Cuentos SuperSolidarios 2016

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Este es un libro de cuentos hecho entre amigos, sus autores son niños y niñas de 1º y 2º de ESO del instituto Mar de Poniente, de 6º A y B del CEIP Carlos V y de 4º B del CEIP Pedro Simón Abril de La Línea de la Concepción. Son niños y niñas que conocen las desigualdades del mundo y no se resignan a cruzarse de brazos, que saben bien del valor de la cooperación para sacar lo mejor de cada uno y unirlo en una mezcla maravillosa. Son auténticos supersolidarios.

Coordinación y maquetación a cargo de los maestros: Paco Carrillo Sánchez – IES Mar de Poniente Rafael Rodríguez Pino – CEIP Carlos V Juan Manuel Palmero Sánchez – CEIP Pedro Simón Abril

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Erika Oliva Prado

Daniel Postigo Almendro

David Mateo Moreno

Daniel Sánchez Bautista

Daniel Mateo Rodríguez

Gema Sánchez Martínez

Daniel Peralta Ponce

Daniel Palmero Sánchez

María J. Utrera García

F. Matías Merino Camacho

Amanda Tai Mendoza Gómez

Ana I. Rodríguez Hernández

Alejandro Pérez Losada

Marta Puertas Bermejo

Noa Parrado Delgado

Samuel Galán Ruíz

A. Matías Merino Díaz

Laura Téllez Fernández

Reyes Márquez Morales

Cayetana Vera Pecino

Pablo Padován Pérez

Katie Mary Grace Rogers

Aitana Peralta Pastoriza

Dalia Santos Téllez

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Ana Belén Guerrero Castillo

Diego Serrano Cuevas

Jairo Vera Conde

Laura Alonso de la Yesa

Denia Gavilán López

Aroa Calvente Santiago

Andrés Muñoz Puertas

Jonay Gómez Mesa

Nayara Sánchez Mesa

Nadine Clavijo Escobar

Pablo Navarro Ortigosa

Juncal Postigo Fernández

Youssef El Hmidi

Yineba Martínez Cortés

Nerea Sánchez Serrato

Yara Arroyo Barriga

Davinia Soto Agüera

María Navarro Ríos

Rocío Meizoso

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Carlos Martín Salas

Patricia de Hoyos Ramón

Yecenia Bautista Gómez

Luis Jiménez Cano

Laura Labella Gallardo

Gustavo Dignat Rodríguez

Ana Partal Escalona

Álvaro Sánchez López

Hugo García López

Álvaro Cabrera Díaz

Laura Mesa Flores

Ulises Iriondo Estrada

Pedro Guerrero Delgado

Melany Bellido Páez

Alma Serván Candil

Manuel Toledano Ortiz

Inés Peña Pinto

Adrián Olmo Osuna

Adriana Césaro Morales

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Supersolidario ………………………………………………………………. 7 Un final feliz ………………………………………………………………….. 9 La historia de Rafinho ………………………………………………………. 11 Aldea africana ………………………………………………………………… 13 6

La vida en África …………………………………………………………….. 15 La vida de Marta ……………………………………………………………… 17 El niño que no pudo ser niño ……………………………………………….. 19 La pobreza en África …………………………………………………………. 21 El pozo de los deseos ……………………………………………………….. 23 La destrucción de la guerra …………………………………………………. 26 Dani el niño pobre ……………………………………………………………. 28 Un niño pobre ………………………………………………………………… 30 La vida de Theo ……………………………………………………………… 32 Los pobres de África ………………………………………………………… 34 Supervivencia en África ……………………………………………………. 36 La historia de Cayetana …………………………………………………….. 38 Una niña pobre ……………………………………………………………….. 41 Alex el niño solidario …………………………………………………………. 42 La vida de Ahmed ……………………………………………………………. 44

