82 | 83
Lava I
sa
González
Desde mi cama, en estado de duermevela, mis pupilas se cuel-
ritual. Mis pezones se endurecen como réplicas tuyas. Mi mano
gan de ti, camino tus contornos, adivino tus profundidades.
se adentra en ese cuerpo que ha dejado de ser mío, escarba,
Tengo la costumbre de despertar contigo, desde niña, desde
acaricia. Mis dedos húmedos presionan, buscan. Lava hirvien-
siempre. Los colores del amanecer te iluminan como reflecto-
do corre por mis arterias mientras me observas impávido, irre-
res percudidos. Te manifiestas lejano, Popocatépetl, recordán-
verente. Un temblor de placer cimbra mi cuerpo desbordado.
dome que estoy viva. Te miro como si fuera la primera vez,
Imagino tu olor a tierra mojada, el rocío que te cubre como un
amante prohibido, relación perfecta. Apareces algunas veces
manto sagrado, el diálogo íntimo se establece, desde niña, des-
cubierto por un suave velo de niebla, tímido, huidizo, otras
de siempre. Cierro un momento los ojos en espera de respues-
veces imponente, nítido, descarado. El lenguaje y tú surgieron
tas que no llegan. Sonidos de pájaros me ordenan empezar el
de la mano en mi vida, susurrando mi nombre. Así fue como
día. Abro los ojos, te envío un beso secreto, incestuoso. Bajo los
cobré conciencia de quién soy. Todos los días, la bocanada de
pies de la cama, toco la losa fría, te miro una vez más antes de
humo lejano se cuela en mi piel, la señal ha llegado, inicia el
dirigir mis pasos hacia la regadera.