La clausula piensalo bien ante mirian g blanco

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brazos sobre su pecho cuando una firme arruga apareció en su entrecejo. Estaba enojada. ¡Muy enojada! Trató de relajarse cuando Enrico comenzó a intimidarla con mirada. ¿Acaso existía mejor conjunto que unos ojos color miel y un cabello negro azabache? ¡Era condenadamente hermoso! «Un hombre condenadamente ególatra», pensó ella. —Muy bien, señorita Baker —comentó mientras leía los papeles que tenía sobre la mesa. Sonrió con incredulidad mientras sus ojos bailaban hacia el papel y hacia la cara de la morena—. ¿Esto es una cámara oculta, no? —preguntó, respaldándose en la silla con pesadez. Melisa notó cómo el vello comenzaba a erizarse cuando Mccartney torció los labios en una sonrisa traviesa. «A la mierda el trabajo, papá. Prefiero hacer horas extras en el bar de Edgar», pensó para sí misma. —¿Sucede algo, señor Mccartney? —lo interrogó con mordacidad. —Oh, por supuesto que sucede algo, señorita Baker. No tiene ninguna experiencia en el ámbito que exigimos en mis empresas, ni siquiera estudios relacionados con el trabajo —le explicó con aire adusto, pasando las hojas de un lado a otro. —Bueno, Walt Disney no tenía estudios y fue uno de los mayores productores estadounidenses —aclaró ella, adoptando una postura más cómoda en el asiento. Mely se sobresaltó cuando un estallido de risas amanecieron de aquel bello ser que empezaba a incordiarla muy seriamente. Ella agrandó sus fosas nasales como un iracundo toro, sintiéndose totalmente humillada. —¡Esto es increíble! Nunca me había pasado algo similar en una entrevista de trabajo —confesó él, retirando una lágrima de su ojo. ¡Oh, esos ojos que ahora mismo Mely deseaba arrancárselos con las uñas! —. Vaya, ahora lo entiendo — dijo, releyendo el folio una vez más—. Solo tienes veintiséis años. Pero, ¿no estás en la edad de dejar los dibujitos, Missy? «¿Missy?».


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