La crisis institucional de la Armada, 1907.

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LA CRISIS INSTITUCIONAL DE LA ARMADA

ANTECEDENTES Desde 1730 aproximadamente, el manejo de las Capitanías de Puerto, Apostaderos, islas, levas, montes, y todo lo relacionado con Marina, pertenecían a la esfera de las atribuciones de la Real Armada. La Compañía de Guardacostas y Corsarios de Caracas (1783-1803), a pesar de su carácter militar en cuanto a jurisdicción y misión, dependía de la Intendencia de Caracas (lo que se puede equiparar actualmente al Ministerio de Hacienda) en lo económico y en lo operacional. Con la llegada de la Real Armada a Puerto Cabello, la Compañía de Caracas se fusiona a aquella. El conflicto con la Real Hacienda no se hizo esperar. El control del negocio del contrabando con ingleses, holandeses y franceses ya no dependía de un solo actor. Al no poseer los oficiales de Hacienda, brazo armado que respaldara sus ambiciones, las hostilidades vinieron acto seguido. Los intendentes, al tener el control económico de la provincia, aspiraron al protagonismo político y en escalón más atrevido, a la dirección de la provincia. Continuamente se quejaban de las necesidades presupuestarias de los capitanes generales en materia de defensa, y de sus atribuciones de marina militar. Un incidente ocurrido en 1806 entre la Intendencia y el nuevo Apostadero de Puerto Cabello, sería recordado en tiempos de Guzmán Blanco: Los oficiales reales de la Intendencia, acostumbrados al incordio y en constante pugna con el Apostadero, además de estar avalados por el intendente para no darles un solo peso a aquellos hombres, a los que consideraban sus enemigos, tuvieron el desatino de llevarle la contraria al TN Joaquín Blanco Blanco en el conocimiento de las salidas de los botes de cabotaje. Entre la altanería de los involucrados, el alboroto de la ciudad, que congregada en el muelle presenciaba las ofensas de uno u otro bando, la respuesta del iracundo Blanco, comandante interino en


ese instante, no se hizo esperar: la cañonera “San Esteban” con una pieza de artillería de doce se colocó apuntando al muelle, el “Argos” (que estaba anclado en puerto) y su bote hizo lo propio, además de otras lanchas auxiliares. Y así, apuntando a la Aduana y a la falúa de rentas, la orden era disparar si los ministros reales se les ocurrían impedir la salida de los botes de cabotaje. Es fácil imaginar el pánico que cundiría entre los ministros reales, y quién terminó teniendo la razón1. UNA ARMADA SIN INSTITUCIONES Luego de la Guerra de Independencia, la Armada

venezolana heredó las

estructuras españolas, siguió ejerciendo el comando de

Apostaderos,

Capitanías de Puerto, control operacional, logístico y administrativo de los buques de guerra, un modo de ser y hacer que se adaptaba a las peculiares necesidades de nuestra realidad. El 1 de febrero de 1881, un acto administrativo, del que no hemos podido averiguar el sustento declarativo, dejaba a los oficiales de la Armada sin espacios públicos considerados como institucionales, reduciendo al colectivo naval al nivel de poco menos que un gremio. Los Apostaderos y las Capitanías de Puerto eran eliminados con la excusa de usar el dinero de los presupuestos reorientados a la Escuela Náutica. En pocas palabras, los apostaderos existentes, en general fusionado en el mismo espacio físico de las capitanías de puerto, pasaban a la jurisdicción de los Jefes de Aduanas en los principales puertos. Las oficinas de marina fueron establecidos en los puertos habilitados por el Rey de España y vinieron funcionando hasta la administración del general Guzmán Blanco, que inconsultamente los eliminó 2 1 Jairo Bracho Palma, La Defensa marítima en la Capitanía General de Venezuela, Caracas, Armada de Venezuela, 2005, p.562. AGI. Caracas, 487. El intendente de Caracas a Don Miguel Cayetano Soler, 12 de abril de 1806. También en: AGI. Caracas, 821. Desavenencias entre el teniente de navío Joaquín Blanco y los oficiales reales de Puerto Cabello, 29 de marzo de 1807. 2 Archivo General de la Nación de Venezuela (en adelante AGNV). Ministerio de Guerra y Marina. Legajo 03-03-10-29-0212. Oficio con firma colectiva de los oficiales de la Armada al Ministro de Guerra y Marina. Maracaibo, 25 de abril de 1893. Firman entre otros, CN José de los Santos; Pedro Sánchez hijo, Zenón Montero, Miguel Fuentes, José María Fossa, Antonio Peris, José Quintero, Pedro Farías, Luis Célis, Eduardo y Jacobo Sulbarán, José Urbano Taylor, Nicolás Morán, Manuel Sánchez, Nicomedes Delgado, Manuel Pereira, Manuel Ignacio Armas, José Silguero.