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Érase una vez un mundo extraño en el que algunas personas eran felices y vivían muy bien pero otras eran desgraciadas y no tenían nada, un mundo en el que algunas personas tenían 3 casas y 4 coches, y otras no tenían un techo bajo el que cobijarse de la lluvia ni una cama para pasar la noche. Algunas personas se dieron cuenta del problema y quisieron un mundo mejor, arreglar aquél desastre, pero la tarea era tan grande que pensaron que solo un superhéroe podría lograrlo. Llamaron a Supersolidario una y otra vez pero Supersolidario no aparecía y así comenzaron a desesperarse y a pensar que arreglar el mundo sería imposible. Ediciones Clases Amigas | La Línea de la Concepción, 2016


Sin embargo, un buen día un grupo de niños y niñas decidió montar un mercadillo solidario para ayudar a la gente que más lo necesitaba y tuvieron un montón de ideas para hacer un mundo mejor. Trabajaron con ilusión y muchas ganas e hicieron maravillas. No arreglaron el mundo pero contribuyeron a mejorarlo. Y así todo el mundo se dio cuenta de que 8 Supersolidario, a pesar de ser tan chulo como el que aparece en la foto, no aparecería volando para salvar a todos, sino que está presente dentro de cada uno de nosotros. Cada vez que una persona actúa de forma desinteresada para ayudar a otra allí está Supersolidario, en forma de niño, de niña, de hombre o de mujer normal y corriente. No hace una entrada en escena espectacular con su traje y su capa, volando por el cielo. Es tímido y no quiere llamar la atención, por eso se esconde en los corazones de personas buenas. Y son esas personas buenas las que cambian el mundo, ayudan y salvan a las personas que lo necesitan y vencen al malo. Ese grupo de niñas y niños buenos, auténticos superhéroes, escribieron un libro de cuentos que tiene un sinfín de protagonistas pero hay uno especial, se llama Supersolidario, porque estos cuentos nacieron de la necesidad de ayudar y a buen seguro que ayudarán a muchas personas. Juanma Palmero Ediciones Clases Amigas | La Línea de la Concepción, 2016


Érase una vez una aldea africana que no tenía dinero ni recursos para preservar la salud. El padre de una familia estaba muy enfermo y como no había ni médico ni hospitales se tuvieron que buscar la vida luchando para conseguir dinero y que se llevaran al padre a un hospital. La hija de la familia llamada Lucia, tuvo que ir pidiendo dinero por las calles, los pueblos. Estuvo trabajando para que trasladaran al padre a un hospital en España. Una vez la madre se puso con la niña a contar el dinero y vieron que tenían bastante, el padre se puso muy contento. La ambulancia fue a por el padre y le dieron la opción de llevarse a un familiar la madre le dijo a la niña: Ediciones Clases Amigas | La Línea de la Concepción, 2016

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-Lucía vete tú con tu padre, tú eres la que has conseguido el dinero.

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Lucia dijo que sí. Al llegar a España curaron al padre y al cabo de un tiempo llamaron a la puerta y la niña se llevó una sorpresa al ver que era su madre. Lucía dijo: - ¡Mamá que sorpresa! El padre se curó y los médicos le dieron una casa en España, comida y ropa, y encontraron trabajo y una escuela.

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Érase una vez un niño llamado Rafinho que vivía en Brasil, era un niño pobre. Él iba al colegio y los niños no querían ser sus amigos porque lo veían mal vestido. En la clase había una niña llamada Bruna, ella si tenía dinero y al pobre chico le regaló ropa y zapatillas. Él no quería ir al colegio porque tenía miedo debido a que todos le insultaban y le pegaban. Una mañana Rafinho pensó en suicidarse pero recapacitó y dijo: -¡Esta no es la mejor manera, voy a intentar hacer más amigos! La madre lo escuchó y le dijo: -Claro Rafinho esa es la mejor manera de solucionar tu problema. Y eso hizo, fue a la escuela e hizo más amigos, bueno, hizo justamente dos amigos, pero a él no le Ediciones Clases Amigas | La Línea de la Concepción, 2016

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importaba, ahora él estaba feliz, se sentía a gusto con sus nuevos amigos.

