La clausula piensalo bien ante mirian g blanco

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—No sé si estaré preparada para realizar la cláusula siete. Nunca he salido de casa, Tyler... —aseguró con la mirada perdida. —No te voy a morder, Missy, si es lo que temes. Tampoco voy a abusar de ti, ni nada por el estilo. Pero es un poco irónico hablar de miedo, porque tendría que ser yo el que esté asustado de ti —dijo, confundiéndola por completo—. ¿Estaré seguro durmiendo en la misma casa contigo? Ella abrió la boca, estupefacta por sus indirectas. —No puedo asegurar que no te despiertes con un tenedor clavado en el trasero, cariño. Tyler sonrió como un completo idiota, sin importarle lo más mínimo las rudas palabras de su guerrera. Había creído que Melisa estaría colérica. Sin embargo, ella no parecía enojada. Todo lo contrario, sus ojos revelaban inquietud y curiosidad. —¿Entonces aceptas las condiciones, incluida la cláusula siete? —inquirió Tyler con cierta preocupación. Ella giró su cara, sorprendida de verlo tan cerca. Por un momento pensó en su familia. Melisa sabía que esto era por ellos pero, egoístamente, también lo hacia por ella misma. Imprudentemente, se había prendido de Tyler Mccartney. La atracción que tenía hacia él era inocultable y por más que se rehusara a quererlo, ahora era demasiado tarde. Melisa asintió con lentitud mientras Tyler esbozaba una sonrisa triunfadora. —Créeme, pequeña Missy —le dijo, sujetándole el mentón con suavidad—. Cuando se termine el contrato, querrás prorrogarlo por un año más. Ella observó la expresión fanfarrona de su cara pero, al mismo tiempo, la ilusión que sus ojos transmitían. Tyler tampoco podía negar que se sentía demasiado atraído a esta descabellada idea para sus abogados, pero realmente espléndida para él. ¡Melisa era suya, «legalmente»! Ella cerró los ojos cuando las yemas de Tyler rozaron sus labios, rendido a los encantos de aquella mujer que lo traía loco. Gruñó, como un verdadero animal salvaje, cuando ella succionó su dedo índice con la boca y lo lamió con suavidad antes de soltárselo. Tyler se acercó con la intención de besarla... ¡de devorarla! Pero ella, a


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