Imperialismo y Navalismo como Origenes de la 1a G. Mundial

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habían alcanzado un grado tal que cualquier intento de modificar las relaciones de poder existente entrañaba el riesgo de un conflicto europeo general.

EL AUGE DE LOS NACIONALISMOS En toda Europa se enfriaron a partir de 1906 las pasiones imperialistas, al acaparar el máximo interés los problemas políticos internos de los estados. En Inglaterra, el gobierno liberal del Primer Ministro Henry Campbell-Bannerman se ocupó de los acuciantes problemas sociales e institucionales que habían sido descuidados en el período anterior; el gobierno estaba interesado en disminuir el presupuesto militar y en reducir los compromisos internacionales del imperio. La situación fue análoga en Francia, donde a la izquierda republicana gobernante de Armand Fallières le interesaba mucho más la neutralización de la influencia de la Iglesia Católica sobre la sociedad que los problemas de política exterior y mundial. También en la Cancillería del Reich alemán, después del fracaso de Algeciras, se desplazó el peso de la política sobre los asuntos internos. Incluso Rusia detuvo sus ambiciones imperiales, producto de la derrota militar en manos de Japón y de que la revolución de 1905 (y sus consecuencias) había conmovido el sistema estatal de manera tal que era absurdo pensar en la prosecución de una política expansionista. Sin embargo, no comenzaba para Europa un período tranquilo, ya que al crecer las fuerzas democráticas se liberaron en mayor medida energías nacionalistas que introdujeron en las relaciones internacionales de las potencias un nuevo factor de extrema agresividad. Este nuevo elemento se puso claramente de manifiesto en la evolución de la rivalidad naval entre Alemania e Inglaterra. En ambas potencias, algunos políticos intentaron llegar a un acuerdo para frenar la carrera armamentista naval, pero ninguno tenía la suficiente autoridad para arriesgar una prueba de fuerza ante una opinión pública que les sería adversa, ya que para ambos pueblos su Flota se constituía en el símbolo del poder nacional, que servía como freno a un sentimiento latente de miedo contenido, por momentos listo a convertirse en pánico. Otro factor que contribuyó a exacerbar los nacionalismos fue la resultante de la crisis balcánica de 1908. En ese año estalló la revolución conocida como de “los Jóvenes Turcos” en el Imperio Otomano,12 haciendo incierta la situación de los territorios europeos gobernados por Turquía (Bulgaria) o bajo su influencia (Bosnia, Herzegovina y Novibazar, que eran administrados por Austria–Hungría, aunque seguían formando parte del Imperio Turco). 12

La Revolución de los Jóvenes Turcos de 1908 revocó la suspensión del Parlamento otomano por el

sultán Abdul Hamid II, que marcó el inicio de la Segunda Era Constitucional. “Jóvenes Turcos” es el sobrenombre de un partido nacionalista y reformista turco de principios del siglo XX, oficialmente conocido como el Comité de Unión y Progreso (CUP), cuyos líderes se rebelaron contra el sultán quien fue depuesto y desterrado en 1909. Sus líderes fueron Murad Bey, Ahmed Riza, Damad Mahmud

Pasha y el Príncipe Sabaheddin (los dos últimos, miembros de la familia real). La Revolución restauró el Parlamento, que había sido suspendido por el sultán en 1878. Gobernaron el Imperio otomano entre mediados de 1908 y el final de la Primera Guerra Mundial, en noviembre de 1918. Sin embargo, el proceso de suplantar las instituciones monárquicas por instituciones constitucionales y políticas electorales no fue ni tan simple, ni tan exangüe como el cambio de régimen. La periferia del Imperio se siguió astillando bajo las presiones de las revoluciones locales.

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