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Cuando llegó a su casa, se lo contó a su madre y después fue a buscar a sus amigos. Ellos se llamaban Robertinho y Robinho. Al siguiente día cuando fue al colegio se metieron con él a la entrada (como de costumbre), y su amigo Robertinho se lo contó al jefe de estudios y él expulsó a los que le hacían bullying y ya no le volvieron a hacer nada más. Fue feliz y Bruna, la que le ayudó acabó siendo su novia.

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Érase una vez, hace muchos años en una pequeña aldea unos pequeños niños con un pequeño perrito jugaban en el campo con un pequeño balón. Correteaban libremente por todo el campo, se divertían un montón. Escucharon gritos y disparos, se acercaron al pueblo y vieron cuatro hombres que estaban quemando las casas. Los niños se llamaban Chisé y Miu las chicas, y Jolden y Andrés los chicos, y el perro se llamaba Chico. Los hombres eran malos y eran guerrilleros. Se fueron corriendo de la aldea a buscar refugio al campo de refugiados, que se encontraba en una frontera del norte de África. Como ellos se encontraban en el sur de África tenían que caminar muchos días y noches hasta llegar allí. En todo ese camino encontraron feroces leones, y soldados perversos que secuestraron a Jolden. Los demás, asustados, tuvieron que cruzar un río lleno de cadáveres de la guerra. Lo cruzaron sin peligro Ediciones Clases Amigas | La Línea de la Concepción, 2016

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porque la hermana mayor se encargó de proteger a los demás.

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A lo lejos divisaron el refugio y corrieron hacia él. Llegaron por fin. Cuando los vieron en tan malas condiciones les dieron comida, agua, ropa y un techo bajo el que poder dormir y resguardarse de la lluvia, hasta que pasara la guerra. Tras varios meses la guerra terminó y los que se encargaron de cuidarlos los llevaron su aldea con toda su tribu y vivieron felices, aunque nunca pudieron olvidar los horrores de la guerra, los seres queridos perdidos y a las buenas gentes que les ayudaron cuando más lo necesitaron.

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Érase una vez un niño llamado Hendú, nacido en una aldea africana. Su familia era muy pobre. Un día Hendú se puso enfermo y allí no había médico. Hendú tenía buenos amigos que se habían hecho ricos. Antes vivían en África pero se fueron de viaje a Europa y habían hecho fortuna. En Europa había médicos así que cuando se enteraron de lo que le había pasado a Hendú se lo llevaron al lugar en el que ellos vivían para llevarlo al médico y que se recuperara. Hendú se sentía muy mal sin su familia. Pasaron unos meses y Hendú se recuperó poco a poco pero todavía se sentía un poco mal. Al poco tiempo le dijeron los médicos que ya iba a salir del hospital porque se había recuperado mucho. Cuando Hendú salió del hospital supo que su familia había intentado llegar adonde él estaba pero no habían sobrevivido al viaje. Ediciones Clases Amigas | La Línea de la Concepción, 2016

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Se sintió hundido pero luego decidió volver a su aldea. Una familia buena lo acogió y él dedicó todo su esfuerzo a mejorar las condiciones de vida de las personas de su país para que hubiera médicos y nadie volviera a sufrir la tragedia que él había vivido. 16

