La Gaceta 01

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La

gaceta 01

MAYO/JUNIO

IMACP • Nueva época

INSTITUTO MUNICIPAL DE ARTE Y CULTURA DE PUEBLA


Directorio H. Ayuntamiento de Puebla

Claudia Rivera Vivanco presidenta municipal

Instituto Municipal de Arte y Cultura de Puebla

Miguel Ángel Andrade director general

Donají Tejeda subdirectora de difusión artística

José Luis Prado edición

César Susano Mauricio Carreto diseño

Portada e ilustraciones: Mauricio Carreto www.imacp.gob.mx

mc_carreto

Índice

Misterios gozosos (12) rosario castellanos

Qué hacer en caso de incendio

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angélica barrera

Las cortesanas honestas

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andrea tovar

Creta

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guadalupe rivera loy

Huevos con chiltepín

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olivia guarneros

Mediadores de salas de lectura Puebla Directorio

Cada libro tiene su personalidad

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ana maría matute

La poesía nos enseña algo más dolores castro

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Misterios gozosos 12

El que buscó mi mano para cortar racimos, deje mi mano suelta sin fruto y sin anillo. El que llamó a mi cuerpo para nacer, se calle. No ponga en mi cintura la guirnalda de madre. Adiós, adiós los nombres, las máscaras, la casa. Yo no soy, yo no soy más que un pequeño cauce amoroso del agua. Rosario Castellanos (Ciudad de México, 19251974) escritora y diplomática mexicana, considerada una de las literatas mexicanas más importantes del siglo

xx.

Autora de Al pie de la letra (1959) y

Oficio de tinieblas (1962).

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Qué hacer en caso de incendio Hoy se incendió nuestra casa. Traté de salvar al gato fue necio, no quiso venir con nosotros. —NO CORRA, NO GRITE. Se perdieron las fotografías que tomaste con la polaroid vieja, la que te regaló tu padre el día que cumpliste los 18 años, la misma que le regaló su abuelo, el día que también él cumplió años. —BUSCA UN LUGAR SEGURO. — NO SALVE AL GATO, NO QUIERE SALVARSE. Alcancé a agarrar el suéter favorito. — SI SU ROPA SE INCENDIA TÚMBESE EN EL SUELO Y RUEDE SOBRE SÍ MISMO. Con la casa incendiada se quedaron tus botas cafés, ésas que llevaste al pueblo de tu abuela, ¿recuerdas a tu abuela? —NO REGRESE AL INTERIOR DEL INMUEBLE POR NINGÚN OBJETO, RUEDE. Se quemaron la mayoría de los libros, los bomberos prefirieron sacar la televisión en lugar de toda la selección de tu escritor favorito ése que tiene un nombre gringo que no puedo pronunciar. — ¡DETÉNGASE, TÍRESE Y RUEDE, RUEDE!

Angélica Barrera Flores (Guerrero,1994) estudió Lingüística y Literatura Hispánica. Ganadora del XIX Premio Filosofía y Letras de la buap 2018, recientemente recibió el Premio Sor Juana Inés de la Cruz y Alaíde Foppa del Instituto Municipal de la Mujer de Cancún, Quintana Roo.

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Las

cortesanas honestas

Marcela recibió una fotografía de su hermano en su cumpleaños 16, mientras él hacía una estancia artística en Ginebra que duraría tres años. Era la imagen de una lápida del Cementerio de los Reyes que tiene la inscripción “Ecrivaine, peintre, prostituée”. Al verla, Marcela recordó un pequeño apartamento del barrio ginebrino de Paquís, que en los años setenta fue el Centro Internacional de Documentación sobre la Prostitución. Aquí, entrevistan a Grisélidis Real para un documental. La mujer comenta: “La prostitución es un acto revolucionario, se puede ser prostituta por elección”. Mientras transcurre la entrevista, Grisélidis fija la mirada en un póster pegado en la pared que queda a las espaldas del documentalista, es la pintura La dama que se descubre el seno de Tintoretto. Con esta imagen, su pensamiento vuela a la Venecia del Renacimiento, donde vive Verónica Franco a quien para ese entonces, casi todos le han dado la espalda por las acusaciones de la Inquisición. Verónica solicitó a la ciudad construir un asilo donde acoger a las prostitutas enfermas o ancianas, y dar una segunda

oportunidad a las que desean retirarse de la profesión. Ahora, mientras reposa, escribe en un cuaderno con cubierta de piel: “Ecrivaine, peintre, prostituée”. Al volver a México, el hermano de Marcela sólo encuentra desconsuelo en su familia, la única forma en que reconocen el cuerpo es por un tatuaje en su espalda, donde puede leerse la frase en letra manuscrita: “Ecrivaine, peintre, prostituée”.

