Narrativa 2012

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puerta no sabe lo que dice. A él quien le gusta es la señorita, a la que se queda en la puerta no quiere ni olerla, a esa es que no quiero acercarme ni yo, a esa es a la que combato. La naturalidad la combato. Defiendo la mejor versión de mí misma para él y él va y me habla de naturalidad. Porque uno es en cada momento la versión de uno, no es uno mismo. Uno sólo es uno mismo cuando está muerto. No hay mayor naturalidad que la del muerto. Uno es natural cuando se muere. Díselo. Pero merece la pena. Es que quieres hacer callo. Perra apaleada. Vives a tope. A tope con la cope. Ahí hay un amor. Somos inteligentes, simplemente. Pero esta angustia no la quiero yo ni un minuto. Díselo. Pero merece la pena. Piénsalo en frío. Todo es silencio pero me doy por aludida. Antes de oscurecerse, la pantalla del móvil anunció que la conversación con Borja López había durado veintisiete minutos y siete segundos. Pensé ya no puede tardar, pensé piensa en mí. Me quité la blusa y me puse la camiseta de Juan Bonilla que me servía de pijama. Retiré del escritorio su ordenador portátil para hacerle hueco a la ensalada. Cené, devolví el portátil a su sitio, me lavé los dientes, me acosté y le abrí la puerta cuando llamó. El siete de noviembre del año anterior Sara Molina nos convocó a las doce de la mañana para una sesión de silla. A las doce y veinte Borja estaba llamándome por teléfono para preguntarme si me había olvidado de la cita. Le dije que estaba despidiendo a Juan en la estación de tren y que no tardaría en llegar. La sesión de silla consiste en que uno por uno los actores nos sentamos en una silla colocada en el centro del escenario y respondemos a las preguntas que sobre la marcha nos hace la directora. Ella toma notas, los interpelados divagan más o menos y los que observan se divierten más o menos. Suele ser muy interesante porque a Sara no hay quien la engañe, te busca las vueltas con prestidigitación, con apenas dos o tres cuestiones que dan en la diana. Lo hacemos sin ninguna iluminación especial, no es algo opresivo. Nos confesamos, nos explicamos, nos exhibimos, es parte del trabajo. Cuando llegué a la sesión de silla del siete de noviembre de 2011 era Jose el que estaba hablando. Creo que no he sido capaz de apropiarme de Beckett, dijo. Me esfuerzo, pero sigo teniendo la sensación de que mi voz es falsa. ¿Qué quieres decir con falsa?, preguntó Sara. Completamente impostada, respondió Jose. No soy yo el que habla cuando interpreto a Beckett. No entiendo a ese señor o no es mi hora para Beckett. Me gustaba más, me conseguí identificar más con el ninja en Zwölf. En el trayecto en autobús desde la estación

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