi

La construcción de la Nueva España borbónica, el papel de los ingenieros militares Historia

Algo que pasó en este sexenio de Andrés Manuel López Obrador fue el uso de ingenieros militares para el desarrollo de infraestructura a lo largo y ancho del país, y en los próximos años podremos juzgar la eficiencia, proyección y desarrollo de su trabajo. Su labor profesional es innegable e igualmente su capacidad técnica y nivel de formación. Esto no es algo nuevo, y, de hecho, en la época virreinal tardía, los ingenieros militares fueron los precursores de la obra pública. Estos profesionistas se formaron en las Academias de Matemáticas europeas desde el siglo XVI, sin embargo, su institucionalización llegó a principios del siglo XVIII bajo el auspicio de Jorge Pr ó spero de Verboom; a partir de este momento y durante toda la centuria llegaron de -

cenas de ingenieros a la Nueva España ––en el siglo XVI no se contaban ni diez, y para finales del siglo XVIII fueron más de doscientos––.

Los ingenieros en primer lugar tenían la misión de aplicar estrategias ante los conflictos bélicos mediante la edificación de fortificaciones ––que podemos ver hoy en día, por ejemplo, Bacalar, San Juan de Ulúa o San Diego en Acapulco––, pero, a su vez sirvieron a la sociedad, pues estaban formados en las humanidades y artes. No alcanzarían estas líneas para describir y mostrar la cantidad de información, proyectos, legajos, expedientes, planos, mapas, levantamientos topográficos, cuentas, entre otros documentos, producto de su labor ingenieril. Todo ello, ha sido motivo de análisis para el conocimiento de nuestro espacio en el pasado, las manifestaciones arquitectónicas de la época, la planificación de técnicas militares y formas

de construcción. Bajo el reformismo borbónico ilustrado, hubo una mayor inversión en obra pública, lo que derivó en el desarrollo de infraestructura. Los ámbitos de participación fueron diversos y beneficiaron a múltiples poblaciones. Podemos citar algunos casos de la incursión de ingenieros militares -inclusive algunos perduran a nuestros días-: el Castillo de Chapultepec, el sistema de desagüe de la Ciudad de México, la presa de Arizpe en Sonora, la planeación urbana del puerto de Veracruz, la planeación y proyección de los caminos entre México y Toluca, y México-Veracruz y México-Acapulco, edificios aduanales en los principales centros portuarios, el establecimiento de muelles, los numerosas puentes para vías de comunicación, sólo por destacar algunos ejemplos. En todos estos trabajos tuvieron que adaptarse a condiciones locales, pues, no es

lo mismo un trabajo en el puerto de Cádiz con el conocimiento y mano de obra de la región, a realizar una construcción en el puerto de Acapulco y Veracruz, a más de 35 grados C° en promedio, con alimañas y una alta humedad que afecta las construcciones. Con esto tenemos dos propósitos, el primero hacer una remembranza de la figura del ingeniero militar en la Nueva España, pues fueron clave en la imagen urbana y rural del modelo europeo aplicado al virreinato. El segundo, el subrayar la cantidad de información disponible para el conocimiento de espacios del pasado.

Figura 1. Plano y perfil del nuevo aljibe que se proyecta en la plaza del Castillo de San Diego en Acapulco. Fecha, 1808. Elaborado por Agustín Mascaró. Procede de Historia, vol. 382, foj. 305, MAPILU 424.2. Archivo General de la Nación.

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Por Pedro Gómez Molina
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/// Castillo de San Diego en Acapulco, aljibe, 1808, AGN

Lolita, de Vladimir Nabokov

6 Por Miguel Ángel de Ávila González

El tema de la novela es el amor pasional de Humbert Humbert de treinta y siete años hacia Lolita, menor de edad.

Narra la intensa y obsesiva relación de un hombre maduro con una adolescente precoz y puede considerarse como un estudio de amor y deseo sexual. Del mismo modo, narra el desarrollo de estas relaciones mientras está en la cárcel bajo la forma de un informe al tribunal que debe juzgarle.

A partir de un suceso ocurrido en su niñez, la muerte de su primer amor, Anabelle, Humbert se siente atraído por determinadas mujeres a las que llama ninfas y que solamente pueden ser reconocidas por los hombres que son artistas o locos como él. La encarnación perfecta de estas ninfas la encuentra en Lolita, la cual es una mezcla de candidez delicada y soñadora y una especie de trivialidad sin límites.

