Operaciones Navales de la Primera Guerra Mundial

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localización de la Gran Flota, información sobre su orden de batalla y la disposición de su línea, los zepelines podían dar al comandante de la Flota de Alta Mar un panorama claro, que le permitiera decidir sobre la conveniencia o no de entablar un combate y/o compensar, con la precisión de sus datos y el reglaje del tiro naval, la ventaja que tenían los británicos con su mayor cantidad de acorazados. Desafortunadamente para los alemanes, cuando se produjo la batalla naval por todos esperada en la PGM, la que podría haber sido decisiva, Jutlandia, aunque sus dirigibles estuvieron en contacto intermitente con la flota enemiga desde las 0600 a las 1800 e informaron todos sus movimientos, sus mensajes no resultaron lo bastante claros para que el comandante de la Flota de Alta Mar pudiera formarse un panorama preciso de la situación. Por su parte, el apoyo que recibió la Gran Flota de los aeroplanos embarcados en el porta-hidroaviones Engadine fue prácticamente nulo. A lo largo de la guerra, los dirigibles navales alemanes realizaron 1.200 salidas de exploración; hay que tener en cuenta que los zepelines tenían asignadas otras misiones y que, por razones meteorológicas, solo podían operar el 25% del tiempo. OPERACIONES

NAVALES

CONTRA-AÉREAS

ENFRENTANDO

A

LOS

DIRIGIBLES La misión de brindar defensa aérea a Gran Bretaña –que involucraba tanto operaciones antiaéreas como contra-aéreas- fue impuesta a la RN recién dos días antes que comenzara la guerra, el 29 de julio de 1914. Los medios antiaéreos disponibles eran pocos: solo 28 cañones antiaéreos de 76,2 mm y 101,6 mm, tres “pom-poms de una libra” (37 mm) y varios reflectores de búsqueda, servidos por una rama de la reserva naval denominada “Cuerpo antiaéreo del RNAS”; estos medios se fueron incrementando con el tiempo. En cuanto a los medios contraaéreos del RNAS, eran también muy pocos; estaban distribuidos en un anillo de aeródromos improvisados alrededor de Londres (de 16 km de radio). Esos aeroplanos no podían volar de noche, que eran usadas por los dirigibles para sus ataques; carecían de ametralladoras y solo tenían, para lanzarlas con las manos desde arriba de sus blancos, bombas, flechas incendiarias y cables con ganchos con los que se esperaba desgarrar la envuelta de los zepelines. Pero lo decisivo era que tardaban casi una hora en llegar a 3.500 metros de altura, que era la requerida para atacar a los dirigibles; a estos, solo les bastaba tirar lastre para elevarse rápidamente y descolocarlos. Aunque la marina alemana solo tenía entonces un dirigible en servicio, existía la posibilidad de que los pertenecientes a su ejército que operaban en el frente occidental pudieran realizar algún ataque contra las islas británicas; además, se sabía que la marina estaba esperando a otros nuevos que estaban en construcción y que se habían ordenado más. Consciente de ello y de que la defensa aérea existente no era adecuada, el Almirantazgo decidió que el mejor modo de acción sería tomar la ofensiva contra esos dirigibles y atacarlos en sus bases; por tal razón desplegó una treintena de aviones e hidroaviones en Dunkerque,

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