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Érase una vez una niña llamada Marta, que tenía su hermano enfermo y lo quería ayudar. El hermano se llamaba Pablo y no tenía ni medicinas ni ropa. Iba a la escuela pero nadie le quería y él lloraba porque nadie jugaba con él. Un día unas personas de una ONG lo llevaron al médico y le dieron dinero para comprar las medicinas. A las dos semanas Pablo se puso mejor. Le dieron comida, ropa y cuando fue al colegio todo el mundo quería jugar con él y se puso muy feliz porque por fin había jugado con la gente de su colegio y había hecho amigos. La hermana estaba muy feliz porque su hermano estaba bien y había hecho amigos. Cuando se hizo mayor Pablo consiguió ser médico y ahora va de pueblo en pueblo para ayudar a los niños que están enfermos y darles una segunda oportunidad en la vida. Ediciones Clases Amigas | La Línea de la Concepción, 2016

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Su hermana se dedica a dar comida a los necesitados y cuidar y dar refugio a los que no tienen techo.

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Érase una vez un niño llamado Sam que vivía en un poblado pobre de África. Sus padres no tenían trabajo y para ir a la escuela tenía que recorrer muchos kilómetros a pie. Pero para recorrer todo esos kilómetros no tenía ni zapatos ni abrigo, y aun así, no se quejaba y nunca decía que no quería ir al colegio. Al llegar a casa no todos los días se encontraba un plato de comida sobre la mesa, muchas veces tenían que estar todo un día sin comer. Ayudaba a sus padres a recoger agua y a cuidar el ganado. Un día llegaron unos misioneros para ayudar a Sam y a su pueblo a trabajar, a tener escuelas para que tengan educación, a conseguir agua para hidratarse y comida para alimentarse. Sam tenía que ayudar a su madre a coger agua del río y tenía que recorrer muchos kilómetros para llegar y no se quejaba. Sam era un niño muy bueno Ediciones Clases Amigas | La Línea de la Concepción, 2016

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hasta que un día iba hacia el colegio y por el camino se encontró un campo verde en el que se cultivaban granos de café. Lo habían hecho los misioneros. Sam se quedó mirando cinco minutos. Poco después le dijo a su madre: 20

- Mamá, he visto un campo verde donde se recogen granos de café. ¿Podría trabajar allí? - No hijo, mejor quédate en casa. Sam ignoró las negaciones de su madre y fue al terreno del café y le preguntó al jefe si podía trabajar allí. Le contestó que sí pero por lo visto el jefe era un gran timador y a Sam le hacían pasar horas y horas trabajando. Su madre no se enteraba de lo que ocurría pero casi no veía a Sam. Sam finalmente con el poco dinero que había ganado compró un trozo de tierra y comenzó a cultivarla por su cuenta. Le fue muy bien y compró más tierra y dio trabajo a muchas personas, pero siempre trató bien a sus empleados y les pagaba sueldos dignos y respetaba sus derechos como trabajadores. Y así fue una persona feliz y muy querida por todos.

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Érase una vez un niño llamado Luca, él era de África. Deseaba con muchas ganas jugar al fútbol pero no tenía una pelota en condiciones. Solo tenía una bola hecha de tela cosida y unas chanclas que no le valían para jugar al fútbol bien. Él, como el resto de su familia, no se alimentaba bien, ya que eran pobres y no tenían comida. Tenían que recorrer muchos kilómetros a pie para conseguir agua, aunque el agua no estaba en muy buenas condiciones. Los niños pequeños nacían con problemas por el bajo peso y las enfermedades que allí había. Tampoco había vacunas por eso tenían enfermedades. Tampoco tenían ropa por eso pasaban mucho frío de noche y les picaban los mosquitos.

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Un día un cura llegó a su pueblo a ayudarles. Luca fue a verlo y le preguntó si tenía algo de comer. El hombre le dijo que sí. Después Luca le preguntó una última cosa. Le preguntó si Dios era bueno porque en el mundo había hambre y miseria. El cura le dijo que era porque Dios estaba muy ocupado en otros sitios, y Luca se fue. Y el cura se quedó pensando en lo que Luca le había preguntado, no muy convencido de lo que él mismo había contestado.

