Operaciones Navales de la Primera Guerra Mundial

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Almirante Henning von Holtzendorff; para comandar la Armada el Almirante Reinherd Scheer, y parala Flota Imperial de Altamar el Vicealmirante Franz von Hipper. Pero para los británicos la victoria estratégica no ocultaba los enormes costos de la derrota táctica. Consciente de que una nueva Jutlandia podría poner en peligro la supremacía numérica de la Gran Flota, el Almirantazgo ordenó cortar drásticamente las patrullas de buques capitales por el Mar del Norte, prohibiéndoles operar al Sur de la latitud 55º30’N (a la altura de Alnwick, Northumberland) y al Este de 04º10’E (a occidente de Jutlandia) Entonces, mientras los buques capitales de Alemania permanecían a muros, los cruceros ligeros, los destructores y los submarinos tenían relativa impunidad para alcanzar el Atlántico y hostigar el tráfico marítimo aliado. En los hechos, en mayo de 1916 (el mes de Jutlandia) las pérdidas británicas de mercantes sumaron 64.000 toneladas, y para octubre de ese año alcanzarían las 176.000 toneladas. Como respuesta, el 26 de noviembre de 1916 el gobierno británico nombré al Almirante John Rushworth Jellicoe, hasta entonces comandante de la Gran Flota, como Primer Lord del Mar, con la orden de priorizar la organización y ejecución de un sistema de convoyado para reducir las pérdidas de naves mercantes y sus vitales cargas. El comando en el mar fue asignado al impetuoso y agresivo Almirante David Beatty, quien fuera segundo de Jellicoe en Jutlandia, y autor de numerosas críticas a su superior por su mesura y cautela en los combates. Jellicoe cumplió su misión con total dedicación. En abril de 1917, dos meses después que Alemania declarara las guerra submarina irrestricta (arrastrando a EEUU al conflicto) comenzó

a ejecutarse el sistema de convoyado, cuyos buenos resultados se vieron de

inmediato.

Para su aplicación se usó todo tipo de buque (excepto los acorazados y los

cruceros de batalla), dando una razón de ser a todos aquellos bajeles considerados obsoletos para el combate naval de buques capitales. Como resultado, la moral de la Armada Real Británica alcanzó un nivel alto y uniforme en todos los niveles jerárquicos. Ya no había más marinos de primera (en la Gran Flota) y segunda clase (en el resto), sino que ahora todos eran importantes para el Imperio Británico. Entretanto, el agresivo Almirante David Beatty pronto comprendió la responsabilidad de comandar la Gran Flota, convirtiéndose en un modelo de prudencia.

En el informe anual

elevado al Almirantazgo en enero de 1918 manifestó: “… La estrategia correcta para la Gran Flota ya no es aventurarse a atraer al enemigo a la acción a cualquier costo, sino mantenerlo contenido en sus bases hasta que la situación general nos resulte más favorable …”. EL DETERIORO DE LA MORAL NAVAL ALEMANA Con los buques capitales amarrados a muro en Wilhelmshaven, la vida de los tripulantes de los acorazados y cruceros de batalla comenzó a perder calidad.

Las

necesidades presupuestales de la guerra, siempre propensas a cortar gastos donde no fueran

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