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"Los Espadones" (Primera parte)

La coyuntura bélica de inicios del siglo XIX (Guerra de Independencia 1808-1813; Emancipación de la América española 1810-1824; Primera Guerra Carlista 1833-1840, etc.) otorgó a los militares un inmenso protagonismo en la vida política decimonónica española. Los generales de prestigio lideraban los partidos políticos y recurrían al pronunciamiento para intentar hacerse con el gobierno o condicionar su rumbo. El fenómeno se repite una y otra vez durante el reinado de Isabel II: la rebelión de los sargentos progresistas de la Granja en 1836 consigue la breve restauración de la Constitución de Cádiz de 1812; las Juntas Revolucionarias de 1840 secundadas por Espartero ponen fin a la regencia de Mª Cristina, y del mismo modo el regente Espartero sale al exilio en 1843; la Vicalvarada de O’Donell en 1854 marca el paso de la Década moderada al Bienio progresista; y la derrota de la Milicia Nacional por el ejército dirigido por el mismo O’Donell en 1856 supone el regreso de los moderados al poder. Tras los fracasos progresistas de 1866 en Villarejo de Salvanés y en la sublevación de los sargentos del Cuartel de San Gil, el pronunciamiento de la Armada en Cádiz en 1868 por Topete dará inicio a la revolución que acabó con la Monarquía Isabelina.

Los principales militares del reinado de Isabel II y denominados como Espadones son:

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*Baldomero Espartero 1793-1879

*Ramón María Narváez 1799-1868

*Leopoldo O’Donell 1809-1867

*Francisco Serrano 1810-1885

Es controvertido en este concepto el caso del general Juan Prim, pues si bien para algunos podría formar parte de la denominación de espadones, para un amplio sector de la historiografía no lo encuadra en el mismo concepto como a los otros cuatro.

Los cuatro generales citados controlaron la política española desde 1840 hasta la Restauración Borbónica en 1875 con una visión de Estado bastante parecida a pesar de sus desavenencias ideológicas, poniéndolas en el contexto de esta época decimonónica, y resaltando un punto en común a todos ellos:su relación directa con Isabel II; aunque la reina los viera y tratara de forma muy diferente, desde la proximidad a Serrano al distanciamiento con Espartero.

En el siglo XIX isabelino la política difería sustancialmente de cómo es en la actualidad; empezando por los partidos políticos diferentes al concepto actual, y acabando por el sistema electoral de carácter censitario, pasando todo ello por un sistema caciquil. El carácter de inestabilidad estuvo presente a lo largo de todo el siglo; Guerras Carlistas, insurrecciones en la América hispana, progreso de la idea de republicanismo, débil situación de la Hacienda, levantamientos cantonales…, todo ello hizo que la reina se apoyara en estas figuras con autoridad, prestigio e incluso bien vistas por el pueblo en muchas ocasiones.

Era una política muy personalista y aunque existían pequeños grupúsculos o camarillas que compartían unos mismos principios, no había disciplina de partido ni programas electorales, de ahí el ascendiente de estos personajes.