Una vez en su nuevo buque insignia, el Vicealmirante Beatty reordenó el escuadrón y cursó las directivas para reanudar la persecución de los cruceros alemanes.
Pero había
pasado ya el mediodía y la distancia alcanzada por los buques del Contralmirante Franz von Hipper se había extendido más allá de las posibilidades de acortarla con seguridad, por temor a los campos minados. La batalla de Dogger Bank fue un categórico triunfo británico. Los alemanes sufrieron la pérdida de un buque (Blücher), tuvieron otro con importantes averías (Seydlitz), y perdieron 1.12 hombres,
951
muertos
y
61
prisioneros.
Los
Hugh von Pohl
anglosajones, por su parte, sufrieron importantes averías en un buque (Lion) y tuvieron 50 muertos. LAS CONSECUENCIAS La prensa británica magnificó la victoria de Dogger Bank, tildando a Beatty de “el nuevo Nelson”. Pero éste, con profundo sentido de la modestia y con honradez profesional salió de inmediato al cruce diciendo que él no era ningún Nelson, que no había ocurrido otro Trafalgar sino tan solo el hundimiento de un acorazado viejo. La Armada Alemana, a pesar de la pérdida del Blücher y de más de mil hombres, aprendió una importante lección
en las averías de Seydlitz: la falta de mamparos cortafuego entre los
cañones, los magazines de munición lista y las santabárbaras. En el Seydlitz, de no haber mediado la valiente actitud de un suboficial habría ocurrido un desastre. De inmediato, todos los buques de la Hochseeflotte fueron sometidos a modificación para corregir este defecto.51 Fuera de esa lección, el Káiser se enfureció al conocer la pérdida del Blücher, disponiendo el relevo del Vicealmirante Frederick von Ingenohl por no haber respaldado la operación de Franz von Hipper. En su lugar designó al Almirante Hugh von Pohl, individuo enfermizo, carente de carácter y de espíritu ofensivo, arrogante y totalmente impopular en la Armada. Esta designación enfrentó al Káiser con el Ministro de Marina y creador del poder naval de Alemania, Almirante Alfred von Tirpitz, provocando su renuncia. Von Pohl comandó la Flota Imperial de Altamar por algo más de un año, falleciendo de cáncer estando en funciones. Durante su gestión, los buques de la Hochseeflotte solo navegaron por aguas cercanas y protegidas, y en ningún caso se aventuraron mar adentro.
51
Los buques británicos también adolecieron de este defecto, que pasó inadvertido hasta el final de la contienda porque no recibieron impactos que lo pusieran en evidencia.
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