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Érase una vez un pueblo aislado de la civilización situado en África. En ese pueblo vivía un niño llamado Mateo. Mateo tenía 9 años y vivía en una choza muy chica hecha de paja. Mateo estaba muy delgado puesto que no tenían mucha comida en su pueblo y eran muy, muy pobres. Un día, desesperado, fue a buscar agua y así fue, encontró un pequeño pozo lleno de agua y que nadie usaba. Muy contento fue a avisar a su familia pero cuando volvieron allí ya no estaba el pozo. ¿Qué había pasado? Él estaba seguro de que lo había visto pero mágicamente había desaparecido. Estuvieron investigando a ver qué había pasado pero nada, ni una pista. Al día siguiente fue otra vez el niño donde estaba el pozo y entonces lo vio otra vez, pero esta vez descubrió que había un cartel que decía: “Pida un deseo”. El pozo de repente cobró vida y le dijo que Ediciones Clases Amigas | La Línea de la Concepción, 2016

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podía pedir 3 deseos con una condición, que le guardara el secreto, nadie podía enterarse. El niño se lo prometió. El primer deseo fue algo de comida y mágicamente allí estaba toda, cuanta comida podía imaginar. Mateo empezó a comer con muchísimas ganas. Ese día se fue a su cabaña muy contento y sin hambre. Al siguiente día el niño volvió y se le ocurrió pedir algo de ropa porque la suya ya estaba muy desgastada y llena de barro. Cuando pidió el deseo la ropa que llevaba desapareció y en el suelo apareció ropa nueva, y rápidamente se la puso. Cuando volvió a casa y miró el armario estaba lleno de ropa nueva. Al día siguiente por la mañana salió a dar una vuelta por su pueblo y se dio cuenta de que ellos estaban igual que él al principio antes de pedir los deseos. Así que volvió al pozo y como último deseo pidió que su pueblo ya no fuera pobre y que todo el mundo tuviera las mismas oportunidades. La gente se dio cuenta de que algo había cambiado, y los dos primeros deseos desaparecieron pero el último no desapareció porque era con muy buenas intenciones. El pozo desapareció y nadie lo volvió a ver. Ediciones Clases Amigas | La Línea de la Concepción, 2016


¿Qué harías tú si tuvieras esos 3 deseos?

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Érase una vez un hombre que vivía en América del sur y se llamaba Sánchez, y quería salir de allí para poder tener casa, comida, ropa, trabajo, coche y atención médica; y sobre todo para huir de la guerra que destruía todo a su paso, casas, calles, sueños, vidas, personas... Y llegó el día que decidió salir de su país y hacer realidad su deseo que era tener una vida feliz. Así que se coló en un avión, en el compartimento de carga, donde meten las maletas. Pasó mucho miedo y muchas horas de avión hasta que se quedó dormido y lo tuvieron que avisar los trabajadores que descargaban las maletas, de que ya estaban en España. Buscó un trabajo y empezó a ganarse su dinero para la casa. En España tenía de todo, y con lo que ganaba trabajando compraba ropa, comida y todo lo que Ediciones Clases Amigas | La Línea de la Concepción, 2016


necesitaba. Se hizo amigo de todo el mundo. Se ech贸 una novia y tuvieron un hijo y fueron felices juntos.

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Érase una vez un niño llamado Dani nacido en África. Un día se fue a la casa de sus abuelos, no sabía qué hacer, y tampoco tenía juguetes, se puso a mirar por la ventana. De repente vio un árbol que nunca había visto, y decidió salir a investigar. Salió de la casa rápidamente y se puso frente al árbol. Él sabía lo que era un árbol, pero no sabía por qué le había llamado tanto la atención. Lo observó detenidamente y se dio cuenta de que tenía algo en sus raíces pero no sabía lo que era. El objeto era cuadrado y tenía una portada, lo abrió y vio cosas escritas pero ni sabía lo que eran. El no imaginaba que eran letras. Se imaginaba que era alguna especie de un lenguaje raro que nadie conocía pero de repente aparecieron los padres que habían estado en un refugio donde las personas le habían Ediciones Clases Amigas | La Línea de la Concepción, 2016


enseñado a hablar en español. Empezaron a enseñarle a él, hasta que fue pillando el lenguaje. Ese día llegaron personas de una ONG, vieron que ese niño podría llegar a ser algo en la vida y le dieron la oportunidad de llevarlo hasta España y así fue. Al cabo de 20 años llegó a ser uno de los mejores empresarios de España.

