La clausula piensalo bien ante mirian g blanco

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Él abandonó toda pretensión y la siguió sin dejar de refunfuñar. La observó de espaldas, cuestionándose de qué hablarían ella y Chad mientras la rabia lo volvía a invadir. —Melisa... —murmuró, cogiéndola del brazo a tiempo de que ella cayera al suelo cuando su cuerpo chocó contra una silla. —No estoy borracha, ¿vale? —dijo, muy poco convincente. —Yo no he dicho eso. Pero, ahora que lo dices, huelo algo extraño en tu boca. —¡No estoy borracha! —repitió con enojo mientras varias personas observaban el espectáculo. —Estás demasiado colorada para no estar borracha, cariño —dijo él, ahora más preocupado, cuando las yemas de sus dedos le acariciaron la mejilla. —¡Es porque estoy enojada! —exclamó con rabia para caminar hacia la mesa donde su nombre y el de Tyler estaban grabados en un papel encima de los platos. Él enarcó una ceja para sentarse a su lado, esperando a los demás invitados. Aquella cena era una de las más importantes. Esa noche era crucial. Si Tyler lograba convencer a los clientes de Tokio, las empresas Mccartney lograrían una inversión de cien millones de dólares. Pero su concentración estaba centrada en la mujer que ahora mismo tenía a su lado. Le daba absolutamente igual el dinero o el negocio de su familia. —¿Y se puede saber por qué estás enfadada conmigo? —le preguntó ahora con el ceño fruncido. Melisa giró la cabeza con descaro para evitar encararlo. ¡Para evitar que las lágrimas salieran y derrumbarse literalmente! —. Missy — dijo con voz más dulce, atrapándole la mano sobre la mesa—. ¿Estás furiosa porque no he venido contigo a la cena? Perdóname. Tenía un asunto importante... —¡Con tu ex mujer! —respondió con voz firme. Tyler abrió ligeramente la boca sin dejar de mirarla. Antes de que él la cuestionara, cómo demonios sabía ella lo de Nancy, el empresario Takashi Sato y cuatro socios tomaron asiento. —Buenas noches —dijo uno de los cuatro hombres—. Encantado de volver a verlo, señor Mccartney. Supongo que esta hermosa señorita es su novia. —¿Su novia? —preguntó ella con la mirada perdida—. No sé lo que soy para


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