Vida Abundante septiembre/octubre 2012

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Reflexión bíblica

Libre elección “El Señor es bueno con los que en él confían, con los que a él recurren.” Lamentaciones 3,25 Por Martin Zapke

M

tro de la Iglesia Evangélica del Río de la Plata en la Parroquia Centro de la ciudad de Buenos Aires.

© Franz Rettenegger

 El au­tor es minis-

e resulta sorprendente la opinión de muchas personas que la fe es un modo de imponerte leyes y normas a las que estás obligado a acatar, imposición que te impide ser libre y alcanzar tu máximo potencial. Resulta sorprendente porque Jesús fue un propulsor del libre albedrío, es decir, la capacidad que los humanos tienen de elegir y tomar sus propias decisiones. De hecho, Jesús se enfrentó a la lógica de “si la institución lo decía había que hacerlo sin pensar” y lo llevó a todos los ámbitos de la vida. Por ejemplo, en Mateo 19,5 cuando se refiere al matrimonio, le dice al hombre que deberá dejar padre y madre -y todos los valores que arrastramos de nuestra casa y que el varón tenía derecho a imponer en una sociedad machista- y construir algo nuevo, consensuado en la pareja. Jesús invitaba a tener la libertad de construir una relación donde ambos fueran sujetos, sin imposiciones, con un objetivo claro: ser uno solo. En el libre albedrío también encontramos la invitación a hacernos responsables de nuestras decisiones y no buscar culpables de las consecuencias de nuestros actos. Muchas veces buscamos en el destino o en el “porque Dios lo permitió” explicación a situaciones que no son más que frutos de lo que hemos sembrado. El libre albedrío es una marca registrada de Dios y siempre lo fue. Durante gran parte de la historia de la humanidad no fuimos capaces de entender y de vivir en esta libertad. Quizás era más cómodo imaginar que éramos títeres. La capacidad de pensar, razonar y decidir que hemos adquirido en nuestro tiempo es algo que Dios ya había pensado al crearnos. El contexto del libro de Lamentaciones es tristeza. El pueblo está viviendo situaciones de penuria en el exilio. Babilonia conquistó Israel y se los llevó como esclavos. Durante un buen tiempo los israelitas

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-incluido el autor de este libro- se quejaron de lo injusto que había sido Dios con ellos al permitir tanto dolor. Les costó asumir que esta situación era consecuencia de sus actos y de haber rechazado a Dios. En su lugar eligieron seguir a los dioses de los otros pueblos y sus valores y costumbres. Se desparramó la injusticia, la degradación y así fueron débiles presas de los babilonios. Lamentaciones 3,25 dice: “El Señor es bueno con los que en él confían, con los que a él recurren.” y descubre este valor del libre albedrío que Dios propone como base para relacionarse con nosotros. Dios nos brinda la posibilidad de elegir. En nuestro tiempo es difícil encontrar un término que nos dé más urticaria que “obediencia”. Lo asociamos a sumisión, obligación, imposición, degradación, aprovechamiento de uno hacia el otro. Pero este concepto de obediencia no es el que propone Dios. Él nos muestra cuál es el camino hacia la vida plena, camino que se transita obedeciendo SUS enseñanzas. Queda en nosotros obedecerle o no. Si optamos por el no, nos deja seguir nuestros caminos y no nos molesta con sus intervenciones, con todo el dolor de padre rechazado. Pero cuando haciendo uso de nuestra libertad decidimos obedecerle -y lo hacemos no por ser obligados sino porque vemos que es la decisión más inteligente que podemos tomar para no estar perdiendo tiempo y llevando nuestra vida a situaciones dolorosas- Dios es bueno y nos conduce por sus caminos. Caminos que encontramos en la Biblia y que son tan diferentes a los que la humanidad transitó y sigue transitando, y que causan tanto dolor y destrucción. Caminos que tienen como fundamento la verdad, la solidaridad, el amor y la justicia 3.


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