Cada vez que se levanta puedo verle la ropa interior. Sus bragas son de un color violeta, como la voz de la chica del poema de Lorca. El premio de poesía lo gana una chica gorda y fea que viene acompañada de su novio, que es tan gordo y tan feo como ella. Sube al escenario, recoge el premio y lee su obra; es un poema eterno que habla de su relación con su actual pareja y de lo angustiosa que fue su anterior relación. También cuenta lo mucho que sufrió cuando era una niña porque todo el mundo le decía que era gorda y fea. Y por último, antes de bajarse del escenario, les manda un mensaje a todos aquellos niños desalmados que se burlaban de ella y les asegura que estaban equivocados, ya que ahora todos ellos son unos fracasados, mientras que ella recoge importantes premios literarios organizados por un colegio mayor, y recita sus poemas frente a un puñado de desconocidos que parecen no mostrar ningún interés. Después de la categoría de poesía, entregan los premios de narrativa y narrativa de ficción. Mi premio me lo entrega la jefa de estudios del centro. Es una chica bastante joven, con el pelo rizado y unas gafas de pasta negra. Se levanta para recibirme, sube conmigo al escenario, me da un beso en cada mejilla y me entrega un diploma. A ella no se le ve la ropa interior. –– ¿Quieres decir algo? –– me pregunta señalándome un pequeño atril con un micrófono. Asiento con la cabeza y me dirijo hacia allí. Me detengo frente al micrófono e intento mirar hacia el lugar en el que se encuentra Marina, pero hay un enorme foco encendido sobre mi cabeza y no puedo ver nada. –– Gracias –– digo intentando hablar lo más alto que mi garganta me permite. Después me doy la vuelta y regreso con la jefa de estudios. ––¿No vas a decir nada más? ––me pregunta. Me giro y miro nuevamente el atril. El foco sigue encendido justo encima.
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