Desde entonces, el negociado de marina, el control de salida y entrada de buques, instrucciones del gobierno, a través del Ministerio de Guerra, venían por intermedio de los administradores de aduana 3. Esto trajo varias consecuencias. El nivel de los jefes de aduana, la mayoría, premiados de turnos, carecían de conocimientos sobre buques y operaciones navales, ni que decir de los intereses marítimos, que eran muchos y complejos. La Armada se dispersó y se hizo endógama dentro de sus viejas unidades. El Comandante General de la Armada en 1900, general Alejandro Ibarra reguló la práctica de colocarlos a las órdenes de los jefes de Aduana, quienes muchas veces, ignorantes en su profesión, utilizaban las unidades de guerra en procedimientos inexactos y en quehaceres menores, caso del falucho “Matilde” 4

, apresado en aguas inglesas mediante procedimientos contrarios al Derecho

Internacional: El administrador de la aduana de Güiria, a cuyas órdenes se ha puesto el "Totumo", delega sus facultades en individuos sin responsabilidad y que no comprenden ni quieren comprender todos los inconvenientes que nos puede traer el proceder como han procedido al parecer, en aguas inglesas y en el territorio disputado de la isla de Patos. Sé de una manera positiva que el gobierno de esta isla ha formado una averiguación formal sobre este hecho, obteniendo la evidencia de que los celadores a las órdenes de los cuales había puesto el administrador de Güiria el buque, desembarcaron personalmente tomando el contrabando en Isla de Patos o sea el territorio en disputa y que abrieron operaciones, y aún parece que dispararon a una balandra en aguas inglesas. Ya yo había escrito a Don Ramón Tello sobre la inconveniencia de que un comandante de buque sea puesto bajo las órdenes de hombres que además de no tener la categoría del caso, no tienen conocimiento ni puedan prever los serios resultados que puedan sobrevenir

por

la

extralimitación

de

las

leyes

de

marina

3 Ibídem. 4 Jairo Bracho Palma, Los Sueños Rotos, la Historia de los Delgado-Chalbaud, Caracas, Armada Bolivariana, p. 48.