Para estar cerca de la niña, Humbert contrae matrimonio con Charlotte, su madre viuda. Cuando la madre quiere alejar a su hija de la casa, Humbert concibe la idea de asesinarla, pero un accidente de automóvil la elimina de su camino. Humbert cada día está más locamente enamorado de la niña de quien se ha apoderado como padre; mientras Lolita, sin sentimientos, jugando con los de aquél. La novela es un continuo choque de pensamientos. En el transcurso de la novela sentimos que Humbert es la víctima de esta historia; en cambio Lolita, falsa, dulce e inocente nos confunde con sus provocaciones.

Lolita, la deseada furtiva, ya no es ninguna ingenua, seduce a Humbert, sin corresponder nunca a su amor, Humbert tiene que conseguir los favores de ella y su silencio mediante la extorsión y pagando por ellos.

Alo largo de la historia de la filosofía occidental, ha habido grandes pensadores que atendieron también las reflexiones políticas, desde Platón y Aristóteles, pasando por Maquiavelo, los contractualistas Hobbes, Locke y Rousseau, Marx en el XIX y ya en el siglo XX la Escuela de Frankfurt y su teoría crítica o el liberalismo de John Rawls son sólo algunos ejemplos de filósofos y teorías que atendieron las cuestiones políticas y al recordarlos, es posible preguntarse ¿qué es la filosofía política?

La filosofía política es una subdisciplina filosófica que se distingue por su carácter normativo, es decir, mientras otras ciencias un tanto cercanas como la ciencia política son descriptivas, la filosofía política versa en el “deber ser”, dicho de otra forma, reflexiona sobre cómo debería de ser el ejercicio político, quién debería gobernar o tener la responsabilidad de ejercer el poder o cuál es el tipo de gobierno más justo.

En este sentido, podría parecer que la fi-

Los dos viajan durante un año como padre e hija, a través de Estados Unidos. Cruzan distintas ciudades, viviendo en tristes moteles de carretera y conociendo diferentes tipos de personas, todas egocéntricas, preocupadas por su apariencia y terriblemente indiscretos.

Se formula una descripción de la sociedad norteamericana de la posguerra. Cuando inician un segundo viaje en automóvil, Humbert se da cuenta de que alguien los sigue. Cierto día desaparece Lolita, evidentemente de acuerdo con la persona que los seguía. Todos los intentos por localizarla resultan estériles. Tres años más tarde reaparece Lolita, pálida y sucia, casada, embarazada, negándose a volver a vivir con él. Humbert averigua el nombre de su raptor, su rival y competidor. Clare Quilty, a quien busca y mata a balazos.

Humbert murió de un ataque al corazón poco antes de comenzar su proceso y Lolita falleció más tarde en el parto. Lolita es la historia de un hombre que persigue la hermosura inalcanzable de la falta de madurez y de una pasión que no puede ser realizada, sobre todo porque tiene que destruir todo aquello de lo que se apodera

Por las infinitas descripciones de los personajes y del entorno, podemos calificar a la novela como más sensual que sexual. Es una novela que quema y despierta, con la que el autor intenta hacernos pensar que esa obsesión amoral es normal. Lolita ha sido considerada como la mejor novela norteamericana escrita por un extranjero. Constituye un retrato visionario de los Estados Unidos, de los horrores suburbanos y de la cultura del plástico y del motel.

Vladimir Nabokov, Lolita, Anagrama, colección compactos, traducción de Francesc Roca, séptima reimpresión, México, 2016.

Volver a la filosofía política hoy

losofía política se limita al mero idealismo, al carácter teórico-abstracto; no obstante, esta rama al vincularse con el ámbito político alcanza dimensiones praxeológicas de tal forma que también podría enmarcarse dentro de la llamada filosofía práctica; considerando esto, dicha subdisciplina pretendería tener un impacto en las prácticas políticas de hoy, aspecto que sin duda se vislumbra como complicado, tomando en cuenta que el ejercicio político del presente parece degradarse a la mera superficialidad del espectáculo, pues en estos días ya no es importante tener una formación filosófica-política sólida sino ser un influencer, acumular más likes, vistas y seguidores, hacerse viral y olvidarse de la responsabilidad que implica la organización

político-gubernamental para abrazar la fama y la frívola aceptación que muestra un nulo compromiso y pertinencia social asemejando más a la política como un trampolín para acumular riqueza, satisfacer la avaricia y el hambre de poder, olvidando la ética y toda pretensión por aportar a la construcción de mejores sociedades.

En este contexto que actualmente se vive en el país en tiempos electorales se ratifica la banalización de la política oficial y se imposibilita identificar un mejor proyecto o alternativa, pues ninguno de los contendientes ofrece un mejor futuro para las mayoritarias clases trabajadoras, la realpolitik sumida en su pragmatismo se observa alejada de la filosofía política y un horizonte cercano a la justicia,

la igualdad, la democracia, la fraternidad, la equidad y más valores que pudieran avivar la esperanza de construir un mejor país un mundo más justo.