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Hace unos cuantos años fui a visitar un pueblo de África, y me encontré a unos niños pobres. Como yo tenía una casa alquilada, me los llevé a todos y les di de comer. Pasaron dos meses y, como todos los niños tenían que ir al colegio, llamaron al presidente para que hiciera una escuela. El presidente tenía que pagar un presupuesto, pero como no podían, tenían que votar para decidir cómo sacar el dinero. Entonces ganaron porque los pobres tienen derecho de estudiar, comer, etc. Por eso cuando se hicieron mayores tuvieron una casa bonita y no rota, y un trabajo en el que les pagaban muy bien. Algunos se fueron de viaje a España, se echaron novios y novias y tuvieron niños. Los hijos de las Ediciones Clases Amigas | La Línea de la Concepción, 2016


personas que ya no eran pobres fueron a la escuela y tenían muy buenas notas. Después los padres se compraron un coche para llevarlos a la escuela. Después entraron en el instituto Mar de Poniente. Como sacaron muy buena notas y se lo sabían todo, decidieron ayudar a las personas necesitadas. Se encontraron a un hombre que estaba enfermo y decidieron ayudarlo y llevarlo al hospital.

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Érase una vez en África, un niño llamado Theo que vivía en una casa muy pobre de madera y tenía una pequeña huerta. Theo no tenía madre, solo su padre, que se iba y se alejaba de su hogar y dejaba a Theo encargado de la casa, la huerta y todos los medios necesarios para vivir. Todos los días trabajaba en la huerta, buscaba agua en los ríos y apenas comía. Pasaba el tiempo y el padre nunca aparecía. El niño lloraba y lloraba porque nadie lo quería y él se sentía solo. Hasta que un día apareció su padre para explicarle por qué no estaba junto a él. Theo lo entendió, pero desconsoladamente se puso a llorar y a llorar. Hasta que el padre vino con dinero Ediciones Clases Amigas | La Línea de la Concepción, 2016


y lo rescató de esa mala vida. Se fueron a vivir a Sevilla y el padre le compraba lo que necesitaba, pero lo más importante, estaba siempre junto a él. FIN. 33

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Había una vez una ciudad que tenía un gran problema de pobreza. También vivía allí un señor llamado Francisco, que tenía mucho dinero pero no ayudaba a la gente sino que la utilizaba para hacerse más y más rico. Una persona de una organización solidaria que ayuda a las personas necesitadas llegó un día a la ciudad, conocía a muchas personas de las que ayudan a la gente pobre. En esa ciudad un niño tenía cáncer, lo ayudaron a conseguir medicinas. A los adultos los curaron de muchas enfermedades. Como los niños y las niñas no podían ir a la escuela, les ayudaron a construir un colegio. Y cuando se terminó, se empezó a construir un hospital y a llevar medicamentos buenos para los ciudadanos. Ediciones Clases Amigas | La Línea de la Concepción, 2016


La vida mejoró para todos y todas, excepto para Francisco que ahora no podía aprovecharse de la gente de la ciudad y siguió siendo, como siempre le pasa a las personas codiciosas, muy infeliz con toda su riqueza. 35

