Imperialismo y Navalismo como Origenes de la 1a G. Mundial

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(1) el medio ambiental de África no era del agrado de los europeos; (2) el comercio en África era posible en las costa, o en estaciones navales, sin requerir de colonias de asentamientos u ocupación; (3) si bien Europa tenía un potencial militar superior al de los estados asiáticos, estos tenían organizaciones políticas y militares que imponían un freno a las intenciones de establecer colonias de ocupación; (4) el intercambio comercial con Asia era en general fácil y propicio, no justificando la necesidad de establecimientos; (5) América estaba indefensa desde el punto de vista militar, si bien había algunas organizaciones sociales estables y relativamente civilizadas, estaban ya en decadencia; (6) la población indígena americana, mayormente pacífica y educada en el trabajo, oponía escasa resistencia a la ocupación, optando por retirarse hacia territorios interiores o colaborar pasivamente con los ocupantes; (7) las riquezas iniciales en metales valiosos encontradas en América produjeron en Europa el espejismo de la fortuna fácil, actuando como llamador para colonizadores y aventureros de todo tipo; (8) la aceptación pasiva por parte de los indígenas americanos de la religión católica impuso al desarrollo de fuentes de catequesis, y de allí a misiones de evangelización. Resumiendo, en el siglo XVII existían imperios territoriales en América, pero no en África (donde solo eran pequeñas colonias aisladas) ni en Asia. América resultaba al mismo tiempo incitante y fácilmente conquistable para los europeos. Estos imperios fueron el producto de la ambición, la decisión y la habilidad de Europa, que supo aprovechar sus medios limitados. Los europeos se vieron empujados a expandirse por el Atlántico para escapar de la difícil realidad de su propio continente, en que las potencias marítimas no estaban en condiciones de expandirse por África septentrional o por Levante. Los turcos seguían amenazando las costas mediterránea, y a fines del siglo XVII todavía eran lo bastante fuertes como para alcanzar Australia y dominar las rutas del Indico. La Europa cristiana permanecía aún a la defensiva frente al mundo islámico, y escapó del cerco hacia el Oeste, al continente nuevo, mientras que por el Este se dedicaba al comercio con unos países poderosos pero tolerantes. La línea divisoria separando el Islam de las demás civilizaciones orientales del área de Europa cristiana se mantuvo hasta principios del siglo XIX. A partir de allí, los imperios europeos fueron la expresión de una superioridad real y auténtica.

LA SEGUNDA EXPANSION EUROPEA (1818–1882) Durante el primer cuarto del siglo XIX, las dimensiones de los imperios coloniales se fueron reduciendo, por la independencia de las posesiones españolas y portuguesas en América. Por otra parte, no parecía probable la formación de colonias de proporciones notables en otras partes del mundo, porque las condiciones que hicieron ventajosa la colonización parecían haber desaparecido junto con el movimiento de las noveles naciones americanas. El monopolio comercial, base teórica de los anteriores imperios, ya no era factible porque los nuevos países eran libres de comerciar a su antojo. Entre 1820 y 1829 Inglaterra abrió los territorios que le quedaban a naves y productos extranjeros, aún cuando siguió manteniendo el monopolio de los transportes entre sus puertos y los de las colonias.

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