Vida Abundante julio/agosto 2012

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Carta del pastor presidente

¡Somos la mejor iglesia del mundo! “¡Ya que hay tantos que se glorían de sus propios méritos, también yo me gloriaré!” 2 Corintios 11,18

H

ace ya bastante tiempo, en plena juventud, renegaba de las personas que se elogiaban mucho a sí mismas. Me parecían pedantes, vanidosas y superficiales. Pensaba que un ego muy alto casi siempre terminaba en egoísmo. En ese tiempo veía a la Iglesia Evangélica del Río de la Plata (IERP) como una iglesia llena de defectos, complicaciones innecesarias y bastante pobre en testimonio espiritual. Hablaba poco de nosotros mismos y trataba de hacer mucho. Las pocas veces que hablaba era para criticar lo poco que hacíamos, señalar la falta de compromiso social y, con timidez, resaltar la riqueza teológica de nuestras tradiciones. Quiso Dios que fuera invitado a una reunión del Consejo Mundial de Iglesias donde se estudiaban los llamados “Nuevos movimientos religiosos”. Como fruto de esa reunión inicié una serie de estudios y análisis de otras iglesias, confesiones y tradiciones religiosas. La mayoría de ellas se proclamaban a sí mismas como las mejores. “Todos los demás son buenos, pero nosotros somos los mejores.” Debo confesar que al comienzo me molestaba sobremanera esa actitud que, insisto, en aquel tiempo me parecía al borde del pecado de soberbia. A medida que progresé en mi estudio de diferentes grupos religiosos fui comprendiendo dos cosas complementarias: • La importancia de hablar bien de nosotros mismos simplemente porque no somos ni más ni menos que nadie, es una cuestión de autoestima. • Muchos de los/as que se proclaman como la superación de todas las demás iglesias y se dicen convertidores de multitudes son apenas pompas de jabón: mucho ruido y pocas nueces. Salvo muy honrosas excepciones son experiencias religiosas pasajeras que hoy están y mañana ni recuerdos quedan. Podría citar una larga lista de estas iglesias, “mega iglesias”, “explosiones de fe”, profetas, maestros, pastores que simplemente se han desvanecido sin dejar otro rastro que desilusión y desencanto.

más grandes de la Argentina. Desde el año 1998 hemos resuelto definir como miembro de la IERP a toda persona bautizada en alguna de nuestras parroquias y haciendo un rápido repaso mental podríamos hablar de unos doscientos cincuenta mil ierpinos. Que el noventa por ciento de estos miembros parece no tener conciencia de su pertenencia a nuestra iglesia es otro problema, y un desafío enorme para todos/as nosotros/as. Otro problema también es que las personas que van a un estadio y llenan el discurso del evangelista con las multitudes que logra reunir son apenas espectadores que luego nunca se congregan en iglesia alguna. Entonces, ¿por qué achicarnos? ¡Somos la más grande y “la más mejor”! Un poco de cordura Si bien estoy jugando con la ironía y el humor, puedo afirmar con plena certeza y confianza que tenemos muchas cosas buenas. Repaso sólo algunas. No estamos muriendo, sino resucitando. No somos pobres, sino poco generosos. La tradición no es un lastre, es una riqueza. Dios tiene un propósito para nuestra iglesia y -una y otra vez- nos convoca, invita, llama, porque somos capaces de aceptar ese desafío. Tanto comunidades como pastores han atravesado tiempos difíciles y las amenazas eran mucho más serias que hoy, sin embargo, por gracia y obra del Espíritu Santo aquí estamos recorriendo senderos de unidad, que no es simple amontonamiento y suma, sino compartir y caminar juntos. Disfrutamos de una libertad espiritual que nos permite debatir temas complejos y polémicos sin expulsar a nadie. En esa libertad, la Biblia es leída con reverencia pero sin manipulaciones facilistas que permitan interpretaciones fuera de época y contexto. Poseemos una espiritualidad profunda que ha hecho del canto un instrumento de transformación litúrgica. Pero hay algo que sí nos falta: un grano de locura, santa locura que nos lleve a compartir el mensaje de Jesucristo con quienes nos rodean, hayan sido bautizados/as o no en la IERP. ¿Por qué? Porque no hay mejor mensaje en el mundo que este: “Porque de tal manera amó Dios al mundo, que ha dado a su Hijo unigénito, para que todo aquel que en él cree, no se pierda, mas tenga vida eterna. Porque no envió Dios a su Hijo al mundo para condenar al mundo, sino para que el mundo sea salvo por él” (Juan 3,16–17). 3

Un poco de locura Entonces, como los demás tienen esa libertad de espíritu que les permite una dosis de auto bombo –casi siempre injustificado- permítanme la locura de decir que ▲ la IERP es la mejor iglesia del mundo. ▲ Más aún, si hilamos fino, es posible decir “Nos falta un grano de locura que nos lleve a compartir ▲ el mensaje de Jesucristo con quienes nos rodean” que somos una de las iglesias evangélicas

viDa [4] aBunDanTe

Carlos A. Duarte, pastor presidente


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