e


internacionales, esto es además degradante para los comandantes de buque que necesariamente se encuentran rebajados, no confiándoles las operaciones que su cargo demanda.5 Como ya no había quien controlara las tripulaciones mercantes y las levas marineras, aquel inmenso potencial de hombres de mar, famoso desde los tiempos de la colonia, se perdió. Holandeses, franceses e ingleses se acercaban a nuestras costas para reclutar hombres que formaban el 80% de sus dotaciones, y esta fuente de reclutamiento, volvió a manos extranjeras. Ahora las tripulaciones curazoleñas eran las preferidas el circuito del Caribe, porque cobraban la mitad y comían menos que las muy adiestradas y exigentes tripulaciones venezolanas6. Buques con bandera francesa navegando en aguas interiores, buques venezolanos con 90% de dotación holandesa, así estaban las cosas a finales del siglo XIX7. El gremio de oficiales navales se reunió en 1893, y en una carta bien sustentada, dirigida al Ministro, proponían la reapertura de los Apostaderos y de las Capitanías de Puerto, separados de la funciones de la Aduana. La opinión de la Dirección de Marina, que consideraba el estado de esta en abandono y desmotivación, fue favorable al restablecimiento de los Apostaderos de Puerto Cabello, La Guaira, Ciudad Bolívar y Maracaibo 8. El escrito firmado por los oficiales navales fue diferido. Tanto Andueza Palacios como su sucesor fáctico, Cipriano Castro, expusieron ante el Congreso Nacional la gravedad en que se encontraba la Marina de Guerra. 5Alejandro Ibarra a Cipriano Castro, Puerto España, 10 de octubre de 1901. “La Escuadra Venezolana”. Boletín del Archivo Histórico de Miraflores, Nº 35 y 36, pp. 275-277. 6Archivo General de la Nación de Venezuela (en adelante AGNV). Ministerio de Guerra y Marina. Legajo 03-03-10-29-0212. Oficio con firma colectiva de los oficiales de la Armada al Ministro de Guerra y Marina. Maracaibo, 25 de abril de 1893. Firman entre otros, CN José de los Santos; Pedro Sánchez hijo, Zenón Montero, Miguel Fuentes, José María Fossa, Antonio Peris, José Quintero, Pedro Farías, Luis Célis, Eduardo y Jacobo Sulbarán, José Urbano Taylor, Nicolás Morán, Manuel Sánchez, Nicomedes Delgado, Manuel Pereira, Manuel Ignacio Armas, José Silguero. 7 Ibídem. 8 Archivo General de la Nación de Venezuela (en adelante AGNV). Ministerio de Guerra y Marina. Legajo 03-03-10-29-0212. Informe del Director de Marina sobre el petitorio de los oficiales navales. Caracas, 24 de junio de 1893.


El 27 de febrero de 1898 Andueza Palacios defendía la necesidad de “ pensar seriamente en la organización científica del Ejército y la Armada Nacionales” 9. Las ideas del Presidente Andueza se resumían en la creación de escuelas, la reglamentación de la vida en los cuarteles, igualdad de clases en la verticalidad corporativa, unificación y modernización de artillería y armas, conocimiento de nuestros mares y costas. Por su parte, Cipriano Castro dejaba claro de la necesidad de dotar al país de una flota de guerra eficaz que hiciera firme la defensa del derecho en el devenir internacional. Castro tenía un concepto bien formado de la Armada de aquellos días, bien por referencias orales, o por expedientes que cayeron en sus manos, dio un diagnóstico de lo que para él era aquella institución, una expresión de negligencia, desorden y abuso: Se arrancaban piezas de los barcos para venderlas como productos industriales, se pretextaban reparaciones para ir a comerciar

a los

puertos antillanos. Se desconocía el mérito y servicio de nuestros marinos, para dar el mando a quien mejor proyecto de especulación ofreciese 10 Sólo en 1896 se había anunciado

la compra dentro del famoso crédito

solicitado al “Disconto Bank” de Alemania, de dos buques de guerra que a la larga resultaron ser buques mercantes de segunda mano, como el “Derwent”, un frutero de vieja data, que terminó llamándose “Zamora”, el otro, nombrado “Crespo”, pero ninguno fue pagado con el famoso empréstito, y terminó cargado a cuenta del arrasado tesoro nacional. Castro presentaba al Congreso un ambicioso plan que si bien no llegó a concluir, si cumplió en parte, y dejaba la inquietud entre algunos marinos. Algunos de los objetivo trazados fueron: la fundación del Arsenal Naval, la compra de cruceros, cañoneros, transportes para el “ejército de mar y tierra”, la 9 Ramón J. Velázquez, La caída del Liberalismo Amarillo, Caracas, ediciones de la Presidencia de la República, 1988, p. 297. 10 Velázquez, La caída del Liberalismo Amarillo… p. 385.


creación de una escuela de marina de guerra y del almirantazgo, del Estado Mayor Naval, pensiones de retiro y “en suma, una formación técnica y práctica que provea a Venezuela de una plana mayor del ejército de mar, culta, instruida, circunspecta y apta” 11. Con la fundación del Astillero en 1907, La Armada contó con una Comandancia General, un centro neurálgico, dejaba de ser un gremio y se consolidaba como institución.

11 Velázquez, La caída del Liberalismo Amarillo…, p. 386.


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