Narrativa 2012

Page 97

Marina me agarra con fuerza de la mano. La miro pero no sé qué decir. Ella también se queda callada. La azafata dice que no nos preocupemos, que nos quedemos sentados en nuestros asientos, que nos abrochemos los cinturones y que hagamos todo lo que nos ha dicho al despegar; y yo miro la revista, que ahora está sobre mis rodillas, y no hago nada. Un tipo de unos cincuenta años, canoso y con un frondoso bigote, se levanta y se enciende un cigarrillo. ––Vuelva a su asiento, caballero ––le indica amablemente la azafata. ––Si este avión va a acabar estrellado contra el jodido asfalto, al menos me gustaría poder disfrutar de un cigarrillo antes de que eso pase –– contesta él. La joven empleada no dice nada y mira hacia atrás esperando que haya alguien a su espalda que pueda solucionar el conflicto. Pero detrás de ella sólo hay un puñado de viajeros aterrorizados, así que se marcha a la cabina y el tipo del bigote continúa fumando su cigarrillo mientras camina por el pasillo del avión, dejando caer la ceniza sobre la moqueta azul. Marina apoya su cabeza en mi hombro y me dice que me quiere, le digo que yo también y cierro los ojos. Durante unos segundos no habla nadie. El avión queda completamente en silencio. Es como si todos los pasajeros ya hubieran dicho sus últimas palabras y esperasen pacientemente el trágico desenlace. De repente las turbulencias cesan y el avión se estabiliza. Abro los ojos y me parece como si todo hubiera sido un sueño. El piloto emocionado nos comunica que contra todo pronóstico no vamos a terminar nuestros días aplastados en mitad de una autopista, por lo que lógicamente el vuelo continúa con normalidad. Y aunque todos los pasajeros celebramos con entusiasmo la noticia, en nuestro interior nos lamentamos al sentir que nunca dispondremos de una ocasión tan idónea para morir.

104


Issuu converts static files into: digital portfolios, online yearbooks, online catalogs, digital photo albums and more. Sign up and create your flipbook.