Ante un panorama tan desalentador las armas de la crítica, el conocimiento y la comunicación pueden ser un salvavidas en el océano de incertidumbre que inunda la política de hoy; en esta realidad desmoralizada me pregunto si valorar, reivindicar o voltear a ver a la filosofía política puede ser significativo en el sentido de buscar y en contra coherencia entre las ideas, la utopía y las prácticas reales que aporten a la formación de mejores sociedades en tanto que más justas.

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/// Vladimir Nabokov. 1973. Foto de Walter Mori (Mondadori Publishers) 6 Por David Valerio Miranda
Twitter @ValerioMirand
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Antropología e Historia

Postura wixárika ante cambio climático, contraria al pensamiento apocalíptico euro-occidental: Johannes Neurath

6 Por Dirección de medios / INAH

Para enfrentar los efectos del cambio climático, el pueblo wixárika plantea restablecer, a través de ceremonias de renovación, las relaciones con los seres de la naturaleza, contrario al pensamiento judeo-cristiano y la postura del ecologismo euro-occidental, refirió el investigador del Museo Nacional de Antropología (MNA), Johannes Neurath.

“Lo que tenemos que hacer es para este proceso de correr hasta el último juicio. El problema es que, en Occidente, en las religiones judeo-cristianas deseamos el fin del mundo, entonces, todo el ecologismo es en vano porque en realidad nuestro futuro desea el final, porque cómo no vamos a usar la gasolina, los hidrocarburos, si de lo que se trata es que llegue el mesías”, expuso en el ciclo de conferencias de la exposición temporal Imaginar el fin de los tiempos: historias de aniquilación, apocalipsis y extinción, organizada por la Secretaría de Cultura federal, a través del Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH).

Al dictar la conferencia El mito wixárika y las ceremonias de renovación del mundo. Hacia una crítica de la ecología y el pensamiento apocalíptico eurooccidental, el investigador puntualizó que los ecologistas no entienden que los seres de la naturaleza son miembros de la comunidad, son ancestros, parientes.

“No es una cuestión de economía o de o de aprovechar bien los recursos o no, es algo más profundo, tiene que ver con establecer relaciones sociales y vivir mediante una ética comunitaria con estos seres”, anotó.

En la ponencia, realizada también en el marco de los Miércoles de Museos, tras recordar los efectos de las enfermedades que

trajeron los españoles durante la invasión, Johannes Neurath señaló que los wixárika cuentan con experiencias en diferentes cri-

sis y, ante la idea del “fin del mundo”, tienen estrategias para sobrevivir.

Este pueblo originario, dijo, se encuentra

preocupado ante esta situación y nos quiere enseñar cosas, por ello, creó un movimiento nuevo para la renovación del mundo.

“Hacen ceremonias en las que invitan a todos los interesados, así como a intelectuales, artistas, cineastas, a celebrar con ellos y sanar esas relaciones con los seres de la naturaleza. También, llaman a que se realicen altares espejo en otras comunidades para intensificar los rituales, cuyo objetivo es recrear el mundo, restablecerlo de manera más ordenada, para los cual se tienen que restituir esas relaciones e intensificar las costumbres”, apuntó.

En su intervención, el curador de la exposición Imaginar el fin de los tiempos, Adolfo Mantilla Osornio, comentó que la tradición judeo-cristiana construyó un escenario apocalíptico en el que se adopta una circunstancia pasiva, donde sólo se espera a que las cosas ocurran.

“Tenemos que empezar a ajustar la manera en que nos relacionamos con eso que, de manera muy simplista, se ha referido como alteridad, porque tenemos mucho que revisar en la forma en que constituimos la temporalidad e, incluso, las formas en que nos relacionamos con nuestros eventos”, finalizó.

La muestra Imaginar el fin de los tiempos: historias de aniquilación, apocalipsis y extinción explora, desde diversos enfoques antropológicos, discursos relacionados con los presuntos efectos de la llamada Gran Aceleración en el Sistema Tierra y el advenimiento de una sexta extinción masiva. Permanecerá hasta el 12 de mayo de 2024, en el Museo Nacional de Antropología, de martes a domingo, de 9:00 a 18:00 horas.

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LA GUALDRA NO. 619 /// 29 DE ABRIL DE 2024 8
/// Etnólogo Johannes Neurath. Foto Gerardo Peña, INAH.
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