Narrativa 2012

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A veces lo clavamos y terminamos a la par que el audio. Otras veces nos adelantamos y el audio todavía corre unos segundos, y otras veces es al revés, pero casi siempre nos adelantamos por el subidón que nos da cuando conseguimos saltar y cantar precisa y simultáneamente en la oscuridad, como si fuera una emboscada o una fiesta rave. Terminados el reportaje y la canción, el estéreo del teatro se desactiva y el telediario sigue avanzando pero con el sonido integrado de la tele. La siguiente noticia es algo sobre la inversión en I+D, pero está a un volumen suave que no llega ni a la segunda fila de espectadores. Son más audibles las profundas tomas y bocanadas de aire de los actores, y se oye también el choque de los mangos de madera de las combas, que nos estamos cruzando al pecho para el saludo. Cuando se da luz de aplauso estamos colorados y sudorosos agarrándonos los riñones, abriendo las aletas de la nariz y tragando saliva. Al principio, de lo reventados que acabábamos, saludábamos al público sentados en la cama. La clave para combatir mucho rato sin desfallecer está en los hombros, no en las piernas. Los saltos son lo de menos. Los hombros deben rotar, hay que ser ágil de hombros y transmitir esa agilidad a las muñecas para que acompañen. Los mangos no se agarran con tensión, sólo se sostienen en la mano. Los codos deben estar dulces, amortiguadores. El cuerpo debe estar recto, ni para delante ni para atrás, en posición de danza. Así los saltos salen silbados, de puntillas. Las agujetas las acabas teniendo en la parte de arriba de los brazos, bíceps, tríceps y deltoides. Entonces entendimos por qué los boxeadores se ejercitaban a la comba.

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