Andrea Tovar (Puebla, 1981), sus cuentos aparecen en los libros Antología necesaria (buap, 2013); Breviario. Antología de cuentos de la E (3 Norte, 2016) y Resonancias (buap Ediciones, 2018). Becaria del Programa de Estímulo a la Creación y Desarrollo Artístico (pecda) emisión 2017.

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Creta Dice Ariadna que cuando sintió que alguien jalaba del hilo, su corazón brincó de dicha pensando que Teseo escaparía, al fin, del laberinto del palacio de Cnosos. Pero no fue Teseo el que surgió de la oscuridad, sino Penélope tejiendo el hilo. Cuenta Ariadna que entonces jaló por un extremo la labor de Penélope y que comenzó a deshilarla, mientras la mujer de Ulises engarzaba derechos y reveses con destreza. Han estado haciendo eso desde entonces: Penélope tejiendo y ella destejiendo, paradas a la entrada del laberinto mientras escuchan los graves bramidos del Minotauro. Eso dice Ariadna. Guadalupe Rivera Loy (Ciudad de México, 1968) es egresada de la licenciatura en Humanidades y de la maestría en Estudios sobre Estados Unidos de la Universidad de las Américas Puebla. Entre 1992 y 1997 fue reportera de cultura de El Universal Puebla-Tlaxcala y de El Financiero de la Ciudad de México.

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Huevos Manuel está despierto hace más de media hora. Amanece. No se levanta. Permanece inmóvil en la cama. Observa el techo y piensa en cuántos años ha mirado el mismo panorama. Las grietas en el revocado son las mismas; un elefante a la derecha, casi en la esquina, el perfil griego de un Cristo europeo; a la mitad, lo que siempre le ha parecido una araña que de pronto va a caer al lado de la cama. La primavera está cerca; lo sabe porque un vaho tibio lo envuelve junto con las sábanas. Toma fuerza y se endereza; se queda unos minutos más, sentado, mirando las uñas amarillas y gruesas que rematan sus dedos flacos y largos. Se pone de pie para comenzar la rutina de todos los días.

Cada vez le lleva más tiempo vestirse, calzarse los zapatos que relucen como diamantes negros. Los demás insisten que debería usar las pantuflas; él prefiere la camisa almidonada, el pantalón con raya, la chamarra a cuadros y el sombrero gris. Reúne la poca ropa sucia que salió en la semana y se dispone a buscar lo que hay que hacer. Piensa en Marina y habla en voz alta. —Sí, seguramente prepara el desayuno. Observa en el espejo que nada esté fuera de lugar y se dirige al jardín contiguo. El olor a huevos revueltos le cosquillea en la nariz. Empuja el pesado cancel y se encamina a la cocina de tres por dos al fondo del pasillo. 6


Separa la cortina de gasa y se encuentra con la sartén sobre la flama, salpicando por todos lados pequeñas motas blancas aceitosas. Un chisguete de agua corre por el grifo, moco colgante del fregadero. Nadie en la cocina. Con la voz, todavía varonil de antaño, clama: —¡Esta mujer! Toma un volteador que yace recostado en el comal. Termina de preparar los huevos con jamón que crepitan una canción saltarina y unísona. Cierra la llave. El fregadero está anegado.

