boletin abril 2012

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La alfombra de mi Abuela compartir con personas extrañas, y más en aquellas circunstancias de tristeza y depresión en la que estaba. i abuela tenía una alfombra muy bonita. Al poco tiempo llegó un matrimonio con tres Era negra y estaba adornada por figuras hijos. Parecían buena gente y Lolita, que así se acaracoladas en delicados y bonitos collamaba la madrileña, pronto congenió con mi lores. Era gruesa, suave, blandita y esponjosa. abuela, la escuchaba, la comprendía y la consolaCuando la pisabas parecía que anduvieras sobre una ba y gracias a ellos podía comer todos los días nube. Siempre aparentaba estar recién estrenada. porque estaba pasando mucha hambre. Mi abuela la cuidaba mucho. Al empezar el Cuando se marcharon de Ayora, no sé si en buen tiempo la limpiaban, le ponían antipolillas, la agradecimiento o porque debía ser un engorro envolvían en sábanas viejas de algodón y la colviajar con un bulto tan pesado, le dejaron la susogaban en unos ganchos que había en el techo del dicha alfombra. sótano, donde se mantenía fresca sin coger la Ella, mi abuela, le tenía un gran cariño, pero no humedad del suelo. A mí me gustaba mucho y sé por qué aquél año le dio por pensar que de disfruté de ella pues pasaba muchas temporadas dónde habría salido. Era raro que al salir en aqueen Ayora con mi abuela. llas circunstancias de Madrid lo hicieran llevándoElla me dijo un día que iba a regalar la alfomse una cosa tan grande y pesada. También tenía bra a la parroquia. La miré extrañada, ¿por qué, una gran calidad para una familia modesta, ¿de abuela, -le dije- con lo bonita y confortable que dónde la habrían cogido?, ¿quién se la habría daes? Me contestó que la quería dar porque no sabía do?, ¿qué suelos habría alfombrado? Le dio por su procedencia; todavía me extrañé más porque yo hacerse todas estas preguntas y se le quitaron las la había visto siempre en mi casa; ¿acaso no la ganas de tenerla. (Si los objetos hablaran cuántas habían comprado mis abuelos o la habían hereda- cosas nos podrían contar, pues sus vidas suelen ser do de algún familiar? Al ver mi asombro me contó más largas que las nuestras). lo que había sucedido: Una mañana vino el sacristán y dos monaguillos, Me dijo que durante la guerra, estando un día la descolgaron del techo del sótano y vi con tristeza de verano sentada cerca de una ventana abierta y cómo se la llevaban. No la volví a ver pues cada vez con las persianas bajadas, oyó que se paraban iba menos a Ayora, sobre todo en invierno. unos hombres cerca de ella. Uno de ellos dijo que Esta Semana Santa estuve allí. Fui a la misa del esa casa había que requisarla. Jueves Santo (como tengo Casi se le para el corazón. Si los objetos hablaran cuántas costumbre, me puse enfren¿Adónde iría si le quitaban la cosas nos podrían contar, pues te de la capilla del Monucasa? era lo único que le hamento). En un momento bían dejado, también había sus vidas suelen ser más largas volví la vista y algo llamó perdido a su marido y dos de que las nuestras. poderosamente mi atensus hermanos en aquella gueción; era ella, sí, la alfombra rra horrible para todos. Pero mientras pensaba de mi abuela. Era inconfundible. Fue como enconesto, uno de aquellos hombres que hablaban dijo: trar a un viejo amigo, sentí alegría, emoción y “esta casa no se toca”. Mi abuela reconoció su decepción. Estaba vieja, ajada y descolorida (puevoz, era la de un maestro de obras al que siempre de que tanga más de cien años). Si ella hubiera llamaban para resolver cualquier cosa referente a podido verme y sentirme ni siquiera me hubiera su oficio. (Siempre le estuvo agradecida por esto). reconocido, ya no era ni mucho menos la adolesLe quitó un peso de encima. cente que tanto la pisó. Yo, como ella, también A los pocos días le dijeron que tenía que dar estaba vieja, ajada y descolorida. Pensé que había tenido un hermoso final: estar cobijo en su casa a una familia de refugiados que venían de Madrid. No le hizo ninguna gracia, pero a los pies de Cristo Sacramentado, pues si alguna pensó que era el precio que tenía que pagar por vez pensé en ella creí que estaría en algún rincón seguir viviendo en ella. Me pongo en su lugar y del templo ignorada, olvidada y cubierta de polvo pienso en lo desagradable que debe ser tener que como el arpa de Bécquer.

Maria Teresa Ibáñez

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Boletín Jubicam

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Abril/Mayo - 2012


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