Vida Abundante noviembre/diciembre 2012

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Tema Central

“Algo habrá hecho…” La violencia de género es un problema que viene afectando a la humanidad desde siglos y milenios. No es algo de este tiempo, pero desde las primeras luchas de las mujeres por sus derechos, a fines del siglo XIX hasta hoy, estas cosas se han comenzado a hablar. Los derechos de la mujer – y junto a ellos, la temática de la violencia de género y el femicidio- se han abordado desde muchos lugares. Dentro de esta problemática y todas sus expresiones está la legal, y esto tampoco es de ahora, sino que en los tiempos de Jesús también era todo un tema. En el Evangelio según Juan 8,1-12, los escribas y fariseos le presentan a Jesús una mujer sorprendida en adulterio. Un detalle curioso es que según la ley de Moisés deberían haber traído al hombre también, pero sólo estaba ella. Más allá de las razones o veracidad del hecho, en algo que es de dos sólo se estaba buscando condenar a la mujer, porque también era sabido que en algunos casos el marido acusaba a su mujer de adulterio para deshacerse de ella, presentando dos testigos “comprados”. Lo más importante es que ella ya era considerada culpable y querían escuchar de la boca de Jesús qué tenía él para decir al respecto. Pero más allá de la “trampa” que le intentaban tender sus enemigos a Jesús, este relato nos presenta un claro caso de injusticia de género. La condena social a la mujer es una de las formas en las que se manifiesta la violencia de género, y así como en el relato de Juan, ante una misma falta siempre es más grave cuando la mujer la comete. Así, es considerado más desagradable el alcoholismo en una mujer que en un hombre; todos los días hay centenares de padres que abandonan a sus hijos, pero cuando lo hace una madre, hasta las propias mujeres las crucifican diciendo: “¡cómo puede abandonar a su hijo!, ¿es que no tiene instinto maternal?”. Ni hablar cuando tomamos temas tan complejos como el aborto, en el que el hombre ni aparece,

La condena social a la mujer es una de las formas en las que se manifiesta la violencia de género, y así como en el relato de Juan, ante una misma falta siempre es más grave cuando la mujer la comete.

©arte corp

Por Estela Andersen

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¡Unidas podemos más!

ni la persona que lo ejecuta, o de las mujeres que, cansadas de la violencia de sus maridos, los matan o mutilan. Al hombre se lo justifica de miles de maneras: si toma, es la presión social; si golpea a su esposa, es porque anda muy nervioso; si viola a una mujer, es que ella lo provocó. Desde la sociedad hay una condena y una revictimización de las mujeres que han sufrido violencia y nosotras mismas somos parte. Nosotras, como mujeres, somos crueles entre nosotras y alimentamos una sociedad que considera “piola” al hombre que sale todas las noches con una mujer diferente, pero la mujer que hace lo mismo es una p… En nuestra sociedad no medimos a los hombres y a las mujeres con la misma vara, tanto cuando hablamos de la condena social, como -y esto es peor todavía- cuando observamos el sistema legal. No disfrutamos de los mismos derechos, y si bien es más común que a la mujer se le dé la tenencia de los hijos a la hora de un divorcio, es muy difícil lograr tener la patria potestad completa; siempre hay más contemplaciones y justificaciones para el hombre, y lo digo desde mi experiencia personal. Lo interesante del relato de Juan es que Jesús pone en evidencia a los que trajeron a la mujer y nos deja un mensaje de igualdad en la justicia.

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