Mueve la cabeza de un lado a otro, con reprobación. Su vista se recarga en las moradas copas de la jacaranda que extienden su manto de tonadilla de monaguillos sobre el pozo. Su memoria va a la falda recta de tafetán, aquella que sólo le permitía mirar las pantorrillas bien formadas encima de unos tacones gruesos. El zapateo incesante detrás del mostrador, le hacía coro al rechinar de la tela a cada movimiento de sus anchas caderas. Una blusa de tono violáceo, resguardaban, con seis botones de marfil, el sublime

Pequeños trozos de comida navegan diligentes entre tenedores y platos. Abre la ventana frente a la estufa para que el humo cochambroso no invada la casa. Ahí está la vieja mecedora, bajo la sombra del aguacate, junto al pozo. Casi imperceptible, va de atrás hacia adelante, como si quisiera huir y de pronto se arrepintiera. —Sí, hazte la que no escuchas. Bien sé que estás ahí, esperando que las ramas te den sombra y te refresquen; si yo no digo que no lo hagas, pero cuántas veces te lo tengo que repetir. No dejes las cosas nada más así. Con una chispa que salte, se prenden las cortinas y después… ¡Pareces chamaca! ¡Hasta aquí escucho tu risita burlona, no creas que no!

par de murmullos morenos. La cabellera oscilante, de galope nocturno, enmarcaba su rostro de labios gruesos y ojos de ébano. Un canto perenne de gorriones lo trae otra vez a la cocina. Calienta en el comal de barro una tortilla azul; tuesta a su lado unos chiltepines; puede sentir entre los labios su sabor picante; un mar de saliva le llena hasta las comisuras. Toma con los dedos temblorosos la cuchara para untar el huevo, los frijoles refritos con longaniza y esconde los chiltepines entre el contenido rebosante. Llama. —¡Anda mujer! ¡Ya está el desayuno! ¡Se va a enfriar! En su rostro de pergamino, emerge una sonrisa burlona. Con paso lento se dirige a la recámara. 7


Quiere recoger también la ropa sucia de Marina para que la lavandera se la lleve junto con la suya. Se asoma a la vieja habitación. Sigue igual, oscura y húmeda, con el cuadro del sagrado corazón en la cabecera, el viejo ropero de madera de pino y patas chuecas; el torpe tocador con el pesado espejo sigue en el rincón. Las figuritas de cristal, cubiertas de polvo, danzan su vals imaginario sobre las carpetas de ganchillo, almidonadas. Recuerda aún el día que Marina llegó a ocupar esa casa. El atuendo nuboso hacía contraste con su piel tostada. Sobre la nuca, el cabello recogido descubría sus pómulos de mujer indígena. Un calor en el vientre le quemaba, cuando sus dedos temblorosos desprendieron el vestido, poco a poco, revelando el marfil de la ropa interior que cubría a esa pequeña estatua de bronce, magnífica y exuberante. Quiso sentir, otra vez, ese calor de incendio hirviendo desde las entrañas. Era inútil. Su cuerpo había ahogado la sensación hace años. El pasmo se apoderó de él y un letargo lo envolvió en su ovillo como a una oruga. El maullido de un gato lo despertó. Sin saber bien a bien, caminó al cesto de mimbre y lo encontró vacío. Le llamó la atención la cama perfectamente tendida, cubierta con la colcha de flores bordada de estambres e hilos de colores. Un aroma de olvido le erizó los nervios. La habitación desprendía ese olor característico de lo que no se visita, bálsamo de lo guardado y enclaustrado.

Tan rápido como sus piernas pudieron moverse, dirigió sus pasos otra vez a la cocina; el plato seguía intacto, la antigua ventana encima de la estufa abría paso a un aire hostil y caliente. Se asomó buscando la vetusta mecedora; el viento no la llevaba como marea juguetona de aquí para allá. Un miedo de muerte lo sobrecogió. —¡Marina! ¡Mujer! ¡Dónde te has metido! ¡No te escondas!

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Escuchó girar la perilla. Una esperanza se asomó en sus pupilas. Con paso cauteloso se dirigió a la puerta. Pudo mirar en el cancel, la silueta de una mujer pequeña, con el cabello ondulante a media espalda y de tez miel, radiante.