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Érase una vez una niña llamada Mía, esa niña tenía problemas con su familia y a los seis años quedó huérfana. Estuvo unos años en un orfanato y luego la trasladaron a África. Estuvo en África ayudando a la gente de allí. Sus padres adoptivos fueron asesinados en su propia casa. No sabía qué hacer, ella se sentía sola, sin comida y sin nada para poder sobrevivir. Después de varios días encontró un bosque, empezó a buscar comida y a construirse una cabaña para poder vivir. Seguían pasando los días y todo estaba empezando a ir mejor. Echaba de menos la ciudad y Ediciones Clases Amigas | La Línea de la Concepción, 2016


a sus padres. Echaba de menos muchas cosas de las que ahora no pueden volver atrás. Pasaron los años y ella seguía en su pequeña cabaña, cumplió 18 y estaba tan acostumbrada a la vida allí que todo le parecía normal. Una mañana vinieron a por ella. Un avión la rescató y allí dejó todas sus cosas, sus animales y todo. Cuando llegó a la ciudad abrazó fuerte a sus amigos, y les contó todo lo que allí había hecho y había aprendido. En su mente quedaron aquellos bonitos recuerdos.

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Muchos niños sufren enfermedades, pasan hambre, frío, etc. Viven en cabañas, no tienen nada para comer, andan muchísimo para encontrar agua o algo de comida. De cada miles y miles de ellos, acogen a muy pocos para poder ir a la ciudad y llevar otra vida mejor. Esta es la historia de cómo a una niña llamada Cayetana le sucedió algo parecido. Cayetana vivía en un poblado de Benín. Ella es de color, tiene 10 años y vive con su madre. Su padre murió hace 3 años, de una enfermedad incurable llamada ébola. Ediciones Clases Amigas | La Línea de la Concepción, 2016


Cayetana tenía dos hermanas y un hermano. Su hermana mayor, de 13 años, llamada María, era muy mala y le pegaba a sus hermanos. Ella era de color negro, con pelo marrón y ojos marrones. La otra hermana de Cayetana era la más pequeña, tenía 6 años, se llamaba Laura, era muy buena, y sabía un montón. Por último, el hermanito de Cayetana, que era muy salvaje y muy travieso, se llamaba Francisco, con 3 años. Él era muy bonito, tenía el pelo rizado, de cuerpo moreno y ojos verdes. Esta familia era pobre y no tenía para comer, no podían bañarse porque no tenían agua ni lugar para vivir. Dormían en el suelo porque no tenían cama. Bebían agua del río. Sin embargo, algo nos llama la atención al ver a esta familia, y es que con lo poco que tienen son felices, no necesitan mucho más que estar juntos y poder comer un plato de comida cada día para verles reir y disfrutar de su vida. Quizás nosotros podamos mandarles dinero, comida, medicinas o juguetes, pero tenemos mucho Ediciones Clases Amigas | La Línea de la Concepción, 2016

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que aprender de su humildad, su falta de codicia y su capacidad para disfrutar de cosas sencillas.

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Érase una vez una niña llamada Idaira que era muy pobre y se encontró una moneda de un euro; desde entonces la guardó como si fuera un tesoro. Al siguiente día era su cumpleaños y le compraron unos tenis de color blanco. Ella se puso muy contenta de ver que era su séptimo cumpleaños y su primer regalo. El padre murió en 2004, un día antes de nacer Idaira. Con tres años se enteró que su padre no estaba de viaje, sino muerto. Era muy duro para ella. Ahora tiene siete años, desde entonces ella no quiere ver fotos de su padre porque le hace recordarlo. Con el euro que encontró fue a comprar a una tienda, y dio la casualidad que se encontró una cartera con mucho, mucho dinero, y desde entonces su familia, gracias a ella, es y será rica. Ediciones Clases Amigas | La Línea de la Concepción, 2016

