Vida Abundante julio/agosto 2012

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perarnos, estar bien, no sentir dolor, no pensar y volver a la vorágine cotidiana. No podemos -la mayoría de las vecestomarnos el tiempo necesario para recuperar nuestra salud. Si salimos de ese molde, si estamos mal o nos enfermamos, se nos instala el miedo, la culpa. Miedo a faltar al trabajo, porque dejamos de producir; miedo a que nos despidan; a que no nos premien, a perder la asistencia perfecta, a que no nos alcance la plata para comprar determinada cosa (que también el modelo nos impone); miedo a un posible fracaso y a no poder alcanzar todo lo que se nos ofrece. Frente a esto, podemos preguntarnos: ¿Es este estilo de vida el que queremos? Y si no fuera así, ¿sabemos qué es lo que queremos? ¿Queremos estar bien sólo para responder a las exigencias del sistema? ¿No nos atreveremos a salir del modelo, a pensar, a sentir, a percibir, a hacer otras cosas diferentes? ¿No será mejor adquirir la capacidad de vivir cada proceso de nuestra vida concientes de lo que nos pasa? ¿No nos servirá indagar a la Madre Naturaleza –con sus ciclos y sus ritmos– y aprender de las otras formas de seres vivos? Es necesario, como dice Fritjof Capra, “la creación y aparición de un nuevo paradigma, que no desconozca al anterior, pero que permita un reencuentro del ser humano con sí mismo y con el universo. Un nuevo paradigma que contenga lo cuántico, lo gravitacional y abra espacio a otras fuerzas aún desconocidas que actúan en el ser humano”. Teniendo en cuenta esto, queremos detenernos un momento y pensar: ¿qué es la enfermedad? ¿Significa algo el poder enfermarnos? ¿Nos enfermamos solos o ese dolor, ese malestar puede tener alguna relación con lo que le pasa a mi entorno, a quienes están a mi lado, a mi ecosistema? Tal vez, cuando sentimos dolor o padecemos alguna enfermedad, se trate de un desafío interesante y saludable el escuchar a nuestro cuerpo -que en definitiva somos nosotros mismos- y sentir qué nos quiere decir, qué nos está gritando con esa molestia, de dónde viene ese malestar y qué nos está pidiendo. Será un proceso de escucharnos, percibirnos, tener-

nos paciencia, de acompañar el proceso de nuestra vida, comenzar a buscar la manera más natural para estar mejor, la que nos haga menos daño y la medicina más agradable. Para recorrer este camino es necesario comenzar a pensar que la enfermedad no es ajena a nuestra naturaleza, no es nuestra enemiga, no viene de afuera para destruirnos. Al contrario, es necesario poder descubrir que la enfermedad es parte de nuestra vida y que muchas veces la generamos nosotros por nuestros hábitos o por nuestra manera de relacionarnos con nosotros mismos, con los demás, con la naturaleza y con lo trascendente. Si estamos atentos, si aprendemos a escuchar a nuestro cuerpo -que es donde la enfermedad y el dolor se muestran- vamos a descubrir lo que nos quiere enseñar y también los cambios que necesitamos hacer para disfrutar del milagro cotidiano de vivir. Hoy más que nunca, necesitamos aprender que la enfermedad es un proceso que nos enseña a vivir de otra manera, a descubrir otras cosas, que nos habla con un lenguaje nuevo que tenemos que aprender a resignificar. Por lo tanto, es necesario integrar el dolor a la experiencia vital y sentir que podemos ser felices y gozar de la vida aun con el dolor. El desafío es sentirnos bien aunque algunas veces tengamos alguna dolencia o enfermedad. Es darnos la posibilidad de ser felices aun en la incompletud. Podemos decir que, cuando integramos el dolor a la experiencia vital, aprendemos a perderle el miedo a la enfermedad y también a la muerte, que van a estar tan lejos como grande sea la esperanza que construimos. 3

Hoy más que nunca, necesitamos aprender que la enfermedad es un proceso que nos ENSEÑA a vivir de otra manera, a descubrir otras cosas, que nos habla con un lenguaje nuevo que tenemos que aprender a resignificar.

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