La clausula piensalo bien ante mirian g blanco

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—¿Bebés? —preguntó él, en un trance de perplejidad sin comprenderla muy bien. ¿Esperaban dos hijos? —¡Ah! —El grito de Melisa hizo que volviera en sí. Tyler aceleró todo lo que le daba el coche, sin dejar de maldecirse una y otra vez. Sin dejar de rezar a Dios para que ni Melisa ni los niños sufrieran. —Missy, ya estamos llegando —le dijo con voz dulce, tratando de calmarla. Cuando él aparcó el coche, Tyler la cargó de nuevo en brazos y corrió hacia la entrada. Varias enfermeras los observaron y se acercaron con una camilla para que Melisa se tumbara. —¿De cuántos meses está? —preguntó una doctora, abriéndole el peto a la morena mientras caminaban por los posillos. —Casi ocho meses —contestó ella con voz inaudible—. Son mellizos. —¡Vale! Necesito que llamen al anestesiólogo y al ginecólogo, ¡ya! Preparad la sala —gritó la mujer a las enfermeras mientras se dirigían al paritorio. —Tyler, no me sueltes —rogó ella sin dejar de agarrarle la mano. —Estoy aquí, cariño —le susurró, retirándole el cabello hacia atrás. Tyler sintió miedo. ¡Miedo a perderla! Estaba asustado de perder la ilusión, y con ella la vida. ¡Sin Melisa, él no era nadie! ¡Su vida no tendría sentido! —¡Dios! —gritó ella, retorciéndose de dolor sobre la camilla. —¡Joder, hagan algo! ¡Deténganle el dolor! —chilló él sin dejar de sacudirse el cabello. —Señor, tendrá que venir conmigo. Es necesario que se coloque el traje quirúrgico. —Está bien. —Asintió con la cabeza mientras se alejaba de Melisa y las matronas la desvestían. El parto se estaba complicando, haciendo necesaria la realización de una cesárea urgente bajo anestesia general. Cuando Tyler entró en la habitación, observó a Melisa dormida y una enorme cantidad de sangre en el suelo. Tyler estiró su mano por debajo del campo quirúrgico para sujetar la muñeca


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