La clausula piensalo bien ante mirian g blanco

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QUÍTATE LA ROPA, MISSY A la mañana siguiente, Melisa se analizó una y otra vez en el espejo de su habitación. Planchó la falda de tubo con las manos sin dejar de observar los primeros botones de su camisa abiertos. Agitó su cabellera rebelde, la cual odiaba con toda su alma porque nunca se le alisaba por completo. Estaba indecisa de qué hacer con su pelo. ¿Atarlo o dejarlo suelto? Gruñó en sus adentros cuando el claxon de un coche hizo confirmarle que ya era la hora de irse a trabajar. «Bueno, trabajar lo que se dice trabajar...». —¡Melisa, cariño! El chofer del señor Mccartney te está esperando —gritó su madre desde la planta baja. Ella negó con la cabeza para observarse por última vez. Esto era de locos. Ni en las mejores películas de Hollywood existiría un argumento como el que ella iba a empezar a vivir ese mismo día. Bajó las escaleras con cierta dificultad. No era una fan de los tacones y caminar como un pato mareado le resultaba del todo menos sexy. —Estás guapísima, mi niña —expresó su padre emocionado—. Estoy realmente orgulloso de ti. Mi niña ya está hecha una mujercita. Un ligero crac sonó en el interior de su cuerpo cuando su corazón se rompió en mil pedazos. Era su padre. ¿Cómo podía mentirle? No sería la secretaría de Tyler Mccartney, sino una mera acompañante para que éste mantuviera su buena imagen ante los demás socios y futuros clientes. Se despidió de sus progenitores y de la pequeña Ana. Cuanto antes se largara de allí, antes evitaría sentir más remordimientos y confesarles la oscura verdad de su nuevo trabajo. «Cláusula número uno.


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