Operaciones Navales de la Primera Guerra Mundial

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alemanes. Eran menos y no sólo lograron escapar a la destrucción, sino que lo hicieron llevándose por delante a 14 naves enemigas(seis de ellas de primera línea) a cambio de 12 propias (una de ellas obsoletas). Demostraron tener un tiro más preciso y barcos más consistentes. Pero la victoria estratégica correspondió a los británicos que, aunque fracasaron en su empeño de destruir a la Hochseeflotte, cerraron definitivamente el camino de Alemania al mar. En la batalla los ingleses perdieron 6.097 hombres, los Cruceros de Batalla Indefatigable, Queen

Mary e Invincible;

los

Cruceros

Acorazados Black

Prince,

Warrior y Defence; y los Destructores Tipperary, Shark, Sparrowhawk, Turbulent, Ardent, Fortune, Nomad y Nestor. Por su parte, los alemanes perdieron 2.545 hombres, el crucero de Batalla Lützow, el Crucero Pesado Pommern, los Cruceros Ligeros Frauenlob, Elbig, Rostock y Weisbaden, y los Contratorpederos V-4, V-27, V-29, V-35 y V-48. El Almirante Sir John Jellicoe fue duramente criticado en su país por ser excesivamente cauto en el combate, si bien argumentó que era de vital importancia mantener la cantidad de buques que tenía la Gran Fleet, refiriéndose a la necesidad de mantener su superioridad numérica.m Por otro lado, Jellicoe informó el 2 de junio al gobierno británico de que la Armada estaba en condiciones de hacerse a la mar ese mismo día mientras que el castigo al que habían sometido a los alemanes obligaba a que realizaran serias reparaciones en la mayoría de sus buques de combate y les impedía una nueva batalla en mar abierto. Evidentemente Jellicoe no era "el otro Nelson" que tanto buscaba el Almirantazgo. Beatty y Jellicoe, a través de terceros, se enzarzaron en una agria polémica, acusándose mutuamente de sus errores. Ambos los tuvieron, pero Jellicoe era el jefe supremo y las mayores críticas se dirigirán a él. Poco tiempo después fue relevado del comando de la Gran Flota y asignado al Almirantazgo con la tarea de organizar el sistema de convoyes. David Beatty, ascendido a Almirante, fue designado Comandante de la Gran Flota. En Alemania, Wilhelm II condecoró a Scheer y a von Hipper, pero en lo sucesivo los ignoró, porque la agresividad de ambos colidaba con la cautela y los temores del monarca. De Jutlandia en adelante el grueso de la flota del Káiser se mantuvo en puerto y Alemania cambió su estrategia en favor de la guerra submarina, causando además un gran golpe en la moral de las tripulaciones de la Flota de Alta Mar, y a causa de ello germinarían allí las semillas de la revolución comunista que llevarían al deshonor y el suicido de la Armada de Alemania. En esta gigantesca batalla naval que duró un día entero, el valor derrochado por ambos contendientes fue tremendo y los episodios de heroísmo, individuales y colectivos, sobrecogedores. Para el acorazado, como sistema de armas, Jutlandia significó el pináculo de su prestigio, y también el inicio de su ocaso. Es que sobre los mares y tierras en disputa se venía abriendo camino el arma que sería la “primus inter pares” de la siguiente conflagración mundial: el avión, y con él el portaviones, que desplazaría al acorazado del rol de buque capital.

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