Vida Abundante marzo/abril 2013

Page 4

brinda dinero (¡mucho!) y de diferentes maneras contribuye a las economías locales y extranjeras. Si pasamos esto por el prisma de la fe y descomponemos su luz, veremos que las cosas no son tan sencillas. Otro tema sobre el que la iglesia deberá preguntarse y pronunciarse de manera radical, es el de la violencia hacia las mujeres. Sólo en Argentina, los primeros veinte días de este año han resultado muertas dieciocho mujeres en situaciones de violencia familiar. Algo extraño sucede en relación al tema. A pesar de que la legislación ha mejorado y se castiga con penas mayores a quien mata a una mujer, el número de casos no deja de incrementarse. A pesar de que las mujeres han conquistado una conciencia mayor sobre su dignidad y su importancia en la historia y el presente, continúan muriendo a manos de sus parejas. A pesar de que las leyes les han dado libertades y derechos imposibles de soñar hace ciento cincuenta años atrás (voto, divorcio, pensión, trabajo y universidad) evidentemente muchas mujeres no logran asumir plenamente estos derechos y libertades de manera que sean efectivos en su propia vida de cada día. Se podría argumentar e investigar a partir de la condición social, sin embargo la violencia hacia la mujer es generalizada y me atrevería a arriesgar que entre los pobres es porcentualmente menor que entre las clases ‘acomodadas’, por dos motivos: ser pobre no es sinónimo de ignorante o tonto y el número es mayor, porque la pobreza crece permanentemente y los ricos cada día son menos, pero más ricos. Por último, en los países catalogados como ricos y desarrollados el incremento de este tipo de violencia también es alarmante. Como Iglesia Evangélica del Río de la Plata hemos hecho mucho en este terreno gracias a laicas y pastoras que, usando el prisma adecuado para entender las relaciones entre varones y mujeres dentro de la iglesia y las sociedades donde damos testimonio, han logrado reivindicaciones que en otras iglesias aún son impensadas. Pero no es suficiente, hay un mal en la sociedad que deberemos ‘leer’ a la luz del Evangelio para comprenderlo, condenarlo con la Palabra de Dios y promover formas eficaces de prevención. Toda nuestra misión urbana debería ser puesta bajo el prisma de la fe. Las dificultades que sufren nuestras congregaciones en las grandes ciudades son evidentes. Se han hecho incontables análisis y lecturas (me incluyo) de esas

dificultades y, sin embargo, la decadencia parece ser cada día más seria. No tengo propuestas al respecto, pero entiendo que es urgente hallarlas y ponerlas en práctica con el viejo método de ensayo–er ror– corrección–nuevo ensayo. En la misión urbana no necesitamos inventar la pólvora, necesitamos el prisma adecuado que nos permita descomponer la luz del Espíritu Santo y sus colores nos orienten hacia nuevas (o antiguas) prácticas eclesiales. Mi diagnóstico al respecto es que las congregaciones urbanas están dirigiéndose al público errado. Presuponen una base humana que ya no existe más y se esfuerzan por actualizar una espiritualidad riquísima para personas que no participan de ella. ¿Por qué no ofrecer esa riqueza espiritual a quienes desean ser parte de la misma? ¿Por qué, por ejemplo, no adecuar los horarios al barrio y no a personas que piensan que debieran venir porque pertenecen y no vienen porque la iglesia está lejos y es más cómodo ir a la del propio barrio? Laicos y ministros nos debemos este debate, que es urgente. Nuestra espiritualidad protestante celebrará dentro de cuatro años su aniversario número quinientos. En estos dos últimos años se me ha preguntado en reiteradas ocasiones cómo pensamos celebrarlo y cuál ha sido nuestro aporte específicamente protestante a las sociedades donde vivimos. He reflexionado mucho al respecto y aún no encuentro respuestas definitivas. Quizás no existan. Por ello deseo invitar a toda la iglesia a colaborar en la elaboración de una respuesta propia de la Iglesia Evangélica del Río de la Plata. Aún siendo una iglesia relativamente pequeña poseemos una riqueza y diversidad enormes. Somos herederos de una historia rica en valores y compromisos sociales que nacen de la fe. También somos los encargados de darle continuidad a esos valores para que la Palabra de Dios continúe siendo escuchada en nuestros países. El arco iris se fue disipando lentamente, el sol se puso a mis espaldas, la playa estaba casi vacía y con una profunda paz interior recordé las siguientes palabras de la Biblia: “Jesús se dirigió otra vez a la gente, diciendo: Yo soy la luz del mundo; el que me sigue, tendrá la luz que le da vida, y nunca andará en la oscuridad” (Juan 8,12). “Tu palabra es una lámpara a mis pies y una luz en mi camino” (Salmo 119,105). 3

viDa [4] aBunDanTe

Carlos A. Duarte

Pastor Presidente


Issuu converts static files into: digital portfolios, online yearbooks, online catalogs, digital photo albums and more. Sign up and create your flipbook.