que empezaba el duelo terrible entre el ballenato y su presa. La vibración que noté al entrar por la primera vez en el submarino había desaparecido, y todos los ruidos interiores eran apagados, como si estuviéramos dentro de una cabina telefónica acolchada…” escribió. El capitán le envió a la sala de torpedos para presenciar el proceso de carga y disparo del proyectil. “…Otra lucecita en el cuadro, esta vez encarnada, y una nueva orden del marino… el torpedo navega ya, llevando la muerte… el hijo del ballenato a defender a su padre…”. En medio de la turbación, escribía: “…No sé cuánto tiempo permanecí sentado en el diván, imposibilitado para pensar, para darme cuenta de todo lo que veía, luchando con una somnolencia terrible…”.
19 de marzo de 1919: el submarino alemán UC 48 (Archivo ABC)
De nuevo, en superficie y en la torre del submarino, el periodista pudo ver los resultados del ataque: “…vi sobre las aguas maderos, trozos de cuerda, pedazos de muebles rotos, cajas, toneles, ropas… entonces comprendí el drama: el barco había sido torpedeado, hundido, y solo quedaban flotando sobre el mar sus restos…”. Las crónicas de Aizpeitúa, primero desde París, luego desde Bruselas y, después, desde Berlín, reflejaban una visión del conflicto favorable a los alemanes. Aizpeitúa se hizo eco del derrotismo que invadía, a su juicio, a los franceses: “…Si Francia no está vencida materialmente, lo está moralmente…”, escribía en septiembre de 1914. También se maravilló ante el poderío del país germano, a pesar del bloqueo naval de Gran Bretaña: “…La vida industrial, fabril y mercantil no se ha interrumpido en Alemania. […] Alemania seguirá compitiendo en todos los mercados del mundo…”.
Las crónicas del español
agradaron tanto al Estado Mayor alemán que el teniente de navío Wilhem Canaris, que sería
178