Dos años frente al mastil

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CAPÍTULO XXIV RUMORES DE GUERRA Al llegar a Santa Catalina, encontramos dos buques en el puerto: un bergantín redondo grande y un pequeño bergantín goleta. Los marineros nuestros opinaban que el primero debía ser el "Pilgrim", pero yo había estado demasiado tiempo en él, para darme cuenta que no lo era, y resulté teniendo la razón; a medida que nos íbamos acercando, su arrufo, su fina proa y sus palos muy inclinados me hicieron pensar que debía ser el. "Ayacucho" y en efecto, a los pocos minutos nos encontramos al lado del mismo, que había zarpado de San Diego unos nueve meses antes, mientras nosotros con el "Pilgrim" nos hallábamos en ese puerto. Había tocado Valparaíso, el Callao y las islas Sandwich y acababa de llegar a la costa de California. Su bote vino a bordo nuestro con el capitán Wilson y al cabo de media hora se había propagado la noticia de que había estallado la guerra entre los Estados Unidos y Francia. Cuentos exagerados habían llegado hasta el castillo. Se habían librado batallas; una gran escuadra francesa se hallaba en el Pacífico, etc.,etc. Uno de los marineros del bote del "Ayacucho" dijo que, cuando ellos salieron del Callao, una gran fragata francesa y la fragata americana "Brandewyne", que estaban en ese puerto, iban a salir mar a fuera a combatirse y que la fragata británica "Blonde" debía presidir el combate y ver que se jugara limpio. Sin embargo, nosotros no creímos todos los cuentos y decidimos esperar hasta oír noticias de una fuente más autorizada. Por el empleado del sobrecargo, yo averigüé que los gobiernos habían tenido dificultades relativas al pago de una deuda; que había habido amenazas de guerra y se habían hecho preparativos, que no había sido aún declarada, pero que se creía que iba a estallar. Quedamos más de dos meses en la duda, hasta que la llegada de un buque de las Sandwich trajo la noticia de un arreglo amistoso. Eí otro buque, el bergantín goleta, resultó ser el "Avon" de las Sandwich. En combinación con la "Loriotte", la "Clementine", el "Bolívar", el "Convoy" y otros pequeños veleros pertenecientes a varios norteamericanos de Oahú, ejercían un gran comercio —legal o ilegal— en pieles de nutria, sedas, té y varios otros artículos. Al segundo día después de nuestra llegada, llegó otro bergantín redondo desde el Norte, atravesó la bahía y siguió viaje hacia el Sudeste en dirección a la isla Catalina. Al día siguiente, el "Avon" levó y siguió la misma dirección hacia San Pedro. El bergantín redondo que había pasado de largo no se dejó ver más en la costa y el "Avon" llegó a San Pedro una semana más tarde con carga completa de artículos de Cantón y americanos. En esta forma los buques se libraban de los elevados derechos que los mexicanos cargaban a todas las importaciones. ' Un buque llega a la costa y denuncia en Monterey, donde está la única estación aduanera, un cargamento bastante limitado y empieza sus negociados. Al mes o más, habiendo vendido una buena parte de este cargamento, se dirige a Catalina u otra de las grandes islas deshabitadas y retiradas de la costa, emprendiendo un viaje de cabotaje de puerto a puerto, y al llegar a la isla, llena sus bodegas con las mercaderías traídas de Oahu con otro barco que está esperándolo cerca de la isla mencionada. Martes 10 de Noviembre. Al ir a tierra con el quique, llevando al capitán, vimos, al emprender el regreso a bordo, que nuestro buque, que estaba fondeado más lejos que los demás, había izado el pabellón.Esto significaba "vela a la vista", pero ' como estábamos dentro de la punta, se nos ocultaba el buque en cuestión. Después de unos minutos vimos a un buque navegando con los juanetes desplegados, entrando con una brisa floja a buscar fondeadero. Toda la noche la brisa se mantuvo floja desde tierra y el buque no pudo anclar hasta la mañana. En cuanto hubo fondeado, nos fuimos a bordo y vimos que era el ballenero "Paquete de Wilmington y Liverpool' de Nueva Bedford, llegado de los campos de afuera con mil novecientos barriles de aceite. Naturalmente que sólo al verlo, habíamos reconocido en él a un ballenero por sus pescantes y botes balleneros, además de sus masteleros de juanetes mochos y la apariencia de su aparejo, velas y casco, desaliñados y sucios. La mayor parte de sus tripulantes era gente rústica recién salida de la maleza "tan verdes como las 98


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