—¿Marina?. Aquí estás. Te estaba buscando. Los verdes ojos lo hundieron en un mar de desconcierto. No eran de ébano. —¿Quién eres tú? ¿Qué haces aquí? ¡Marina! ¿Dónde está mi mujer? —Soy yo, Jade. ¿Jade? Yo no conozco a ninguna Jade. ¡Sal de mi casa! ¡Qué venga mi mujer! ¡Marina! ¡Cálmese por favor! ¡Voy por ella! Ahora llega Marina… La chica, con pasos apresurados, sale. Alza la voz, llama a su madre. Manuel, con el corazón dolorido, mira a su alrededor. Los ojos cristalinos se le anegan y llueven como cántaros rebosados. Ahora recuerda a Marina, el tufo a nardos inundando la habitación, el sombrero entre las manos, el crucifijo en medio de la sala… las plegarias, los cánticos. Cruza el jardín, se sienta en la orilla del pozo que está junto a la mecedora. El tintineo perpetuo de la marea lila azulada, frondosa, lo pierde otra vez en el ensueño. La angustia en sus ojos lo abandona de a poco; una risita burlona germina entre sus dientes. —¡Te enchilaste!, ¿verdad Marina? El cómplice vaivén a su lado le ofrece una respuesta. Olivia Guarneros (Puebla, 1978) estudió la licenciatura en Lingüística y Literatura Hispánica, así como la maestría en Ciencias del Lenguaje en la buap; obtuvo el primer lugar en el certamen Mujeres en vida 2017, con el cuento “La cita”.

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Mediadores de Salas de lectura Puebla Directorio

Había una voz Sala de lectura Narciso Mendoza 12, Insurgentes Sesión: viernes de 17:00 a 19:00 horas habiaunavoz.saladelectura@gmail.com 22 26 85 32 21 Sala de Lectura (Había una voz) Rosario Castellanos Sala de lectura Sesión: primer y tercer viernes de cada mes Hidalgo Norte 4, Presidencia Auxiliar San Felipe Hueyotlipan 22 23 25 62 78 Elena Poniatowska Círculo de lectura Sesión: miércoles de 18:00 a 20:00 horas Corregidora 19, Santa Cruz Buena Vista reynarueda@live.com.mx 22 28 37 66 69 Círculo de Lectura “Elena Poniatowska“ Ikí Balam Sala de lectura Avenida Las Torres 22, Casa Blanca, Amozoc Sesión: jueves de 16:00 a 19:00 horas dina_cg617@hotmail.com 22 23 27 37 09 12 Lunas Sala de lectura Sesión: miércoles de 11:30 a 13:00 horas Camino al Batán s/n, Lomas de San Miguel vermaane@yahoo.com 22 28 06 42 42 La Caracola Casa de la lectura Sesión: viernes de 17:00 a 18:00 horas Primera privada de la 17 Sur 2310-A, Volcanes lacaracola@mundofrio.com.mx 22 22 40 24 45 Descuadrados

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“Cada libro tiene su personalidad y pide una extensión y un lenguaje;

lo pide [Aranmanoth], no es capricho mío. Éste necesitaba doscientas páginas y un lenguaje concentrado en el que dejo adivinar al lector muchas cosas, en vez de contárselas de manera explícita. Podía haberme recreado en determinadas situaciones, pero he preferido sacrificar brillantez a lo que yo llamo eficacia literaria. No sé si se ha salido o no. Hasta ahora todos los que lo han leído me dicen que les ha gustado mucho y un escritor se da cuenta en seguida cuando le mienten. En ocasiones te dicen que han leído tu libro y basta hacer tres preguntas para comprobar que no es cierto. Se puede engañar a otros, pero al autor nunca.” Ana María Matute (Barcelona, 1925) novelista, miembro de la Real Academia Española. En 2010 obtuvo el Premio Cervantes, que reconoció su obra.

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“La poesía nos enseña algo más que no es olvidar, nos enseña a tratar de encontrar caminos más luminosos de ser y no sólo de estar viviendo el día…es conocimiento de todo lo que nos rodea, pero también de nosotros mismos, nos hace adquirir conciencia. Sin ella vamos atropellando todo. Lo fundamental es el amor y de eso trata la poesía, es una forma amorosa de ver el mundo.”

Dolores Castro (Aguascalientes, 1923) es una poeta galardonada, narradora, ensayista y crítica literaria mexicana. Autora de Algo le duele al aire (2011) y El corazon transfigurado (1949).

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10 MAR - 07 JUL 2019 Miércoles a lunes de 10 a 19 horas Galería de Arte del Palacio Municipal Juan de Palafox y Mendoza 12, Centro ENTRADA LIBRE

Cédula 33543

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EJEMPLAR GRATUITO 14


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