aventuras europeas, a las que no renunciaba pese a que era evidente que había perdido la hegemonía de antaño. En consecuencia, lejos de ganarse la adhesión de sus súbditos americanos, la nueva España de los Borbones y de la Ilustración provocó molestias, irritación y un resentimiento creciente en los territorios imperiales de América. LAS REFORMAS DE LOS BORBONES El Siglo XVIII se inició en España con pérdidas territoriales, contrabando, presión extranjera sobre sus territorios americanos, y una rampante corrupción. La muerte de Carlos II sin dejar heredero desató la Guerra de Sucesión, que a su término en la Paz de Utrech puso a la dinastía francesa de Borbón en el trono, a cambio, entre otras cosas, de Gibraltar y Menorca para Inglaterra. Los primeros Borbones (Felipe V y Fernando VI) introdujeron a España en la Ilustración, con reformas que no ocultaron la influencia parisina, pero a pesar de que contaron con colaboradores competentes (Patiño, Campillo y Cossio, Ensenada) no pudieron reformar las estructuras económicas y comerciales, hacer retroceder la corrupción, ni disminuir la dependencia de los territorios de ultramar. Recién con la llegada de Carlos III se impulsaron las reformas que lograron el renacer político, económico y cultural de la corona española, que volvía a ser una potencia regional en Europa gracias al aumento del rendimiento agrícola, de la producción industrial y del comercio ultramarino. Para muchos, Carlos III se convirtió en el modelo del monarca ilustrado. Para combatir la corrupción se revocaron concesiones y se inició una campaña activa contra el contrabando. Simultáneamente, se ampliaron las actividades productivas de manera de poder atender la demanda insatisfecha de los puertos americanos, y lograr que el tráfico comercial desde Andalucía dejara de ser la simple reexportación de mercaderías exclusiva de unos pocos. Desde Cádiz, algunos comerciantes españoles y sus socios en Lima, Veracruz y Portobello disfrutaban de los beneficios de un monopolio que negaba el acceso a otras regiones de la península. Era necesario integrar el resto de España al comercio colonial con toda América, y para eso se comenzó a eliminar trabas al comercio interregional. Pero el proceso quedó inconcluso, porque a Carlos III lo sucedió Carlos IV, que no tenía la misma estatura de estadista. Los conflictos subsiguientes en Europa hicieron que España no pudiera utilizar
sus
monopolios con eficiencia, y ante la desatención de los territorios americanos el contrabando entró con facilidad.
La disminución del comercio recíproco aparejó una caída de la
recaudación, y para contrarrestarlo, la corona subió los impuestos, en monto y en extensión, pues necesitaba de capital para pagar los costos de las guerras en Europa. La alcabala, el impuesto clásico y más generalizado, subió del 4% al 6%, encareciendo todos los intercambios comerciales, y su cobro se persiguió con tenacidad.
Los estancos de tabaco y alcohol
duplicaron sus tasas, y el aumento de los precios al consumo fue un factor irritante para todas las clases sociales.
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