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Érase una vez un niño llamado Álex que pasaba mucha hambre porque su familia no tenía dinero para mantenerlo. Por eso, ahorró dinero e hizo un viaje a Londres. Pensaba que allí tendría una vida mejor. Cuando estaba en el avión este sufrió un accidente. El avión tuvo que hacer un aterrizaje forzoso en un pequeño pueblo de África. En este pueblo no había nada, ni comida, ni ropa. Dentro del bolsillo Álex llevaba su móvil e hizo una llamada a una amiga suya, Susana, que llevaba una ONG y le contó el problema. Ella hizo que mandaran ropa y con ella muchas de las personas de la aldea pudieron vestirse. Alex se sentía orgulloso de ver las sonrisas de aquellas personas, pero echaba de menos a su familia. Él lo había pasado mal y por Ediciones Clases Amigas | La Línea de la Concepción, 2016


eso no quería que los demás sufrieran igual que lo había hecho él. Pasaron muchos años en los que Álex siguió ayudando a muchas personas, hasta que llegó el momento de volver a su ciudad. A pesar de esto, estuvo mandando dinero al pequeño pueblo durante mucho tiempo más, para que los necesitados pudieran vivir.

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Ahmed era un niño senegalés que no tenía muchos recursos. Sus padres Amina y Youssef iban cada día al campo y tenían que recorrer unos 13 kilómetros para llegar hasta su trabajo y conseguir alimentos. Sus hijos no podían ir a la escuela porque estaba demasiado lejos, tenían que atravesar dos ríos demasiado profundos y que tenían mucha corriente. Los amigos de Ahmed sí tenían dinero, vivían más cerca y podían ir a la escuela. Además de ser pobres les quitaron los terrenos para plantar azúcar para las grandes multinacionales de bebidas azucaradas. Muchos niños de su país morían de hambre porque sus padres habían muerto en la guerra y no tenían quien les llevara comida. Ediciones Clases Amigas | La Línea de la Concepción, 2016


También había niños esclavos que como no tenían dinero recorrían muchos kilómetros para traerle agua y comida a las personas que los tenían esclavizados. Un día Ahmed caminaba por el campo buscando comida cuando se encontró un niño pequeño llamado Said que no tenía padres y que se había perdido. Se hicieron muy amigos. Ahmed y Said empezaron a jugar juntos y buscaron comida suficiente para sus padres y amigos. Al cabo de los años Ahmed y Said crecieron juntos como hermanos jugando libres y sin reglas por delante. Pocos niños de su país podían vivir de esa manera. Hicieron una manifestación por los niños esclavos y por los niños sin comida, agua ni escuela. Poco a poco consiguieron tener muchísima gente como para poder conseguir lo que querían pero todavía pensaban:

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- ¿Y las grandes empresas?” Eso nos costará “¡no nos pueden quitar nuestro terreno para plantar azúcar!” - dijo Said.

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- Las grandes empresas siguen plantando azúcar ¡y dentro de poco nos quedaremos sin casa! - dijo Ahmed. Amhed y Said intentaron crear otra campaña contra el acaparamiento de tierras. En esa campaña hubo miles de personas que opinaban lo mismo que ellos. Pusieron millones de denuncias entre todos y poco a poco consiguieron derrotarles. Muchos niños se cambiaron de casa para ir a la escuela pagándola con el dinero que ganaban vendiendo alimentos. Los niños y niñas se hicieron mayores y solo deseaban lo mejor para los demás para que no pasasen una infancia tan cruel como habían pasado ellos. Construyeron parques, más escuelas y cada vez había más niños y niñas felices que junto a sus padres vivían muchos años. Todos los niños empezaron a jugar juntos y se divertían jugando al pilla pilla, al escondite y otros muchos juegos. Llegó un momento en que había tantos ciudadanos que Ediciones Clases Amigas | La Línea de la Concepción, 2016


construyeron edificios y muchas casas para que la gente fuese feliz y no sufrieran como habían sufrido ellos.

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Impreso en y con la colaboración de : C/ Doctor Villar, 25 La Línea de la Concepción Ediciones Clases Amigas | La Línea de la Concepción, 2016


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