Fashion Is Dead Exhibition Brochure

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El desfile final del film Prêt-à-Porter (Robert Altman, 1994) está cargado de rabia subversiva. Los modelos no muestran ropa en la pasarela de París. El desnudo es aquí un gesto activista que dinamita la estructura de la industria de la moda desde sus cimientos. Una bofetada al creciente poder de la frivolidad sin sustancia en las directrices comerciales que rigen nuestros deseos y nuestras relaciones interpersonales. El mundo de la moda es una trituradora de creatividad artística que engulle vorazmente toda iconografía estética para apropiársela e irradiarla al mundo en forma de tendencias. Incluso el film de Robert Altman acaba digerido por esta industria y reconvertido en mero spot publicitario carente de veneno. Es inútil levantar la voz en contra de ella. También los modistos más irreverentes son coronados por el sistema como dioses díscolos. Sólo la industria publicitaria dispone de un sistema semejante de reconversión de la materia crítica en materia dócil y productiva para su propio beneficio. En esta sala de juegos, la desobediencia nunca puede ser disidencia, sino un distintivo de singularidad que, paradójicamente, tiene premio. El fotógrafo de moda es un agente militante. Su trabajo está dirigido a aportar a la ropa doble dosis de objeto de deseo frente al espectador. Su contribución creativa está supeditada a una comercialidad intencionada. Cuanto más innovador y artístico resulte su trabajo, mayor es el grado de su implicación en este juego perverso. Cuanto más se intente alejar de los estereotipos de la imaginería del mundo de la moda, mayor es su aportación a la diferenciación y singularidad del objeto en venta. El fotógrafo de moda es un mercenario icónico a sueldo de las marcas. Es previsible que se sienta molesto en este círculo vicioso si alberga verdaderas aspiraciones artísticas. David Arnal es un ejemplo de este tipo de fotógrafos al servicio de la promoción de colecciones textiles y peluquería que busca nuevos formatos de expresión. La desnudez de sus modelos rebasa la resistencia al sistema de promoción de la moda. Usa el medio en una torsión de enfoque para alcanzar una auténtica transgresión de estilo.

En Fashion is Dead las poses desafiantes de sus actores son las mismas que en la tradicional iconografía comercial que vende ropa, pero aquí no hay ropa que vender. Hay una tergiversación de planteamiento orientado hacia otra dirección más irreverente. Los modelos gritan consignas escritas sobre su piel desnuda, multiplicando la potencia perturbadora de sus eslóganes. La moda ha muerto porque ha abusado del lenguaje visual y del mensaje. Se ha desgañitado en el grito hasta quedarse afónica. Con su afán de hacernos creer que vende contenido, se ha quedado sola en el lienzo en blanco de su vacuidad. Del mismo modo que cualquiera de nosotros selecciona las prendas que viste como proyección de nuestra persona, o usamos una camiseta con texto impreso como reivindicación y seña de identidad, estas etiquetas pintadas en el pecho de los modelos provienen de los propios modelos. Son ellos los que han elegido el texto que lucen sobre la piel. David Arnal trabaja en este caso con planteamientos de artista de concepto y sobrepasa la relación habitual entre fotógrafo y maniquí. El mensaje es el soporte y el cuerpo es la consigna. “El medio es el mensaje” de Marsahall McLuhan es ejemplificado aquí al pie de la letra. El conjunto de esta serie fotográfica es sólo la primera mitad del proyecto. La aparente despreocupación de Arnal por el destino de sus modelos es observada desde una nueva perspectiva. Es significativo el montaje en parejas de las fotos: cada imagen tiene su réplica en la interpretación gráfica de Gonzalo Cervelló. Las fotos son prestadas a un intervención que las pulveriza en pedazos, proyectándolas a una plástica libre de toda figuración. Cada una de ellas se refleja en su correspondiente espejo roto. En este caso, como en el histórico diálogo entre la pintura y la fotografía, compartiendo herramientas comunes, planteamientos técnicos o temática, la fotografía convive con la gráfica en una evolución turbulenta, orientadas hacia un nuevo campo de experimentación expresiva.


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