La clausula piensalo bien ante mirian g blanco

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Melisa apretó las manos en dos puños, tragándose las palabras. Había venido a hacer un trato que no le agradaba para nada y que, probablemente, lo lamentaría para toda su vida como mujer. Ya no era fácil para ella aceptar aquella asquerosa idea, y menos aún tener que aguantar los pitorreos de aquel hombre. —Necesito tu ayuda —murmuró tan bajo que apenas fue audible. Ella tragó saliva con dificultad cuando Tyler comenzó a caminar en círculos sin dejar de rodearla. —Una deuda de cien mil, una hipóteca de veinticinco años por el valor de ciento setenta mil dólares, un padre con problemas cardiovasculares, una hermana de seis años… ¡Joder! Normal que necesites ayuda, Missy. —¡No me llames así! —exclamó, alzando su vista para sorprenderse. Tyler era bellísimo, más aún con su corbata deshecha y los primeros botones de su camisa abiertos. ¡Dios Santo! Él aprovechó ese momento para analizar esos oscuros ojos que lo habían cautivado el primer día que la vio. Tyler no podía negar que se había interesado por Melisa y que había realizado una intensa búsqueda de su vida personal. Era un hombre que si se proponía algo, lo conseguía. Y, sinceramente, le complacía ver que la pequeña guerrera había recurrido en su ayuda. Un día más, y él mismo habría ido a la puerta de su casa para chantajearla con su suculento propósito. —¡Oh, querida Missy! —exclamó, recalcando la última palabra—. Respuesta incorrecta —dijo, acercándose hacia la silla mientras ella lo observaba con fastidio. —Deja de jugar conmigo —exigió con su dedo índice en alto—. ¿Cómo sabes todo eso de mi familia? —Mmm… ¡sigue intentándolo, Missy! —alentó el hombretón mientras cruzaba sus piernas sobre la mesa. Melisa llevó sus manos a la cabellera, perdiendo la cordura por completo. El muy egocéntrico quería que ella le suplicara, pero su orgullo se lo estaba poniendo muy difícil. —¡Maldita sea! —sollozó, dejando sus lágrimas a vista de Tyler. Él había cambiado la expresión de su cara cuando ella comenzó a abrir la chaqueta de su chándal para mostrarle una camiseta de tiras que enseñaba su perfecto escote—.


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