Operaciones Navales de la Primera Guerra Mundial

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imprescindibles, comenzaron a priorizar a los buques que realmente estaban en operaciones, o sea cruceros de exploración, destructores y submarinos. Pronto la alimentación de la Flota Imperial de Altamar recibió recortes, y en consecuencia la calidad de la comida descendió radicalmente.

Por lo general, para las

tripulaciones a bordo el desayuno se limitaba a un té y una porción de pan, mientras que el almuerzo y la cena a sopa de nabos y pan, rara vez carne (ni siquiera los domingos). Sin embargo, los oficiales comían en comedores de base, donde se servían suculentos menús regados con vinos y licores, y tabaco gratis.

Esto fue generando descontento en las

dotaciones. Además, enfrentados a la necesidad de no permitir el ocio en sus tripulaciones, los comandantes de los acorazados y los cruceros de batalla organizaron trabajos vistos por la marinería como innecesarios, así como reiterativos ejercicios e instrucciones en destrezas poco profesionales o atractivas.

La disciplina de los buques se fue convirtiendo en cuartelera,

totalmente alejada del estilo de vida naval. Por otra parte, los oficiales y suboficiales más profesionales comenzaron a solicitar para servir en los cruceros de exploración, los destructores, los submarinos y hasta los dragaminas, donde eran muy requeridos y bienvenidos, dejando a bordo de los acorazados y los cruceros de batalla a los ineptos, los corruptos y los cobardes, el grupo de oficiales y suboficiales que ningún comandante querría tener a su mando.

Así, los escuadrones de

acorazados y cruceros de batalla se convirtieron en el sector deleznable de la Flota Imperial de Altamar, donde nadie quería ser destinado a servir, y donde los que fueron obligados a hacerlo pronto terminaron en actitud de resistencia a la autoridad y el servicio. En ese conjunto de circunstancias, la moral del personal de la Flota Imperial de Altamar se deterioró rápidamente, contagiando el desinterés, la abulia y la protesta al personal de las guarniciones de base. Esto no pasó desapercibido para el alto mando naval, que en más de una oportunidad acudió al Káiser para que autorizara una salida de la Flota, aunque más no fuera de paseo por aguas protegidas. Como bien argumentó el Almirante Scheer “… la mejor distracción para estos hombres no es la instrucción, sino la navegación, y hasta el combate …”. Pero el monarca mantuvo su negativa. Nada lo haría arriesgar su flota. El 2 de agosto de 1917 unos 350 marinos del acorazado Prinzregent Luitpold se negaron a entrar de guardia, desembarcaron y marcharon en manifestación por las calles de Wilhelmshaven.

Después de manifestar regresaron a bordo para el almuerzo, donde sus

líderes fueron detenidos, encarcelados y sometidos a corte marcial por motín. Todos los enjuiciados recibieron largas penas de prisión, excepto dos, apellidados Rechpietsch y Kobis, que fueron trasladados a Köln y ejecutados por un pelotón de fusilamiento del Ejército. Este hecho puntual (que el Ejército ejecutara la disciplina en la Flota) alimentó el encono de la marinería contra sus autoridades.

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